Opinión

Alberto González-Garcés*

Música en las catacumbas del Placer

Este fin de semana me fui a pasear por la Porta do Sol para ver las actividades del TAC! Festival de Arquitectura Urbana, que promueve la innovación y la experimentación en la arquitectura a través, entre otras cosas, de la construcción de un pabellón temporal en las ciudades donde se desarrolla. Además de los organizadores, Ministerio de Vivienda y Fundación Arquía (Arquitectura para un mundo mejor), colaboran el Concello de Vigo y el Colegio de Arquitectos de Galicia.

El pabellón de Vigo, bautizado como ¡Qué faena(r)! es la interpretación de una batea que, según sus autores, unos jóvenes arquitectos, es un encuentro entre naturaleza y artificio, tradición y mediación, implicando oficios e industria sostenible a través de la plataforma de una batea asentada sobre cuatro enormes flotadores de donde surgen en todas direcciones del espacio, redes, madera y granito rosado. La tierra, el mar como unidad de medida, la madera erosionada por la sal, las redes recuperadas del fondo marino, el “muerto” de rosa Porriño, la gravedad y el viento.

Me deleité contemplando el pabellón. Observé cuidadosamente cada uno de sus elementos. Al subir por la pendiente de la Porta do Sol me quedé sorprendido del conjunto, de la vista de la plaza, de la batea y de sus redes por las que parece nadar, algo sorprendido e incluso casi capturado, el Sireno. Espectacular.

Paseando me encontré con amigos y conocidos. Charlamos. Comentamos cosas de la vida, de la ciudad. Miramos el pabellón de la batea, la gente caminando, el bullicio de la plaza. Echamos de menos el reloj que la convierta de verdad en la plaza de referencia de la ciudad.

Uno de los amigos me comentó que esa tarde Santiago Meijide daría un concierto en uno de los cafés de la calle del Placer. Me quedé sorprendido y asombrado, Santiago Meijide, vigués, es uno de los mejores concertistas de música clásica de piano de Galicia. Quizá de los mejores de España. Formado en Moscú y en otras escuelas de Europa es un maravilloso pianista que no prodiga sus conciertos. Así que me fui al café donde iba a dar el concierto.

Fue muy curioso e inesperado. Las ciudades, sus actividades de todo tipo, algunas subterránes, te sorprenden en muchas ocasiones. Incluso a veces de manera positiva. Un gran concierto de la más pura música clásica, Bach, Beethoven, Chopin, Rachmaninov, en un austero sótano. El pianista rodeado de instrumentos musicales y de libros. Miro los movimientos de sus ágiles manos. A un pianista hay que verle las manos. Veo tras él libros y retratos. José Afonso, Fernado de Pessoa, las “Reflexiones sobre el Quijote” del admirado y casi olvidado Moreno Báez, Malasartes, los poemas de “Já o sol vai nascendo”… La música nos iba impregnando en los recovecos de la calle del Placer. Lo que me ha servido para componer el título pretendidamente provocativo de este artículo. Música, excelente música, en las catacumbas del Placer.