Entrevista | Javier Martínez-Brocal Periodista

“Al papa le preocupa la polarización, que es un problema de la sociedad y de la Iglesia”

El vaticanista español acaba de publicar un libro-entrevista con Francisco en el que el pontífice revela su relación con Benedicto XVI

Martínez-Brocal, ayer, en el Centro de Estudios Aloya de Vigo.

Alba Villar

Rafa López

Rafa López

Javier Martínez-Brocal (Granada, 1978), corresponsal en el Vaticano de “ABC” y otros medios, dice que ha mantenido “la entrevista más delicada del pontificado”. El resultado es un libro que se ha publicado esta semana, “Papa Francisco. El sucesor” (Planeta), en el que Bergoglio revela la realidad de su relación con Benedicto XVI. Este fin de semana ha estado en Vigo, donde tiene familia, y ha dado una charla en el Centro de Estudios Superiores Aloya.

–Nadie le había propuesto al papa Francisco hablar extensamente sobre su relación con Benedicto XVI. Usted se lo propuso y parece que él tenía la misma idea.

–Sí, él tenía la percepción real de que había un sector de la Iglesia que consideraba que Benedicto y Francisco eran opuestos y enemigos. Cuando se lo propuse me dijo: “Javier, para mí Benedicto fue un padre. No te puedes imaginar lo que me ayudó en este camino”. Yo, de broma, le decía: “Santo padre, esto no lo sabe nadie”. Y aceptó la entrevista, pero me pidió un poco de tiempo. Desde que aceptó hasta que la hicimos pasaron seis o siete meses.

–Cuando Bergoglio cumplió 75 años y era arzobispo de Buenos Aires tenía que presentar su renuncia, como estipula el derecho canónico. Había presiones para que Benedicto XVI aceptase su renuncia, pero Ratzinger prorrogó el cargo.

–Sí. Francisco me decía que cuando él era cardenal, el papa Benedicto le concedía y le reconocía mucha libertad. De hecho, cuando él tenía ya la edad de jubilación de 75 años, la idea de los asesores del papa era que se jubilara y poner a alguien nuevo en Buenos Aires. Y Benedicto dijo: “¿Y por qué Jorge Mario Bergoglio tiene tantos enemigos? No, no. Que siga, que siga”. Y le prorrogó dos años. El papa Francisco dice que lo vivió como un gesto de confianza por parte de Benedicto XVI. Es parte de esas oposiciones artificiales que no existían.

El papa, con Javier Martínez-Brocal en el Vaticano.  | // CRISTIAN GENNARI

El papa, con Javier Martínez-Brocal en el Vaticano. / CRISTIAN GENNARI

–Dice Francisco que Juan Pablo II fue un papa dinámico y activo, con iniciativa, y que viajaba; y que Benedicto XVI fue un papa de transición. Él se ve como un papa “que hace mucho lío”. ¿A qué se refiere?

–El pontificado de Juan Pablo II fue muy largo, 27 años, y los cardenales dijeron que hacía falta consolidar, asimilar todo lo ocurrido en este tiempo. El problema es que ese pontificado, el de Benedicto, acabó con un gesto de ruptura total, que era una renuncia. Había que replantearse todo en el sentido católico, es decir, ver qué es lo que se puede proponer de un modo novedoso. Y ahí entró Francisco, que era un papa completamente diferente a lo que había habido antes. Estaba decidido a que la doctrina fuera muy creíble. Su estrategia era hablar no con discursos, sino con gestos que han cambiado no la doctrina, sino el modo de ponerla en práctica, el modo de ser católicos.

–También dice el papa en el libro: “Soy desordenado, tendría que ser más cuidadoso en eso”.

–Sí, eso me sorprendió [ríe]. Le dije: “¿Qué es lo que no se está entendiendo de usted? Hay mucha contestación, cada vez que hace algo se levantan muchas voces”. Y él dice: “Yo creo que es que soy un poco desordenado”. Tal vez en el modo de proponer, en el modo de exponerse, él se ve como una persona desordenada, en el sentido de que no se ciñe a la estructura.

“Francisco va creando ámbitos de libertad para él y para sus sucesores”

–Su primera rueda de prensa la dio en un avión. Es un papa que habla claro, sin solemnidad, con un lenguaje llano. ¿Nos lo parece a nosotros porque habla nuestro mismo idioma o es que es así?

–Es completamente así. El papa es como sale en la televisión. Es así porque es lo que le han pedido los cardenales que haga. Tenemos la renuncia de Benedicto, porque era un papa que estaba hiperprotegido por la estructura. Llega un momento en el que el papa parece que está trabajando para la curia y no la curia para el papa. Benedicto tenía poco margen de maniobra. Proponía cosas y decían: “No, esto no conviene. Esto nunca se ha hecho...”. Ese exceso de obediencia y de humildad hacia sus colaboradores le bloqueó. Estaba hiperprotegido. Y la clave de lectura que yo le doy a esto es que Francisco va creando ámbitos de libertad para él y para sus sucesores.

