Los ojos de Óscar: peludo y con cuatro patas

Trece de los 38 perros guía que la Fundación ONCE tiene concedidos en Galicia están en Vigo

Eran las doce del mediodía en las inmediaciones de la céntrica estación de Moncloa, en Madrid. “Había una cantidad de gente terrible”, cuenta Óscar Proyetti, que se había quedado ciego doce años antes. “Yo me hubiera quedado quieto hasta que pasara toda la gente”, recuerda. A saber cuánto habría tenido que esperar. Pero el entrenador de perros guías se acercó a él y le dijo. “Pégate a Geón y síguelo”. Aferró el arnés aproximándolo a su pierna izquierda, cerró los ojos y siguió al can que le habían asignado, pensando: “Acá me la pego con alguien”. Sintió “ese cuerpito del bicho, cómo va mirando, cómo va buscando el hueco, cómo se lanzó”. Llegaron al otro lado sin un solo roce. No lo pudo evitar. Óscar se emocionó y rompió a llorar. “Ver cómo te va cuidando es una maravilla”.

Óscar es una de los trece residentes en la ciudad de Vigo a los que la Fundación ONCE tiene concedidos perros guía. Son un tercio de los 38 con los que cuenta en toda Galicia y un 1,4% de los 957 que están distribuidos por toda la geografía nacional. El pasado jueves se celebró el Día Internacional del Perro Guía.

Geón fue el primer compañero peludo que tuvo Óscar. A este argentino le diagnosticaron diabetes a los cuatro años, pero por aquel entonces ni los medios para controlarla eran los de ahora –eran “terribles”– ni él se cuidó demasiado –“las agujas eran gruesas, no quería pincharme porque me dolía”, detalla–. A los 32 años se quedó ciego. Era odontólogo en su país natal y su nueva situación “fue una desesperación”. “¿Qué hago de mi vida? Vamos a encararla para adelante”, se dijo y se trasladó con su pareja a España atraído por el proyecto laboral que le podía ofrecer la ONCE. “Allí no hay nada de esto”, explica.

Tras lograr la nacionalidad española, se puso a trabajar como agente vendedor de la ONCE. Y se separaron. “Justo ahí me ofrecieron el perro guía”, cuenta. No todos los perros valen para todas las personas. En la Fundación ONCE del Perro Guía (FOPG) buscan la mayor compatibilidad posible. El objetivo es que “tú no arrastres al perro ni el perro a ti”. “Lo primero que te piden es una foto de cuerpo entero, luego te miden la velocidad al caminar, tu altura...”, detalla Óscar. También tienen en cuenta las características y energía de cada raza. Para él siempre han escogido labradores –el primero blanco y el segundo, Topi, negro–, “perros más tranquilos, con los que puedes estar trabajando ocho horas sin moverte sin problema”, señala.

Los cachorros nacen en la escuela de la FOPG y a los pocos meses se los entregan a familias de acogida para que inicien su formación acompañándolos a cualquier sitio. Geón, educado con una profesora de danza clásica, “era muy traquilote”. Topi, que creció con una familia con varios niños, “es más juguetón, más eléctrico”. Con catorce meses, los perros regresan a la escuela y comienzan su adiestramiento específico. Cuando están preparados, la persona ciega o con deficiencia visual con la que pasará a compartir la vida se traslada varias semanas a la FOPG para que los entrenadores ayuden a esta nueva pareja a acoplarse. Ya en su casa, un instructor les ayuda con las rutas habituales durante dos semanas.

Con Geón, en 2011, congenió al instante y tuvo “una relación increíble” hasta que, a los seis años, un tumor cerebral se lo llevó. Recuerda la “sensación espantosa” de perder al que ya era una extensión de sí mismo.

Nunca dudó en solicitar otro. Por diversas circunstancias, el proceso tardó un año. En ese tiempo se dio cuenta de que no podía desarrollar su vida igual sin su apoyo de cuatro patas. Tuvo que volver a caminar con bastón y le costó “mucho”. “Con el bastón vas haciendo un arco de hombro a hombro, pero todos los obstáculos que van de cintura para arriba, te los comes: retrovisores, papeleras...”

“Tú tienes que tener la ruta en la cabeza y saber por dónde vas. A él le voy dando indicaciones: sigue recto, busca derecha, busca cruce, busca escalera...Él me ayuda a moverme por la calle, a evitar los obstáculos y los peligros”, describe y resalta: “Son inteligentísimos”. Cuenta cómo la gente le dice a veces que el perro cruzó mal el semáforo. “Él no ve los colores, ve el peligro. Si no lo hay, cruza, aunque esté en rojo”, explica.

Para Óscar, Topi es fundamental en su vida. No solo por la ayuda para moverse, sino también por “el cariño que te brinda”. “La relación que se genera es increíble”, afirma.

Criar y formar a uno de estos perros cuesta alrededor de 31.000 euros Los usuarios de la ONCE a los que guían no pagan “ni un céntimo” por él, destaca Óscar. “Estas cosas se pueden tener gracias a a gente que compra cupones y productos de la ONCE, que hace un montón de cosas para ceguera y para otros tipos de discapacidad. Gracias”, concluye.

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Óscar Proyetti trabaja en un puesto en el Alcampo de Coia. Muchos son los que se acercan a acariciar a su perro guía Topi. No tiene ni un ápice de agresividad, así que lo máximo que puede hacer es resguardarse bajo la silla de Óscar si se cansa de que le toquen. Le suelen gustar y también jugar, pero se pone “eléctrico”. “Se estresa o se distrae y si le doy una orden no me hace caso o no se fija”, explica y añade: “Podemos tener un accidente. Pide a la gente que siempre pregunte antes de acariciar. Y si les dicen que no, “que no se enfaden”. “No somos caprichosos, lo decimos por algo”, expone.

Otra de las cosas que solicita es que los dueños de otros perros los agarren cuando pasen cerca. “Estos son animales sociales, quieren jugar también”, señala. Tiene órdenes para evitar que la distracción se alargue demasiado, pero mejor si no se produce.

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