Opinión | Crónica Política

La elasticidad

Ha dicho el presidente del Gobierno, tras una petición del BNG para que Galicia reciba una financiación “singular”, que está dispuesto a ello. La afirmación no supone una aprobación directa, sino un ejemplo más de la elasticidad con la que el señor Sánchez suele tratar a sus cercanos en el Congreso. No es un concepto estrictamente aplicable en todos los casos, sino más bien una respuesta que a nada obliga por lo menos hasta que conste por escrito en documento oficial. E incluso aunque se escriba, como demuestran los precedentes de las promesas que el inquilino de la Moncloa suele realizar: se cumplen si convienen, y si no, se actúa como si nunca se hubieran formulado.

Se cita la elasticidad porque la excusa para el incumplimiento es distinta si se formula la promesa a un afín o a un opositor. Incluso a los que apoyan al equipo actual de Moncloa, siempre y cuando demuestren previamente que no mudarán de actitud en ningún momento. De ese modo, siempre tendrá una excusa si le falla a sus aliados y no la necesitará para con sus opositores porque a estos no les concede algún respeto. La disculpa de esa conducta la explica don Pedro afirmando que no miente, sino que “cambia de opinión”. Lo realmente extraño es que unos y otros de sus respectivos bandos se crean algo de lo que afirma, sobre todo en lo referido a sus mudanzas argumentales.

No es exageración ni invento: lo peor de lo que hace es precisamente disfrazar la realidad con una supuesta mudanza de criterio, porque una de dos: o falsea la verdad, o cambia tanto de opinión que provoca dudas sobre si de verdad tiene algún criterio firme sobre cualquier cosa. Y esa duda, en un gobernante, produce más temor a lo desconocido en los gobernados que una sarta de mentiras cuando se hacen habituales. Por eso, el Bloque, o más en concreto su representante en el Congreso, debiera desconfiar de la postura en apariencia generosa formulada por su señoría el presidente Sánchez.

Citando de nuevo al nacionalismo gallego, es prudente recordar que las anteriores promesas presidenciales no se han cumplido o, como mucho, se han hecho a medias, y no es preciso concretarlas porque están en la memoria colectiva de este Antiguo Reino. A partir de ese hecho, cabe un matiz: el futuro inmediato de lo que suceda acerca de la financiación autonómica está en lo que se decida sobre Cataluña. No conviene olvidar que el precio de lo que quiere Moncloa es la gobernación de esa comunidad. Naturalmente, eso equivaldría –sus finanzas– a una, en la práctica, independencia financiera. Un paso más para lograr la total.

Exigiría un acuerdo económico que vaya más allá de la singularidad. Lo que quieren los separatistas es otra cosa: simplemente, la independencia de sus finanzas, salvo lo imprescindible para que pueda interpretarse “por libre” la Constitución. Y eso es muy arriesgado de hacer, sobre todo para quienes han insistido en cambiarla del todo sin éxito. El Bloque ha de recordar todo esto porque como dice el viejo refrán gallego “o falar non ten cancela”, muy aplicable al señor presidente del Gobierno. Lo de la AP-9 y lo de las cercanías ferroviarias está demasiado cerca para olvidar que los dos anuncios se quedaron en pañales uno y en el limbo, otro. Y la memoria debe servir para aprender.

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