Opinión

El Día Internacional de la Palabra

En mi anterior artículo hablaba del misterioso e ignorado momento en el que el ser humano, en su existencia primigenia, hizo por primera vez uso de la palabra para nombrar las cosas y comunicarse con sus semejantes; mostraba entonces mi extrañeza porque no hubiera un día destinado a conmemorar aquel tan remoto y trascendente acontecimiento, de muy compleja gestación en el lentísimo progreso de la especie humana. No hablo de cualquier sonido emitido por la garganta del Homo, sino de lo que es propiamente la palabra como articulación sonora preñada de un destello de inteligencia, esto es, de una idea, un pensamiento. Tan significado momento, acaecido en los albores del despertar de la humanidad, preludio de inmensos hallazgos y progresos posteriores, merecía, decía yo, una fecha de celebración rememorativa. 

Un apreciado amigo me saca de mi error y me hace saber que ese día, el Día Internacional de la Palabra, ya existe: el 23 de noviembre. Lo ignoraba; no tuve en su momento la prudencia de consultar esa magna enciclopedia sabelotodo que es internet. La elección de la fecha responde a la iniciativa de la Fundación César Egido Serrano, y es su objetivo fomentar el diálogo y la paz entre las naciones del mundo, hacer de la palabra la clave del entendimiento entre los países, y del diálogo, herramienta civilizada para luchar contra la violencia. 

La fecha elegida celebra la palabra como instrumento de pacificación y armonía entre los hombres y los pueblos, de manera que aquella sustituya a la violencia, misión difícil, tantas veces fracasada, pero de la que no debemos abdicar. Decía Pedro Salinas que “no hay duda de que en la palabra cordial e inteligente tiene la violencia su peor enemigo”. Hay que fomentar el poder suasorio de la palabra, hasta el agotamiento, si es preciso. Quien reniega de la palabra y el diálogo abre el camino a la violencia, al grito que no es palabra, al fusil que no es diálogo.

Con objeto de tratar los asuntos de la colectividad mediante el diálogo, se crearon los parlamentos; parlamentar, según el diccionario de la RAE, no es solo conversar, sino también “entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia”. Pero a diario vemos desmentida esa significación; asómese el lector o lectora a las sesiones del Congreso y comprobará el uso turbio de la palabra y su función malversada en inútiles diatribas, que no debates. Entristece, por otra parte, ver a diario, en la vida pública, que la palabra se envilece porque no está al servicio de la verdad. 

“La palabra nació para comunicarse, para hacer comunidad, para compartir y, por lo tanto, para unir y acercar; lamentablemente, algunos enarbolan la lengua para separar y distanciar”

La palabra nació para comunicarse, es decir, para hacer comunidad con otros, para compartir y, por lo tanto, para unir y acercar. Lamentablemente, algunos enarbolan la lengua para separar y distanciar, para marcar territorio y frontera. Es desolador –hablo también del Congreso– que, pese a disponer de una lengua común para entenderse, haya quienes la postergan para hablar, que no comunicarse, en la lengua que el interlocutor no entiende, haciendo de la sede parlamentaria una “Babel de las babeles”, que diría Miguel Hernández. 

Y bien, dicho esto, y siendo de todo punto encomiable el propósito de la celebración del 23 de noviembre como Día Internacional de la Palabra, en realidad no hay plena coincidencia entre la significación de esta fecha y la que yo reivindicaba. Yo me refería a la celebración del acto creador, al momento culminante de la evolución de nuestra especie en que el hombre empezó a hablar y pronunció sus primeras palabras, tendiendo así un puente entre su mundo interior y el exterior. Y vuelvo al poeta Salinas que comparaba el lenguaje con el teclado del piano que permite al músico exteriorizar lo que siente el alma. Con la palabra pudo el ser humano dar vida a las más hermosas creaciones del pensamiento y expresar los más profundos sentimientos. Al momento creador en el que el género Homo acertó a vestir una idea con un sonido determinado para compartirlo con otros y comunicarse con ellos, a ese instante es al que yo me refería cuando hablaba de una fecha de conmemoración, la de la invención de la palabra. Quién sabe, aún estamos a tiempo.

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