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LA ESPUMA DE LAS HORAS

Conrad: la aventura era en realidad la vida

"El Negro del Narcissus", la novela con la que el escritor quería olvidarse del mar, sirvió para etiquetarlo irremediablemente

Joseph Conrad.

"Creí que se trataba de una aventura y en realidad era la vida". Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido como Joseph Conrad, pronunció estas palabras tras haber experimentado el naufragio de su existencia. En 2017 se cumplieron 120 años de la publicación de "El Negro del Narcissus", la novela que, según él, equivalía a una despedida de soltero en relación al mar y que, sin embargo, supuso su ingreso definitivo en un género al que nunca dejaría de pertenecer y que le marcó como escritor pese a los inútiles esfuerzos por librarse del encasillamiento.

Antes de escribir "El Negro del Narcissus", las dos novelas de Conrad que habían visto la luz, "La locura de Almayer" y "El vagabundo de las islas", eran marítimas. Entonces pensó que había terminado con el mar, pero el mar se negó a terminar con él, como explica el editor Allan H. Simmons en la nueva y monumental edición de Cambridge sobre "El Negro..."

Conrad siempre se resistió ferozmente a la etiqueta de escritor de género, y odiaba ser reconocido como un autor de "historias del mar". El interés de sus libros, insistía, estaba el reflejo que proyectaban sobre las profundidades del alma y de la condición humana. Al igual que su compañero expatriado Rudyard Kipling, que inventó la India para la ficción inglesa, Conrad tuvo la suerte de ser testigo de algo que en los salones de Londres resultaba exótico. Mientras que los escritores naturalistas como Zola evitaban la exuberancia tropical, Conrad y Kipling recurrieron deliberadamente a ella como trasfondo literario. Las historias que se desarrollaban en el mar eran en realidad historias sobre la vida. Pero ningún contemporáneo podría rivalizar con él en su conocimiento del medio en que se desenvolvían. Henry James se maravillaba con esa particularidad de Conrad. "Nadie ha tenido la ventaja de conocer para usarlas intelectualmente las cosas que conoce. Tiene como artista una autoridad de la que carecemos los demás". En la novela con la que debía deshacerse para siempre de su principal decorado, el escritor documentaba como un auténtico especialista la vida de a bordo, reproduciendo con precisión la lengua vernácula y soez de los marineros británicos, manipulando el ritmo a través de un uso matizado de la puntuación. La historia de James Wait, el marinero negro de St. Kitts, enfermo de tuberculosis, es una navegación literaria en toda la regla. De hecho causó tal impacto entre los lectores que jamás se libró de lo que precisamente pretendía evitar.

Huérfano desde los once años, Conrad decidió embarcarse a los dieciséis, uniéndose a la marina mercante francesa en Marsella como aprendiz. Este fue el comienzo de una carrera que después lo llevaría, enrolado en las filas de la marina británica, a alcanzar el grado de capitán. El hecho más asombroso para un escritor en inglés de su talla es que hasta la edad adulta Conrad no habló ese idioma, lo aprendió a los veinte años leyendo el " Times", las obras de Carlyle y de Shakespeare. En las travesías, empezó a escribir en su nueva lengua y ya nunca dejaría de hacerlo. Siendo un hombre de letras se convirtió en súbdito británico.

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