Opinión | El correo americano

Demasiado tarde

Resulta que ahora sí que importan los debates. Biden no superó la prueba, dicen. Esta es, en suma, la gran consecuencia. Una mayoría abrumadora de espectadores afirma que el candidato demócrata perdió el debate. Trump ganó. Los análisis fueron inequívocos. El “New York Times” pide que se aparte, que deje paso a otro candidato. Todo es “pánico”, “dolor”, “catástrofe”, “horror”. Como si, de repente, se hubiera revelado el nudismo del emperador. Y todos señalan la evidencia senil. Esto no puede ser. Inaceptable. Hasta aquí hemos llegado. Como si, en estos últimos meses, Biden no hubiera proporcionado las suficientes escenas como para sospechar sobre sus limitaciones expresivas. Hubo, sin embargo, que esperar al debate.

La paradoja, claro, es que el ganador mintió tanto como siempre. Pero vencer en televisión es otra cosa. Hay que mostrarse seguro, ágil o, al menos, inteligible. Aunque se digan disparates. Y Trump lo hizo. Frente a él tenía a un hombre que no era capaz de vocalizar correctamente. Una persona que parecía confundida, perdida, débil. No es lo que se espera de un presidente. Biden protagonizó muchos de esos momentos antes de este día. Pero en el debate, donde teóricamente se contraponen dos alternativas, los defectos propios iluminan las virtudes del otro. Estamos ante el fracaso de la política estadounidense. Mientras los republicanos caen en manos de un outsider que está arrasando con su tradición, los demócratas son incapaces de elegir a un candidato que pueda completar las frases.

Ahora se habla de posibles cambios de última hora en la convención. Muchos opinadores le ruegan a Biden que, por amor a la patria, no vuelva a presentarse, aunque le agradecen los servicios prestados (Thomas Friedman incluso pide que le den una medalla presidencial como regalo de despedida). Ocurre que ahora se ha convertido en un riesgo; él es la razón por la cual Trump podría ganar. Obama dice que nada ha cambiado desde el debate. Que un día malo lo tiene cualquiera. Que la democracia sigue estando en juego. El expresidente demócrata al menos no se baja del carro. Sin embargo, los medios de comunicación que retrataban a Biden como la única salvación ante la amenaza totalitaria advierten que él puede acabar siendo uno de los culpables.

El problema es que ya no queda mucho tiempo. Se habla de un golpe de sorpresa al final con otro candidato. Pero el proceso, debido a un buen número de razones políticas y legales, no resultaría nada fácil. Esto era previsible. Se aguantó hasta el final fantaseándose con la idea de que el presidente aguantaría un poco más, a la espera de que los votantes, el día de las elecciones, no tuvieran más remedio que recurrir al mal menor. Fue un juego arriesgado. Los estadounidenses solo parecían tener esas dos opciones. Que entre los demócratas no haya emergido nadie con la suficiente preparación, carisma y talento para enfrentarse a Donald Trump demuestra las deficiencias del sistema en una era decadente de la república. Biden, hasta hace poco, era lo único que nos separaba del apocalipsis. Ahora ya no sirve. Y la prensa quiere reemplazarlo. Pero puede ser que a Biden (tras recibir un apoyo mayoritario) le dé por quedarse, por aguantar hasta el final, como hasta hace poco muchos le pedían. Es su derecho impecablemente democrático. Esperaron al debate. Ahora puede que sea demasiado tarde.