Opinión
Yo amo los abrazos
–Doctora, ¿le puedo dar un abrazo? –la galena se quedó patitiesa. Su paciente, con el que había tirado la toalla por no reaccionar a tratamiento antidepresivo alguno, después de la consulta, sin más, le pidió ese abrazo.
–¡Cómo no, por supuesto! –y voló por encima de su mesa-fortaleza, se acercó al hombre hecho niño, se fundió con él en un abrazo y lo acunó.
Al poco tiempo, la mujer del paciente desahuciado por derribo médico se presentó en la consulta para agradecer lo que había hecho por su marido.
–No sabe lo que ha cambiado, ya no está así de triste como antes, parece que hubiera ido a curarse a Lourdes. Las caricias que ahora le estamos dando son mucho mejores que las pastillas que estaba tomando.
Vivimos en una sociedad cada vez más conectada informáticamente y, sin embargo, cada vez más solitaria, que no se roza, que no se toca, que nos aleja al uno del otro. Y así no es extraño que cada vez más personas, ya no importa la edad, estén y vivan solas. Solas sin caricias para el consuelo, solas sin apretón para la protección, solas sin abrazo para el encuentro, solas sin besos para la pasión, solas sin apapacho para el amor, solas sin bonitas palabras que abrazan sin tocar.
Aislados en la burbuja, atrapados por una realidad a la que no pertenecemos, nos hacemos pasar por estrellas de un firmamento que no existe. Por eso, hemos de aparentar –las redes incitan a ello– que somos felices, que tenemos salud y amor, juventud y belleza, riqueza y lujo y también amigos, muchos, y familia.
Ante semejante panorama, no es correcto, no se lleva, decir que somos solos, te verían mal, no eres fuerte. No es correcto, no está bien, expresar lo que sentimos, es de mayores, eres joven. No es correcto que dejemos ver la herida, que se den cuenta de que nos duele, escondámosla, tú puedes, eres fuerte. No es correcto que nos vean llorar, solo en casa contra la pared si es posible, eres un campeón. No es correcto que se den cuenta de que sufrimos, que estamos cansados, que no podemos más, que respiramos a medias, que el jefe nos putea, no, no lo digas, te puede perjudicar, olvídalo. No es correcto hablar de tus amores, de tus pasiones, de tus placeres, de tus problemas, de tu vida. Calla. Nadie por escucharte. Ocúltalo.
Amo los abrazos y ser abrazada. Pero cuando sea vieja, si estoy sola y tengo doloridos mi alma y mi cuerpo, ¿a quién podré abrazar y quién querrá abrazarme? Y cuando no sepa ni cómo me llamo, ¿quién me recordará con una caricia que soy yo?
Y cuando quiera contar las noches de amor que pasé y las amigas y amigos que disfruté, ¿quién me escuchará y me animará a hacerlo con palabras abrazadoras? Y cuando esté perdida, ¿quién me cogerá de la mano y me dirá el día, el mes, el año y la estación en los que vivo?, ¿quién me agarrará ante el vaivén del mar?, ¿quién querrá achucharme para poner color a mis penas?, ¿quién pondrá su mano encima de mi corazón?
Hoy mi corazón está hecho un harapo. No hay problema, pronto se recompondrá con los aromas de la lavanda y de la hierbabuena. Mientras tanto, pido al viento que lo cambie todo.
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- ¡Hasta siempre capitán!