Mujeres fuera de serie

La voz que hila culturas

Uxía Senlle, la gran renovadora de la canción tradicional, está a punto de cumplir cuarenta años sobre el escenario. Referente en conectar las culturas atlánticas y potenciar las voces femeninas, sigue apostando por la experimentación y por la labor transformadora del arte

Uxía Senlle, en Sanguiñeda, Mos, el hogar de su infancia.

Uxía Senlle, en Sanguiñeda, Mos, el hogar de su infancia. / MARTA G, BREA

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

El canto de Uxía es un canto que abraza. Un canto colectivo. Un canto que tiende puentes entre culturas, entre idiomas, entre personas. Un canto que se ha ido tejiendo desde hace casi cuarenta años.

El canto de Uxía comenzó a sonar en la taberna de sus abuelos, sobre las mesas en las que una niña tímida se comunicaba a través de su hermosa voz, de sus poemas y también de las letras de otros a los que admiraba. Y, muchas veces, su público sentía esos cantos como propios.

Ese es el don de la cantautora Uxía Senlle (Mos, 1962), el de convertir canciones en cantos y convocar a distintas generaciones y a distintos pueblos, sin importar que haya océanos de por medio.

Nos reunimos con la cantautora en la casa de sus padres y su niñez en Mos. Desde hace tres años vive en A Illa de Arousa, una tierra que también adora. Viaja a menudo por todo el mundo para cantar, para reencontrarse con los numerosos amigos que tiene por tantos países, relacionados casi siempre con la música o con todo lo que rodea este arte. Pero no puede estar demasiado tiempo alejada de su familia, de sus padres y de sus hermanos. Y por eso regresa a menudo con su cálida sonrisa a Sanguiñeda.

“A música sempre estivo moi presente na nosa casa e afacémonos a ver a arte como unha parte esencial da vida"

En esta zona de Mos, que también era la tierra de sus padres, Manuel y Fita -ella de Petelos-, y de sus abuelos paternos, creció Uxía junto a sus cuatro hermanas y su hermano. Sus abuelos regentaban un salón de baile en el que su padre tocaba el contrabajo. “A música sempre estivo moi presente na nosa casa e afacémonos a ver a arte como unha parte esencial da vida; como un dereito para todas as persoas e, en particular, para as mulleres”, recuerda. “O meu primeiro escenario natural foi a taberna dos meus avós maternos, en Petelos, onde me subía encima das mesas e cantaba”.

La banda sonora de Uxía discurría entre Milanés, Silvio Rodríguez y los alalás gallegos. Escribía desde muy joven sus poemas y perdía cualquier atisbo de timidez cuando los entonaba. No cabía duda de que aquella niña amaba la música pero sus padres, “que sabían o duro que podía ser este oficio”, la convencieron para que estudiara una carrera y pudiera tener una mayor estabilidad. Así, estudió Filología Románica, primero en Vigo y después en Santiago, donde aquella joven se maravilló con el movimiento cultural que bullía en cada esquina. Fue en su etapa de estudiante, en 1985, cuando decidió presentarse al festival de música de Bergantiños, que ganó, y aquello la hizo soñar con que era posible vivir de lo que realmente deseaba. “Naqueles momentos nacía tamén a Televisión de Galicia e a Radio Galega; gravei o meu primeiro disco ‘Foliada de marzo’ e, a verdade, todo empezou a ir bastante rodado”, cuenta.

Al año siguiente se incorporó como vocalista al grupo Na Lúa, uno de los buques insignias del folk gallego y a la vez de los más renovadores de los años ochenta. “Aquela foi a miña mellor escola pero tras uns anos decidín independizarme porque quería ser realmente libre e tomar as miñas propias decisións”, añade.

Su mayor éxito llegó en 1995 con el álbum “Estou vivindo no ceo”, producido por el portugués Julio Pereira, que la dio a conocer en toda Europa.

Desde entonces, la cantante ha trabajado en decenas de proyectos, colaborado con cientos de músicos y emocionado en innumerables escenarios. No se engañen, advierte, dedica horas y horas de trabajo a la música. “Nestes tempos tan rápidos eu necesito acougo para compoñer; tamén por iso mudeime tras o Covid á calma da Illa”. Pero también necesita sus múltiples viajes para nutrirse de sensaciones. “É unha forma de entender a música como creación colectiva e transformadora; como un medio para mellorar a miña contorna”, resume.

Y es que muchos de sus proyectos realmente van mucho más allá de la ya de por sí valiosa tarea de crear belleza. Lo fue, por ejemplo, la creación del grupo Malvela, con mujeres del entorno rural. “Comezou como un curso de cantos populares que dirixín, ao que desde o principio uniuse a miña nai, e que, vendo a materia prima que había, demos o paso de converter nun grupo, gravar discos e facer actuacións, ofrecendo a estas mulleres unha nova perspectiva máis aló da súa cotidianeidad”.

También lo fue “María Fumaça”, un proyecto que nació en su entorno familiar, como un regalo en forma de divertidas canciones para su sobrino y ahijado Ruí -un niño que nació con parálisis cerebral al que le gusta mucho la música- y se convirtió en una serie de exitosos libros-disco para el público familiar y en una eficaz herramienta para visibilizar la diversidad funcional y derribar barreras físicas y mentales.

