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Juan José Millás.

TIERRA DE NADIE

Juan José Millás

Carencias crónicas

Cuando nada te engancha pero eres adicto al orden

Creo que soy un desadicto total. Nada me engancha. Se lo digo a mi psicoanalista y no me cree.

–Pero usted lee muchos libros –arguye–, muchas novelas.

–Podría dejar de hacerlo –le aseguro.

–Pruébelo y hablamos la semana que viene.

Me paso los siguientes días sin tocar un volumen. A las horas a las que habitualmente leía, me siento en el sofá, cierro los ojos y comienzo a recordar tramas novelescas que han formado parte de mi vida. Las recuerdo en desorden, de modo que voy de una novela de Patricia Highsmith a otra de Graham Greene o bien a una película de los hermanos Coen. Ignoro cómo unos argumentos me conducen a otros. A veces salto de la literatura o el cine a la canción: boleros, corridos mexicanos, música cubana de los setenta… El común denominador de cuanto me viene a la cabeza es la cohesión entre sus elementos. En otras palabras, que lo que sucede en el segundo párrafo o en la segunda estrofa o en la secuencia final guarden una estrecha relación con lo ocurrido anteriormente. Que las historias, pues, tengan sentido, que lo segundo se desprenda de lo primero y que el jueves venga siempre después del miércoles, etcétera. Me doy cuenta entonces de que soy adicto al orden, a la dirección, al significado. El lunes siguiente se lo comunico a mi psicoanalista:

Soy un adicto del sentido.

–Algo es algo –apunta ella.

–Soy un adicto del sentido –añado–, porque es aquello de lo que carece la vida. Somos adictos de lo que nos falta.

–¿Qué quiere decir?

–Tuve un compañero de trabajo alcohólico porque la bebida le proporcionaba una euforia que no estaba en su naturaleza. Y mi madre era adicta a los ansiolíticos porque no era capaz de encontrar la paz de otro modo. Tenía una carencia crónica de paz interior como otros tienen una carencia crónica de vitamina B. Mi vida carece de un sentido que encuentro en las novelas, en las películas y en las canciones con argumento.

–Entonces no es un desadicto total, que era lo que le preocupaba.

Casi total.

–Se nos ha hecho la hora –concluye ella interrumpiendo el relato.

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