Entrevista | Blue Jeans Escritor, autor de "Una influencer muerta en París"

“Me sorprendió lo cerrado que es el mundo de los ‘influencers’”

“No creo que haya más problemas de salud mental hoy, lo que pasa es que ahora se habla de ellos sin miedo”

Blue Jeans, rodeado de seguidoras, en la firma de libros de ayer en Vigo.

Pablo Hernández Gamarra

El escritor Francisco de Paula Fernández (Sevilla, 1978), más conocido como Blue Jeans, muestra la cara menos conocida –y menos amable– del mundo de los influencers en su último libro, “Una influencer muerta en París” (Planeta), un thriller juvenil sobre los creadores de contenido, el dinero que mueven, la rivalidad entre ellos, la presión que soportan, el precio del éxito, los haters, los fans obsesionados con sus ídolos y los problemas de salud mental a los que se enfrentan. Todo esto aderezado con un asesinato durante la celebración de unos importantes premios en París. Fue su mujer quien, tras ver los Premios Ídolo, quien le sugirió hacer una novela con los creadores de contenido. Ayer congregó a decenas de seguidores en la Casa del Libro de Vigo, donde estuvo firmando ejemplares de este libro, escrito, como siempre, entre el olor a café y el trajín del local de Callao donde acude todas las mañanas a escribir. “El silencio de casa me distrae. El café es como mi oficina”, confiesa.

–¿Por qué un thriller sobre influencers?

–Muchos de los ídolos de los chicos jóvenes son influencers y me apetecía tratar el tema de los creadores de contenido en una historia siguiendo la línea del misterio.

–La imagen que tenemos de estos creadores de contenido es de éxito, pero no todo es tan bonito...

–Hay mucha gente que los menosprecia, que no considera que lo que hacen sea un trabajo, que cree que han tenido mucha suerte o que sólo están ahí por la fama y el dinero, y luego están los haters, la gente que se obsesiona con ellos, la presión por parte de las marcas y sus agencias, la rivalidad entre ellos... No es un mundo tan sencillo como la gente cree. Es, además, gente muy joven, que ha adquirido fama y dinero muy rápido, y mantener esto y gestionarlo no es fácil. Muchos admiten que necesitan ayuda psicológica porque se sienten muy presionados.

–La salud mental es uno de los temas de la novela, un problema que afecta cada vez a más jóvenes. ¿Qué está sucediendo?

–Yo no creo que los jóvenes tengan más problemas de salud mental que generaciones anteriores. Lo que pasa es que antes era un tema tabú, del que no se hablaba y hoy decir que vas a terapia es una cosa habitual. La gente ya no tiene miedo a reconocer que tiene problemas de salud mental.

“El mundo de los creadores de contenido no es tan sencillo como la gente cree”

–Una influencer es asesinada durante unos premios y todos los nominados son sospechosos. ¿Todo vale por un like?

–No es que valga, pero en el mundo de las redes sociales es lo que parece. Se hacen excesos, se cometen locuras, la gente a veces se muestra en las redes de una forma frívola y parece que sí, que todo vale por un like, pero realmente no tendría que ser así.

–Las vidas que muestran las redes están muchas veces muy alejadas de la realidad.

–Las redes sociales tienen su parte positiva, pero es verdad que también tienen esta parte negativa, que parece que todo está bien y la vida de la gente no siempre es tan perfecta como se pinta.

–¿Cómo se lleva Blue Jeans con las redes sociales?

–Desde que comencé a escribir, hace 15 años, siempre he utilizado las redes sociales. Empecé escribiendo, además, en Fotolog. Para mí son una herramienta de comunicación y una forma de estar en contacto permanente con mis lectores. Yo soy quien las maneja e intento llevarlas al día. Empecé en Fotolog, luego Facebook, Instagram, Twitter y ahora Flickr, TikTok... Me he ido adaptando porque mi público mayoritariamente utiliza las redes sociales.

–¿Le ha sorprendido lo que ha descubierto al profundizar en el mundo de los influencers?

–Me sorprendió mucho lo inaccesible que son. No esperaba que fuera un mundo muy cerrado. Preguntas y poca gente te responde, y la que lo hace te remite a sus representantes o a sus agencias y éstas no te contestan o te proponen otra cosa. Por suerte, tengo lectoras que son influencers y he podido hablar con ellas, y luego he leído y visto muchos documentales y he hecho muchos seguimientos para ver qué dicen y cómo se mueven. Todo esto me ha servido para hacer una novela que he intentado que sea lo más creíble posible.

