Opinión

Libertad condicional

Poder hacer todo lo que no perjudique a los demás

La frontera de la libertad la delimita un fino linde que se transgrede cuando, según el diccionario, no se respeta la facultad natural que tiene el ser humano –en realidad el Diccionario de la Real Academia Española cita de forma genérica ‘el hombre’– “de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Lo será ante la justicia, la sociedad y su propia conciencia, y en el caso de los comunicadores profesionales también lo somos ante unos exigentes compromisos deontológicos. Estamos ante un derecho fundamental, según bien se refleja en el Artículo 17 de la Constitución Española, o en el 4 de la Declaración de los Derechos del Hombre: “La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. Por ello, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre tan solo tiene como límites los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites tan solo pueden ser determinados por la ley”.

Constreñir la definición de un término es tarea ardua, pero más lo es trasladar a la práctica lo que ha de representar el señorío de uno mismo, el autocontrol y el disfrute que no moleste, aquello que según Miguel de Unamuno “no es un estado sino un proceso; solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Solo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”. Estamos pues ante una conquista que ha de empezar por uno mismo y que ha de trasladarse a la convivencia, del yo al común, y ha de hacerse con el entendimiento respetuoso de lo que cada uno representa como individuo y como colectivo, todo entendido en sus circunstancias, pues la libertad es derecho que presupone obligaciones.

“El hábitat natural para ejercer las libertades, así en plural, es la democracia, y ha de ser la verdad”

El hábitat natural para ejercer las libertades, así en plural, es la democracia, y ha de ser la verdad, por eso la reflexión se exige como necesaria en momentos de quiebra de la confianza en la clase política, de la irrupción de ideologías extremas, de la aparición de sistemas de inteligencia artificial con interacciones globales y de la intervención de los poderes, incluso de los clanes mafiosos, en los sistemas de comunicación. Hemos extremado los riesgos más allá de los límites del sentido común, de la regulación racional, de la responsabilidad profesional, del compromiso cívico y, lo peor, es que siquiera sabemos los alcances del los peligros que nos acechan, ni cómo ni hasta dónde limitar la intervención en base a instrumentos legales y consensuados sobre acciones que sabemos rebasan todo criterio moral o ético. Y no solo se avizora un exponencial crecimiento generado por la tecnología sino que permanece el de los seres que, con su genialidad, también con sus ambiciones y locuras, no encuentran la culminación a sus egos, a sus codicias y a su deshumanización.

El sensato Miguel Torga advertía desde su melancolía lusa que “poseer por poseer significa precisamente perder la libertad. Aunque puede que el animal hombre no pueda vivir sin codicia”. El sabio lituano Enmanuel Levinas resaltaba que “los pensamientos de los hombres son conducidos por las necesidades, que implican sociedad e historia; que el hambre y el miedo pueden vencer toda resistencia humana y toda libertad. No se trata de dudar de esta miseria humana –de este imperio que las cosas y los malvados ejercen sobre el hombre– de esta animalidad. Pero puede que ser hombre es saber que es así. La libertad consiste en saber que la libertad está en peligro. Pero saber o ser consciente, es tener tiempo para evitar y prevenir el momento de inhumanidad”.

Quizás, cuando los mayores impulsores de las mentiras creadas intentan manipular a los llamados a defender al individuo: jueces, periodistas, filósofos, etc., simplemente nos estén advirtiendo de una evidencia: vivimos en libertad condicional, al menos hasta que nos condenen definitivamente. La frontera es demasiado sutil y peligrosa.

*Periodista

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