Opinión

La próxima guerra

Esperemos que se equivoquen quienes, como el presidente serbio Aleksandar Vucic pronostican para los próximos meses –tres o cuatro máximo– el estallido de una guerra en el este de Europa.

La Serbia de Vucic, ya lo sabemos, es aliada de Rusia, pese a lo cual firmó, al igual que la díscola Hungría, el comunicado final de la reciente cumbre suiza sobre el conflicto ucraniano, que muchos han calificado de “desastre” por sus magros resultados.

Comunicado, por cierto, que suscribió la Unión Europea varias veces ya que, junto a los países que firmaron por separado, también lo hicieron cuatro de sus instituciones: la Comisión, el Consejo Europeo –es decir, sus jefes de Estado o de Gobierno– el Parlamento europeo y el Consejo de Europa.

También lo hizo el patriarcado ortodoxo de Constantinopla, que no es un Estado, pero no el Vaticano, que sí lo es aunque solo participó en la reunión como observador.

Esperemos en cualquier caso que no se cumplan las predicciones de los agoreros como Vucic pese a que la evolución del conflicto, cada vez más negativa para Ucrania, y la respuesta militar de Occidente no abonan precisamente el optimismo.

Y entre los pesimistas está también el primer ministro de un país de la OTAN, el húngaro Victor Orbán, cuyo nombre aparece por cierto en una controvertida lista de “enemigos de Ucrania”, de la que habrá que escribir también un día.

En una entrevista con la prensa magiar, Orbán habló de tres bases que, además de entrenar a los militares ucranianos, quiere establecer la OTAN en otros tantos países aliados del este de Europa: Polonia, Rumanía y Eslovaquia.

“Si Moscú ataca depósitos de armas para Ucrania podría aplicarse el artículo 5 del tratado de la OTAN: un ataque a uno de sus miembros es un ataque a todos”

Será la propia Alianza Atlántica quien coordine en el futuro la entrega de armas al país de Volodímir Zelenski en lugar de que sus miembros las envíen por separado.

Armas que, en espera de su entrega definitiva, se almacenarán en esas bases, que podrían así convertirse en objetivos militares de Rusia.

La única incógnita es si Moscú decidirá atacarlas porque de hacerlo, podría aplicarse automáticamente el artículo 5 del tratado de la OTAN, que establece que un ataque a cualquiera de sus miembros es un ataque a todos ellos.

Según Orbán, en ese momento “podría ocurrir cualquier cosa”, motivo por el que su Gobierno, partidario de negociar con el Kremlin, se opone a los planes de la Alianza.

El problema, agregó Orbán en la citada entrevista, es que su país está sometido a fuertes presiones por parte de los otros treinta y un países de la Alianza, de la que Hungría es también miembro.

Hay quienes, pese a la diaria retórica belicista, dicen que les cuesta creer que la OTAN, y sobre todo Estados Unidos, estén dispuestos a embarcarse en una guerra europea.

Entre ellos está el exanalista de la CIA Larry C. Johnson, según el cual Occidente no está actualmente en condiciones de vencer a Rusia, y menos a Rusia y China unidas.

La superpotencia tiene un máximo de 435.000 militares repartidos por todo el mundo, mientras que Rusia dispone de 1.3 millones de efectivos, y para cualquier ofensiva se necesita al menos una ventaja de tres a uno.

Es además de dudar, según Johnson, que Turquía, que tiene el segundo Ejército de la OTAN y lleva, por cierto, un cuarto de siglo aspirando a entrar en la UE, fuese a sumarse a esa guerra.

Confiemos pues en que finalmente se imponga la razón.

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