–¿Cómo?

–En cuanto es elegido papa, dice que no va a vivir en el Palacio Apostólico, no va a llevar zapatos rojos... Ahora dice que no va a ser enterrado en el Vaticano, sino en Santa María de la Mayor. No hay un único modo de ser papa. Se dice de broma que es un papa “radical”, en el sentido de que está quitando todo lo superficial para volver al mensaje esencial.

El papa, con Javier Martínez Brocal en el Vaticano.

El papa, con Javier Martínez Brocal en el Vaticano. / CRISTIAN GENNARI

–Entonces, ¿la decisión del papa de ser enterrado en Santa María de la Mayor, y no en las grutas vaticanas, es por esa libertad, y no tanto por su devoción por esa Virgen?

–Yo lo veo como ámbito de libertad. Es verdad que en otra entrevista dijo que había hecho una promesa a la Virgen. Pero esto a mí no me lo dijo. Él sale del balcón, recién elegido papa, y dice: “Mañana voy a ir a rezar ante una imagen de la Virgen”. Luego supimos que era Santa María de la Mayor. Quizá quiere también, simbólicamente, terminar en el mismo sitio. También dice que siempre que iba a Roma iba allí y que ese es el sitio que a él le gustaba.

–El papa ha dicho que en principio no renunciará, que no hará lo mismo que su predecesor...

–Sí, aunque mañana puede cambiar de opinión...

“Las renuncias las carga el diablo”

–¿Cree que ha visto lo que ha pasado con Benedito XVI y no quiere sufrir lo mismo que él?

–Las renuncias las carga el diablo, porque pueden tener dos efectos: uno, que haya un sector de la Iglesia que siga considerando papa a quien ha renunciado, o que le siga concediendo un papel de autoridad cuando ya no lo tiene; o bien que no se dé legitimidad a la elección del sucesor, porque consideren que la renuncia no es completamente válida, que es lo que ha pasado en estos diez años. Yo no creo que estos sean los principales motivos que llevan a Francisco a no renunciar. Creo que no renuncia porque quiere dar libertad a sus sucesores. Sabe que si él renuncia se convierte en la norma. Lo de Benedicto fue un gesto extraordinario en la historia de la Iglesia, y su idea es que se quede como un gesto extraordinario. Si ya hay dos papas seguidos que renuncian, ya es la normalidad.

–Uno de los responsables de esta situación de aislamiento, lo que hizo sufrir a Benedicto XVI, fue su secretario, Georg Gänsweing.

–Fue el entorno de Benedicto, no sólo el secretario. Es verdad que a lo mejor en el libro se cargan un poco las tintas contra él.

Martínez-Brocal, en el Centro de Estudios Aloya de Vigo.

Martínez-Brocal, en el Centro de Estudios Aloya de Vigo. / Alba Villar

–El papa emplea contra él la expresión más dura del libro [acusa a Gänsweing de “falta de nobleza y de humanidad”].

–Yo interpreto que el papa está intentando defender la memoria de Benedicto XVI. Que el día del funeral de Benedicto se publicaran sus documentos privados y se filtraran supuestas opiniones no verificadas ni verificables, que él había expresado en privado y que no tenían nada que ver con lo que había dicho en público... Imagínese que un colaborador del rey emérito publica correspondencia privada de él. Profesionalmente es una pérdida de confianza. La corona le diría que no podría seguir trabajando allí. El último encuentro de Benedicto XVI con los cardenales fue muy emocionante. Aparcó los papeles y dijo: “Entre vosotros está el próximo papa. Y yo desde ahora le garantizo mi total lealtad y mi completa obediencia”. Y el papa Francisco me decía: “Te aseguro que lo cumplió hasta el final”. El papa quiere que nadie tenga la mínima sospecha sobre la lealtad de Benedicto con el sucesor de Pedro. Creo que va más por allí que por darle un palo al secretario.

–¿Cuál cree que es ahora la principal preocupación del papa? ¿La iglesia en Alemania? En el libro le quita hierro.

–El libro acabó en enero. La Iglesia alemana ha dicho que va a someter a la autorización de la Santa Sede todas sus decisiones, y que no las llevará adelante si la Santa Sede no las aprueba. Alemania ya no es un problema. Lo era, pero ahora es un problema de soft power, de presión indirecta, pero no de amenaza.

–¿Qué le preocupa entonces?

–Creo que su preocupación es la polarización, que es un problema de la sociedad y de la iglesia. La Iglesia está en la sociedad y se ha contagiado. Es la polarización entre “estoy a favor de Benedicto” y “estoy a favor de Francisco”, sin escuchar a ninguno de los dos. Lo está intentando superar y que se escuchen todas las posiciones en la Iglesia con la sinodalidad. Yo creo que eso es lo que a él le preocupa ahora, que haya personas en la Iglesia que no quieran trabajar con quienes no tienen su misma opinión.