–Tras tantos éxitos editoriales, ¿siente algún tipo de presión cuando se enfrenta a una nueva historia?

–Es verdad que hay presión porque tienes unas fechas de entrega, tienes una editorial detrás y unos lectores, ypero, sobre todo, está la presión que tú mismo te pones para hacerlo lo mejor posible, pero me siento afortunado por poder hacer lo que me gusta. Una novela nueva siempre es un reto. Intento siempre buscar temas que puedan interesar, no repetirme y hacer la mejor novela posible. También es importante que me divierta a la hora de escribir. He tenido algunos libros complicados por cuestiones de salud, familiares..., pero con éste he vuelto a divertirme mucho escribiendo.

“Para mí, el lector es sagrado y su opinión hay que escucharla”

–¿Cree que la literatura juvenil tiene la valoración que merece?

–Cada uno que piense lo que quiera, pero los que hacemos literatura juvenil sabemos la cantidad de lectores que tiene porque eso de que los jóvenes no leen no es cierto, pero parece que si no lees o no te gustan los clásicos parece que no lees. Los jóvenes leen mucho, pero leen lo que quieren. Evidentemente, tienen que conocer nuestra literatura clásica, que es muy rica, pero para aficionar a un chaval a leer tienes que darle temas y libros que entiendan y con los que se sientan identificados.

–Escribe para el público juvenil, pero ¿deberían leer sus novelas también sus padres?

–La literatura juvenil es una literatura para todos los públicos. Mucha gente cree que por tener 30-30-50 años ya no puede leer novela juvenil, pero no es así. Es una historia como cualquier otra, sólo que los personajes son jóvenes.

–Comenzó en el género de la novela romántica, pero dio un giro hacia el thriller, ¿por qué?

–Porque de vez en cuando hay que salir de la zona de confort.

–Todos hemos leído y visto muchos thrillers. ¿Cómo se logra mantener el suspense en el lector?

–Es complicado. Los escritores que escribimos este tipo de libros somos un poco tramposos, pero dentro de los límites. A mí, por ejemplo, no me gusta que un libro se resuelva con una supercasualidad. Intento dar pistas para que el lector piense qué puede ser, qué no, no lo dejo todo para el final. Por eso creo que la parte intermedia del libro es muy importante, no sólo para dar a conocer a los personajes, sino para de vez en cuando darle un susto o un respiro cuando menos se lo espera.

–¿Cómo es el público juvenil?

–Muy exigente, sincero y fiel. Si no le gusta algo te lo va a decir. Los halagos están bien, pero las críticas también son buenas. Para mí, el lector es sagrado y su opinión hay que escucharla. No cierro las puertas a otro público lector, pero consolidar una marca como Blue Jeans en literatura juvenil es muy difícil y si tuviera que escribir otro tipo de libros tendría que empezar de nuevo.

–¿Por qué París?

–Tengo una historia en Sevilla, la de Chopin, la anterior fue en los Pirineos, la anterior en un pueblo pequeño y quería hacerlo en un sitio más grande, incluso fuera de España. Lo único que quería mantener era que los personajes fueran jóvenes españoles porque son a los que mejor conozco, aunque siempre hay algún personaje latinoamericano. Estuvimos barajando entre Londres y París, pero creo que París para esta historia, con el glamur de los premios, era perfecta. Se habla de la historia del amor y la novela también tiene una historia de amor muy potente. Siempre que he ido a París ha estado oscuro. Aunque se la llame la Ciudad de la Luz a mí me parece inquitante, oscura, que llueve... Por eso me pareció la ciudad ideal para la novela.

–¿Sigue escribiendo en una cafetería?

–Sí. Siempre me voy a cafeterías a escribir salvo los dos libros que escribí durante la pandemia, pero me costó mucho porque estoy acostumbrado al ruido, al murmullo, a gente entrando y saliendo. Hasta el 2020 escribí en la cafetería que había en Callao, pero la cerraron ese año. Ahora me ido a una de la misma cadena que está prácticamente enfrente. Allí me paso muchas horas. En casa me distraigo mucho con el silencio. Cuando voy a esta cafetería me obligo a escribir. Es como si fuese a la oficina. Ahora vivo lejos y tardo una hora en metro. Así que ya que voy tengo que aprovechar el tiempo. Durante tres o cuatro meses, que es lo que dura mi proceso de escritura, voy prácticamente todos los días. En la otra cafetería hice muchos amigos. Los baristas que trabajaban allí incluso aparecen en mis agradecimientos.

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