La profesora de la casa y la bici de colores

Pontevedra homenajea a María del Carmen Valle, la Señorita Carmiña, en el Día del Orgullo

Homenaje de ayer a María del Carmen Valle, con la simbólica bicicleta al fondo.

Homenaje de ayer a María del Carmen Valle, con la simbólica bicicleta al fondo. / Gustavo Santos

Para cuando María del Carmen Valle, A Señorita Carmiña, como la conocían sus alumnos y vecinos, recibió por primera vez en sus clases a Juan José Esperón ya era una joven acostumbrada a provocar asombro. “Lo primero que pensé”, recuerda el integrante de la Asociación O Chedeiro, “era que ella era completamente diferente a las demás mujeres de la parroquia. Con la poca edad que tenía, unos 6 o 7 años, percibí que era como unos 20 o 30 años más avanzada que las demás”.

Su sorprendente profesora había nacido en Cádiz, pero se quedó huérfana muy niña de madre y padre y fue acogida por su tío, el párroco de Lérez don Leandro del Río, del que recibió “una educación bastante elevada”, recuerdan sus vecinos. El sacerdote fue el primer sorprendido cuando pocos años después la joven decidió independizarse e irse a vivir sola, algo que a principios de los años 60 era, sencillamente, “muy fuerte, mucho, en una mujer”, recuerda Juan José Esperón.

Alquiló una casa en Pidre, y así fue como pasó a vivir en la parroquia de Cerponzóns. Recibía una pequeña pensión de orfandad de su padre militar, y decidió completarla dando clases particulares a los niños, que hoy la recuerdan bondadosa y exigente pero, especialmente, toda una rareza.

Su casa de piedra estaba completamente decorada de colores azules, amarillos, rojos, y también círculos, una vivienda diferente a la del resto de la parroquia, como ella misma.

“Vestía pantalones pitillo, botas altas de caña, llevaba el pelo corto y las cejas muy marcadas. Solía usar camisa y colores llamativos, también un anillo en forma de serpiente”, explican los estudiantes, varios de los cuales se dieron cita ayer en la Peregrina para recordar a María del Carmen Valle en el Día Internacional del Orgullo LGBTIQA+. En el homenaje no faltó una bicicleta adornada con cintas de colores, como la que solía usar la profesora para sus desplazamientos hasta Pontevedra.

Para escándalo de media villa, fumaba y no sentía interés alguno por los hombres. “Tuvo una única relación que sepamos”, explican sus vecinos a FARO, “una joven de Xeve, pero la dejó y se casó, mientras que la señorita siempre estuvo soltera”.

Soltera, pero no sola. Tenía el cariño de algunos vecinos, de sus alumnos y el amor incondicional de sus mascotas. “Siempre estaba rodeada de gatos y perros, se preocupaba mucho por ellos e incluso les hacía las mismas comidas que tomaba ella. Estaba convencida de que todos somos iguales”.

No así de sus coetáneos más impresentables. Sus alumnos recuerdan que “mucha gente se metía con ella”, al igual que con su vecino de enfrente, Juan Ucha “que también lo pasó muy mal por ser gay”, recuerdan, y que fue homenajeado el pasado año por O Chedeiro en el Día del Orgullo.

Con todo, María del Carmen Valle sabía defenderse. Tenía un carácter fuerte (quién sabe si herencia de su abuelo, del que contaba que fue el último general de Filipinas y del que conservaba varias armas) y también tierno. “No nos permitía desmanes”, resumen sus estudiantes, “pero nos daba clases en el jardín y nos traía fruta para merendar”. Ella les enseñó “respeto, que todos somos iguales, y que lo importante es que nos acepten como somos”. Los maestros, está escrito, nos dejan una huella eterna.

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