Medio siglo acercando la literatura a los vigueses

“Nuestra Feria del Libro, bienal, comenzó tímidamente y sin embargo cuajó. Y muy bien, por cierto. El libro tiene que salir a la calle, a buscar al lector. El escritor debe acudir al stand de la editora que lanza sus obras, para que el comprador dialogue con el autor que elige y este firme el ejemplar, que así conserva un mayor interés. Muy pocos son los libreros que rechazan la participación en la Feria. Los que acuden lo hacen porque saben que deben contribuir al certamen y porque, en definitiva, es negocio. Mas, aunque no lo fuera, moralmente puede exigírseles contribuir a que la mercancía con que comercian todo el año sea, siquiera cada 24 meses, protagonista por unos días del acontecer ciudadano”. A principios de julio de 1975, se anunciaba con estas palabras la inminente celebración de la cuarta edición de la cita literaria que había marcado en los últimos años la oferta cultural de la ciudad. Precedida del titulillo El libro busca al público, P. firmaba en las páginas de FARO DE VIGO esta previa de la entonces bautizada como Feria Nacional del Libro de Vigo, un evento que ese mismo año se saldaría con ventas que rondaban el medio millón de pesetas diario y con Gonzalo Torrente Ballester como autor “best seller”, puesto que Don Juan, El Quijote como juego y muy especialmente La saga/fuga de J. B., fueron los libros más despachados en la mayoría de casetas instaladas en la Praza de Compostela.

Fue en 1969 cuando, a finales del mes de julio, “los jardines de nuestra vieja Alameda” albergaron la que constituyó la primera edición del evento literario que cronistas de la época anunciaban como “triunfo”, siendo acogido además con “euforia” por vigueses y viguesas. Lo recordaba así el exdirector de FARO y Cronista Oficial de Vigo, Ceferino de Blas, quien hace unos años rescataba las publicaciones de la época en un artículo propio: “Nuestra ciudad, poco a poco, va cavando picas en el terreno de la cultura”, escribía en 1969 un redactor sobre la novedosa cita literaria, que situaba al mismo nivel de importancia que los cursos universitarios programados en verano y las crecientes exposiciones que se exhibían en la ciudad olívica. Y no era para menos, puesto que en el año del estreno, los organizadores trabajaron durante varios días consecutivos para instalar en la Praza de Compostela un total de 50 stands para dar cabida a las mejores editoriales españolas que, a finales de la década de los 60, se ocuparon de acercar a Vigo las primicias nacionales.

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Ceferino de Blas hacía referencia en su artículo a que, cuando la ciudad olívica estaba a punto de disfrutar por primera vez de una fiesta de la literatura de tal calado, Madrid ya alcanzaba la 28ª edición, y señalaba que “no era tardía la incorporación de Vigo a estos eventos, ya que solo diez urbes españolas celebraban Feira del Libro” y Vigo pasaba a configurarse así una de ellas.

Frente a la estatua de Méndez Núñez, fue el presidente del Instituto del Libro Español, Robles Piquer, el responsable de inaugurar la cita que Vigo recibía con los brazos abiertos, puesto que en aquella época, tan solo podían llevarse a cabo en los lugares en los que las autoridades determinaran y la ciudad olívica había pasado el filtro del régimen, al destacar por sus parámetros culturales e intelectuales. Al ser concebida con un carácter bienal, la Alameda no disfrutó en 1970 del aroma de tinta y papel en la calle, sino que fue A Coruña la ciudad gallega que asumió el evento, estrenándose ese año en el circuito de ferias del libro de España.

La segunda edición tuvo lugar a finales de julio de 1971 y concurrieron en ella hasta 40 editoriales y librerías, de las cuales casi una docena estaban afincadas en la propia ciudad. El año 1973 trajo de la mano la tercera Feria Nacional del Libro de Vigo y un cambio de fecha, puesto que ante la celebración en la ciudad de la Exposición Mundial de la Pesca, el fundador de Librouro, Antón Patiño, consideró que sería positivo que ambos eventos coincidieran para favorecer las ventas y no se equivocaba, ya que en aquella fecha se superaron todas las previsiones y se alcanzaron cifras de facturación próximas a los diez millones de pesetas.

La tercera edición también fue decisiva para el evento vigués, puesto que el Instituto Nacional del Libro Español anunció que estaba dispuesto a apoyar la propuesta de celebrarla de forma anual, una idea que fue secundada en 1975 por 45 de las casetas instaladas en la cuarta edición de la cita literaria, cuyo balance de ventas se aproximó a los doce millones de pesetas. Celso Emilio Ferreiro, Blanco Amor, Álvaro Cunqueiro, Figueira Valverde o Novoneyra fueron algunos de los autores que se barajaron en aquel momento para las firmas y, como gran novedad, se instaló una caseta de la prensa regional para, desde entonces, dar cobertura mediática a la gran fiesta de la literatura de la ciudad que este año alcanza su 50ª edición.