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La lección de Brais Méndez y Mbappé al fútbol y a los jóvenes

Brais Méndez, actual jugador de la Real Sociedad, durante un partido ante Osasuna en el que el portero rival le hace penalti.

Brais Méndez, actual jugador de la Real Sociedad, durante un partido ante Osasuna en el que el portero rival le hace penalti. / Efe

Los lectores de FARO DE VIGO se encontrarán hoy una amplia información protagonizada por Brais Méndez, el extraordinario futbolista gallego criado en el Celta y desde hace años enrolado en la Real Sociedad. El valioso contenido no está ubicado en las páginas de Deportes, sino en las de Sociedad, y esto es ya toda una declaración de intenciones. Porque Brais es un exitoso deportista, pero antes que eso se siente una persona con un compromiso vital, un ciudadano con una obligación moral, que tiene un mensaje para todos aquellos que quieran escucharle, especialmente los más jóvenes.

Brais es el protagonista de la nueva campaña de la onegé gallega Igaxes, cuya actividad se centra en el futuro de la infancia y la juventud en riesgo.Y lo es por iniciativa propia. No hubo que persuadirle, mucho menos convencerle. Brais se presentó voluntario. Les llamó y dijo: quiero colaborar. Dicho y hecho. Con Brais al frente del proyecto, el futbolista pidió a Igaxes que sellasen una alianza con FARO. Quería un medio de comunicación líder en Galicia para darle la máxima proyección a una campaña con el lema STOP Odio.

Así que en las últimas semanas Brais, Igaxes y FARO han colaborado en unas iniciativas de las que hemos venido informando. La última es la que encontrarán en las páginas de Sociedad (y en farodevigo.es). Tres diálogos del futbolista con el escritor Pedro Feijoo, la actriz y dramaturga Tamara Canosa y el árbitro de fútbol Javier Figueiredo. Las conversaciones, conducidas por nuestra subdirectora Irene Bascoy y basadas en experiencias personales, giraron en torno al odio, la violencia, el acoso, las agresiones físicas o verbales, el miedo y la salud mental. Los diálogos se grabaron en vídeo [pueden ver hoy amplios extractos en nuestra web] y se proyectarán en centros educativos de la comunidad.

Acostumbrados como estamos al glamour del fútbol, ya saben jóvenes millonarios que en muchos casos hacen ostentación de su fortuna –coches, relojes, ropa, casas, fiestas, vacaciones...–, resulta sorprende por lo extraordinario encontrarse con otro tipo de deportistas. Aquellos que sienten la necesidad de mostrarse al mundo como personas sensibles, incluso frágiles, con preocupaciones íntimas e inquietudes colectivas. Personas que sienten la necesidad de ayudar, de ser útiles más allá de su actividad profesional. Es decir, personas que se ven impelidas a quitarse el disfraz de ídolo para mostrarse como simples seres humanos. El caso de Brais Méndez, por su proximidad –es un chico de Mos de origen humilde– y por la claridad con la que se manifiesta es admirable.

Brais sabe que es un privilegiado, que su vida está al alcance de unos pocos. Porque está haciendo lo que le gusta y porque recibe por ello una buena cantidad de dinero. Pero el fútbol, la fama y el dinero no son suficientes para alcanzar eso que con tanta ligereza llamamos felicidad. Ni mucho menos.

“Ojalá casos como el de Brais Méndez o Mbappé dejen de ser una excepción. Que su ejemplo cunda entre sus compañeros; que estos asuman una responsabilidad social; que dejen de pensar en ellos mismos para echar un vistazo a lo que ocurre fuera de esa burbuja artificial que se han construido”

Él mismo tuvo que atravesar una zona oscura, tenebrosa, en la que la presión, el acoso, los insultos, las amenazas –una artillería destructiva disparada desde las redes sociales– lo dejaron al borde del KO. Su salud mental corrió un entonces un serio peligro. Solo, como confiesa durante los diálogos en FARO, con la ayuda de profesionales pudo superar un momento en el que dolor se imponía sobre su situación privilegiada. El dolor lo era todo. Una ayuda profesional a la que no piensa renunciar. Durante dos horas de conversación Brais, junto a sus invitados, dio toda una lección de sensatez, cordura, equilibrio. Un testimonio que debería ser materia obligada en las aulas.

Curiosamente, en la misma semana que Brais visitaba las instalaciones de FARO la megaestrella del balompié Kylian Mbappé aprovechaba todos los focos para lanzar un mensaje ajeno a su deporte. El futbolista animó a participar en las inminentes elecciones francesas, porque “los extremos [en alusión a la ultraderecha que está a las puertas del poder] están a las puertas del poder”. Además, dijo que ganar la Eurocopa era importante, aunque “había otras prioridades: somos futbolistas, pero también somos ciudadanos”. En una intervención inédita en los últimos tiempos en el fútbol – hay precedentes como el del brasileño Sócrates en los años 70 en su actitud rebelde contra la dictadura militar–, el astro francés llamó a proteger en las urnas los valores de “la diversidad la tolerancia y el respeto”. Y dirigiéndose a sus más jóvenes compatriotas les reconvino para no caer en la abstención: “Cada voto es muy importante”.

Haga lo haga en esta Eurocopa, Kylian Mbappé seguramente ya ha tenido su mejor actuación. La de un ciudadano responsable, comprometido y defensor de los valores democráticos, esos que garantizan nuestra libertad y que nunca se deben dar por seguros. La historia así nos lo enseña.

Los jóvenes siempre han necesitados referentes, espejos en los que mirarse. El deporte, y en especial el fútbol por su proyección planetaria, es quizá el más formidable. Con frecuencia las imágenes que proyectan sus protagonistas –lujo y superficialidad– no son las adecuadas, por su irrealidad, para los más jóvenes. Una ficción, una mascarada, que una multitud se cree y tiende a imitar. Esos dañinos estereotipos que fomentan estas élites del deporte –amplificados en sus propias redes sociales– generan con frecuencia frustración y avivan comportamientos contra los que deberíamos estar todos luchando.

Ojalá casos como el de Brais Méndez, o Mbappé, dejen de ser una excepción. Que su ejemplo cunda entre sus compañeros; que estos asuman una responsabilidad social; que dejen de pensar en ellos mismos para echar un vistazo a lo que ocurre fuera de esa burbuja artificial que se han construido. O, peor aún, le han construido otros. Una burbuja que deberían por el bien de todos, incluido el suyo propio, estallar. Pero si se resisten a hacerlo, al menos que no alimenten la ilusión de miles de jóvenes de que es posible entrar en ella, como si hubiese sitio para todos. Porque es mentira. La vida, la vida real, es otra cosa, y es conveniente que esa lección la aprendan cuanto antes.