“Todos querríamos que viniera a Santiago. Pero ha cambiado el modo de elegir los viajes”

–Francisco dice que no quiere viajar a “países grandes”. Por eso no ha venido a Santiago de Compostela, entre otros lugares. ¿Cómo lo interpreta?

–Todos querríamos que el papa viniera a España y a Santiago. Ahora está en marcha un proyecto para que vaya en noviembre a Canarias. El papa ha cambiado el modo de elegir los viajes. No es tanto a donde haya más católicos, sino donde sea más necesaria su presencia. Su primer viaje fuera de Italia fue a Albania, donde no había ido jamás un papa, mientras que a España había ido Benedicto XVI tres veces; y Juan Pablo II, cinco. Cuando estuvimos en Albania y vimos la persecución a los católicos, la pregunta era: ¿por qué todavía no había venido ningún papa a Albania? Ahora ha ido a Mongolia, por 500 católicos que había allí, que son tan católicos como los de Granada, pero allí no había ido nunca nadie. Hay lista de espera. Yo le decía en broma que, si viene a España, vendría a Melilla. Él dice que la realidad se entiende desde las periferias, y por eso me imagino iría allí.

–¿Hay alguna pregunta que le hubiera querido hacer al papa y que quedase en el tintero, o que no se atrevió a hacer?

–Hay más preguntas, pero las guardamos para la segunda parte del libro. De hecho, el error del libro es decir que respondió a todas mis preguntas [ríe]. En la presentación del libro del pasado jueves, en Madrid, Yago de la Cierva [periodista gallego, experto en comunicación de crisis, que le sugirió la idea del libro] me dijo: “Se ve que no has hecho bien tu trabajo [porque no eludió ninguna cuestión]”.

-Ha apuntado que Benedicto XVI fue precisamente el que abrió la puerta a los sacerdotes casados, los anglicanos.

-A Benedicto XVI le habían puesto el sello de conservador, cuando es un papa que ha roto una tradición de la Iglesia con la renuncia, y que durante su pontificado realizó bastantes novedades. Es el primer papa que admite en el rito latino sacerdotes casados. Ya hay sacerdotes casados en el rito ucraniano, en el rito maronita del Líbano… pero el primer papa que los admite es Benedicto. Son excepciones. El problema del celibato de los curas es que la familia, cuidar a la mujer y a los niños, es una cosa muy seria. No puedes tener corazón en las dos cosas. La misión del cura es hacer sentir la cercanía de Dios a las personas. Un hombre casado no es tan libre para ser totalmente comprensivo con todo tipo de personas.

El papa, con Javier Martínez Brocal en el Vaticano.

El papa, con Javier Martínez Brocal en el Vaticano. / CRISTIAN GENNARI

-¿Se puede decir que ha sido el papa Francisco el que ha obligado a la Iglesia española a pedir un informe independiente sobre la pederastia, o ya se dieron pasos mucho antes?

-Cuando le hablo al papa de los abusos, él dice que fue Benedicto XVI el que hizo lo más difícil, que fue el que rompió con los consejos que le daban a Juan Pablo II. A Juan Pablo II sus colaboradores le decían no se reuniera ni de broma con las víctimas, porque sería aceptar un cierto grado de culpabilidad. Benedicto es el primer papa que tiene el coraje de reunirse con víctimas, pedir perdón, abrazarlas… y las víctimas lo agradecen mucho. El papa Francisco da un paso más y dice que los superiores que no hayan actuado de un modo correcto para impedir los abusos tienen que ser expulsados de ese cargo. Es un tema muy espinoso. No hay soluciones a corto plazo. Benedicto dio un paso y Francisco ha dado otro. Creo que la situación ahora es mejor que la que se encontró Francisco y que la que se encontró Benedicto. Es un problema que necesita tiempo. Tener delincuentes en la Iglesia es un problemón.

-Se ha publicado que el papa Francisco ha degradado al Opus Dei [sigue siendo una prelatura personal, pero el papa ha modificado la organización de las prelaturas personales], algo que ha despertado suspicacias al pertenecer el papa a los jesuitas. ¿Cómo lo interpreta?

-No es un tema que saliera en la entrevista. Las decisiones que está pidiendo el papa al Opus Dei se enmarcan en el resto de decisiones que pide al resto de realidades de laicos, que es centrarse más en el mensaje que en la estructura. Creo que eso será muy útil al Opus Dei, aunque las decisiones prácticas sean duras. Cuando te cambian tu modo de organizarte es difícil. Pero si es para el mensaje, para el espíritu del Opus Dei, tendrá buenos resultados a medio o largo plazo. Yo pertenezco al Opus Dei y no he tratado este tema con el papa, pero no he experimentado una desconfianza del papa hacia mí. Él ha dado la entrevista más delicada del pontificado a alguien del Opus Dei. Si no se fiara del Opus Dei, creo que no me la habría concedido.

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