“¡Tomen nota mis paisanos!”

Hándicap inició en 1915, con un artículo en FARO, el costoso proceso que condujo a la fundación del Celta ocho años después

Manuel de Castro, antela estatua de su abuelo,con la reproducción del primer artículo proponiendola fusión.  // Marta G. Brea

Manuel de Castro, antela estatua de su abuelo,con la reproducción del primer artículo proponiendola fusión. // Marta G. Brea / Armando ÁLvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

La historia se lee de derecha a izquierda, sobre lo ya escrito, y se interpreta desde los hechos consumados. Sucedió lo que debía suceder. Cualquier camino, sin embargo, incluye encrucijadas y dados que se lanzan al aire. El Celta pudo no ser, haber sido otro o serlo más tarde. Existe tal cual porque lo soñó primeramente Manuel de Castro, Hándicap. Él lideró un proceso complejo y extenuante. Ocho años transcurrieron desde que lanzó la idea de fusionar Vigo y Fortuna hasta que se concretó. En el empeño hubo que doblegar reticencias, vacilaciones y cainismos. El siglo se lo ha retribuido. Hándicap y sus asociados sembraban en tierra fértil.

“Sobre una fusión”, se titula ese primer suelto en la sección de Notas Deportivas de Faro de Vigo el 6 de mayo de 1915. Hándicap ni siquiera menciona directamente la posibilidad de ensamblar un nuevo club con Vigo y Fortuna. Se dedica a elogiar la fusión que han aprobado Racing y Sporting de Irún. Es cierto que la idea ha comenzado a recorrer los salones de la ciudad. Lo confirma el propio Hándicap cuando critica “egoísmos” y “el amor propio mal entendido de algunos”. Pero no es tiempo de vocear su proyecto. Hándicap quiere implantar antes la idea de que conviene. Ese artículo seminal concluye con un consejo: “¡Tomen nota mis paisanos!”.

“Vigo era entonces un cúmulo de parroquias”, recuerda Manuel de Castro, segundo de sus nietos, también del nombre de su padre. La naturaleza caótica y tempestuosa de la ciudad persiste en cierto modo. Manolo admira que su abuelo consiguiese aquello que tantos otros han intentado, en el deporte, la empresa o la política, fracasando. “Lo difícil fue conciliar todos esos intereses personales y familiares. Conseguir que se llevasen bien; eso sí que tiene mérito”.

Ningún De Castro queda que conociese en vida al patriarca. Hándicap se casó maduro para los estándares de la época por esperar al amor de su vida, Asunción. Sus tres hijos, Asun, Cristina y el Manuel intermedio, eran niños de 10, 9 y 7 años aquel fatídico 27 de agosto de 1944 en que a Hándicap se le encajó un zapato en las vías del puerto y lo arrolló el tren. Asun y Cristina no tendrían descendencia. Manuel, cinco vástagos: Ana, Manuel, Pedro, Fernando y Juan.

Manuel de Castro, junto a Patxi Salinas, Del Cura y Manolo, ayer en Balaídos.

Manuel de Castro, junto a Patxi Salinas, Del Cura y Manolo, ayer en Balaídos. / MARTA G. BREA

Todo lo que sabemos es por lo que contaban mi abuela y sus hijas mayores. En su casa había muchas fotos y se hablaba de él. En la de mi padre, no. Supongo que era algo freudiano. Era demasiado pequeño cuando Hándicap falleció. Lo mandaron a Bilbao, con un tío que había sido represaliado. Por eso en el colegio se lo hicieron pasar muy mal”, explica Manolo.

Esos relatos familiares bastan para dibujar el retrato íntimo y social de Hándicap. Un prócer enérgico, hiperactivo, optimista, adelantado o que al menos interpreta con inteligencia los vientos que se insinúan en el horizonte. Y a la vez un padre amoroso, que intenta involucrar a sus pequeños en sus numerosas actividades, aunque ignore que será breve la vida que pueda dedicarles.

“Debía ser un tío divertidísimo. Mi abuela le perdonaba todo. Llegaba a las tantas de organizar pruebas”, revela Manolo. “Ahora que se habla tanto de conciliación, él ya llevaba a sus hijas a todas partes; a realizar saques de honor a los campos de fútbol y a entregar premios en carreras ciclistas, como a Delio Rodríguez”.

Hándicap fue elegido en el diseño de los abonos de la pasada temporada.

Hándicap fue elegido en el diseño de los abonos de la pasada temporada. / RCCV

“Un renacentista”, condensa Manolo. Un precursor, desde luego, en una Galicia que despertaba a la modernidad. A Hándicap hay que glosarlo: directivo del Vigo, árbitro, seleccionador español, factótum de la Federación Gallega, promotor del atletismo, periodista y cofundador de revistas como Sprint o Meta... “De lo que más se hablaba era de su alma deportiva, de su inquietud personal. Supongo que heredé eso”, indica Manolo. También el nombre y la vocación periodística. En su larga y prestigiosa trayectoria, este De Castro ha abarcado de la corresponsalía de guerra en Bosnia a la dirección de Meta, periódico de la década de los noventa que era un homenaje en su cabecera.

Este Manolo, como aquel Hándicap, también se igualan en altruismo. Recuerda de su abuelo: “El hombre se arruinaba. La gente que entraba entonces en el fútbol perdía dinero. Él tenía una pequeña empresa de distribución de papel y el dinero que ganaba lo gastaba en el deporte. Pagó parte de su bolsillo para cubrir unos Juegos Olímpicos y aprovechó el viaje de novios con mi abuela para hacer un trabajo deportivo en Francia...”. En ese país, por cierto, estuvo detenido junto al “divino” Ricardo Zamora, acusados ambos de contrabandistas.

Pero no es Hándicap solo un idealista, que se involucra en aventuras descabelladas. “Él manejaba una idea pionera sobre el periodista especializado en deportes. Y creía en la profesionalización de ese periodismo y en la industrialización del deporte, de toda la estructura”.

Ese es el Hándicap que no desmaya ni reposa durante casi una década de goteo, ya abogando abiertamente por la fusión desde el 10 de mayo de 1915. Sus artículos van calando en la controversia entre partidarios y detractores que divide la urbe. Miguel Bezares, alias T. Arnold, lo secunda con tibieza desde las páginas del diario Galicia. Camilo Bernárdez, alias Thedy, se le opone desde otras publicaciones.

Todo el esfuerzo desemboca en 1923. En mayo, Hándicap se reúne con otros directivos de Vigo y Fortuna en la casa del fortunista doctor Bustelo. Los pasos se aceleran. Hándicap obtiene el beneplácito de la Federación Española en junio. Se crean sendas comisiones para evaluar beneficios, perjuicios, estatutos y procedimientos. Al fin, a las diez y media de la noche del 12 de julio, los socios del Vigo se reúnen en junta extraordinaria en el Teatro Cine Odeón. Los del Fortuna, a esa misma hora, en los bajos del Hotel Moderno. Las dos asambleas estallan en hurras y se desparraman por las calles cuando conocen la mutua aprobación. Un mes después se constituirá el Celta.

A Hándicap le rentaron los desvelos. Conoció el amor de sus conciudadanos, que su muerte no extinguió. Manolo, ante el busto costeado céntimo a céntimo por una colecta popular, recuerda que la cola de su capilla ardiente, instalada en su domicilio de Príncipe, daba la vuelta por Velázquez Moreno y llegaba hasta Colón de tantos que querían mostrarle su devoción y respeto. “Debía ser un aglutinador”, concluye. Lo sigue siendo.