Uxía Senlle, en Sanguiñeda, Mos, el hogar de su infancia.

Uxía Senlle, en Sanguiñeda, Mos, el hogar de su infancia. / Marta G. Brea

Tampoco ha dudado nunca Uxía en implicarse en causas sociales que han requerido su apoyo. Se convirtió en portavoz de la plataforma “Nunca Máis” durante la tragedia del Prestige y ha luchado contra los incendios, entre otras. “Non foi algo premeditado, como case nada na miña vida, onde hai poucas estratexias; simplemente se sinto que podo axudar en algo, trato de informarme a fondo e facelo”, destaca.

Y, por supuesto, Uxía se ha volcado en innumerables ocasiones en dar voz a las mujeres, en espectáculos como “Son Delas” o “Enredadas”, y se ha convertido, sin pretenderlo, en referente para muchas solistas femeninas que vinieron detrás. “As mulleres tivémolo máis difícil tamén sobre o escenario xa que nas programacións a presenza masculina segue sendo maior, pero aos poucos fómonos abrindo camiño e hai que estar orgullosas de iso”.

Los proyectos colectivos, en los que “aprendes a aparcar o ego e facer equipo”, son su gran especialidad. Y el mestizaje. La riqueza de la música de Uxía bebe de la música tradicional de Galicia, pero también de Brasil, Portugal, Cabo Verde, Andalucía o Escocia. Un buen ejemplo es el festival “Cantos na Maré (Festival da Lusofonía)”, un proyecto que fue pionero y trazó a través de la lengua y de la música un mapa común entre los territorios lusófonos. Uxía lo dirigió durante doce años, primero en Pontevedra y después en Brasil.

“Teño a sorte de facer grandes amigos en todos eses lugares a través da música e de poder expresar toda esa mestizaxe e esa apertura cultural e facelo propio”, describe la artista que, advierte: “Gústame rodearme de xente con experiencia, mais tamén de xente nova”.

Uno de sus últimos puentes lo tendió hacia Andalucía junto al músico Javier Ruibal, con el que homenajea a Rosalía y Lorca.

La curiosidad ha sido la llave que ha impulsado a la cantante a afrontar retos culturales, también en el entorno audiovisual. “O meu é experimentación permanente”, asegura. Recientemente dirigió el documental “Acordamos”, en el que se puso por primera vez detrás de la cámara. “Comezou como un proxecto musical, pero sentía que tiñamos que darlle un contexto relatando a loita colectiva de principios do século XX”, explica. Antes, compuso la banda sonora para la película “Abrígate” y fue nominada al Goya a la Mejor Canción Original por su interpretación de “Muerte”, del documental “Frágil equilibrio”.

Tampoco dudó nunca del exitoso dúo que formó con el gallego Narf, junto a quien realizó conciertos por Estados Unidos uniendo el sonido tradicional a la guitarra eléctrica. “Non lle teño medo a facer cousas tolas; o medo é paralizante”, advierte, mientras recuerda con inmenso cariño al músico desaparecido.

Entre tantos viajes y proyectos, Uxía decidió en su momento renunciar a la maternidad. “Pero ese oco cubrino cos meus sobriños e, sobre todo, co meu afillado. Ser madriña é algo moi fermoso para min e, de feito, a miña produtora chámase Madriña”, afirma.

“Gozo como nunca do escenario; mesmo máis que cando era nova"

Uxía no tiene ni que decir que sigue sintiendo pasión por su trabajo. Salta a la vista. Tiene una banda de siete músicos, que dirige desde la generosidad, y un repertorio amplísimo que no deja de crecer. “Gozo como nunca do escenario; mesmo máis que cando era nova; pero tamén do proceso de gravar no estudo, que outros detestan”, asegura.

Y, mientras tanto, nada en el mar, lee, disfruta del cine, de la pintura, de la fotografía, del humor… Todo puede ser inspirador, pero ella es capaz de hacerlo propio a través de su voz. Ahí está su magia.

Amália Rodrigues, la “rainha do fado”

Amália da Piedade Rebordão Rodrigues, más conocida como Amália Rodrigues (Lisboa- 1920-1999), nació en una familia pobre y numerosa y mostró talento musical desde niña. A los 12 años tuvo que abandonar sus estudios e ir a vender fruta en el puerto, y ahí solía cantar en sus ratos libres. Un día fue descubierta por su primer marido, el guitarrista Francisco da Cruz, que la inició en las casas de fado. El matrimonio duró poco, pero Rodrigues perfeccionó su estilo y empezó a cantar en la radio, donde su carrera fue potenciada por el régimen del Estado Novo, que declaró el fado como la música de la nación, y a Rodrigues como la gran estrella del género.

Su fama internacional llegó durante los años 50, pero sus vínculos con el régimen del dictador Antonio de Oliveira Salazar la obligaron a retirarse de los escenarios durante la década posterior a la Revolución de los Claveles de 1974.

La diva emigró a París, donde vivió hasta los años 90, cuando volvió a casa y el presidente Mário Soares la condecoró con la máxima distinción honorífica de su país.

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