Día mundial de la radiología: una oportunidad para una reflexión crítica

Francisco Tardáguila*

Tal día como hoy, pero en 1895, el ingeniero y físico alemán de la universidad de Wurzburgo, Wilheim Conrad Röentgen, descubrió un nuevo tipo de radiación electromagnética que denominó Rayos X, con la que hizo la primera y más famosa radiografía de la historia, una imagen del esqueleto de la mano de su mujer, Bertha.

Röentgen no quiso patentar su invento, renunciando a hacerse rico porque pensaba que los descubrimientos científicos que benefician a la humanidad no deben servir para el provecho individual, y donó la importante dotación económica del premio Nobel de Física, que le fue otorgado en 1901, a la universidad para la que trabajaba.

127 años después, ¿alguien puede imaginarse una medicina sin Radiología? En el hospital Ribera-Povisa hacemos cada año más de 100.000 exploraciones radiológicas. Es como si cada tres años hiciésemos estudios radiológicos a toda la población de Vigo. Y en un día como el de hoy sería conveniente hacernos esta pregunta: ¿Es realmente necesaria esta ingente cantidad de estudios radiológicos?

En España nunca ha habido tantos radiólogos como en la actualidad, pero jamás existió tanta escasez de profesionales como ahora. Prácticamente todos los servicios de Radiología están buscando radiólogos. ¿Cómo explicar, entonces, esta aparente contradicción entre mayor número y mayor necesidad de especialistas? La respuesta es sencilla: porque cada día se solicitan más exploraciones a personas en situaciones que no las necesitan.

Existe un factor primordial que puede explicar este cambio de comportamiento: se ha instalado entre los médicos la necesidad de protegerse. Se trata de evitar que “se te pase algo”. Puedes estar convencido de que un enfermo que, aparentemente, presenta una sintomatología sin importancia, no tiene nada, pero piensas: ¿Y si no es así? ¿Y si sus síntomas son solo las manifestaciones iniciales de alguna enfermedad importante? El temor a vernos delante de un juez que nos pregunte por qué no le hicimos al paciente la exploración que le hubiese permitido un diagnóstico precoz, y que habría salvado su vida, está modificando nuestra conducta. Ahora pedimos todo a todos. A los que pensamos enfermos y a los que creemos sanos. Solo así estaremos a salvo.

Esto tiene su precio. No solo son los efectos secundarios de la radiación, o el excesivo coste de este tipo de medicina. Hay un efecto perverso menos conocido. Los pacientes a los que se pide una exploración radiológica deben aguardar en una lista de espera hasta que les llegue su turno, y ocurre que estas listas, que podrían ser mucho más cortas, están ocupadas por solicitudes cuestionables de pacientes que no siempre las necesitan, pero están también las solicitudes de enfermos reales que sí las precisan, y de las que depende su vida, pero que deben esperar porque las listas están saturadas.

Hay más factores que explican el incremento de la petición de exploraciones. Los médicos estamos sometidos a la presión de un trabajo creciente en el que, con frecuencia, se cumple este axioma: “a menor tiempo para el paciente, pido más pruebas”. Otra explicación adicional al aumento de la demanda es la presión de los propios pacientes y sus familiares que, con frecuencia, exigen pruebas porque en la sociedad se ha instalado la falsa creencia de que, sin radiografías y sin análisis, es como si no te hubieran visto.

Hoy, en este día mundial de la Radiología, puede ser el momento de hacer autocrítica y de pensar en que, si no somos capaces de mantener las solicitudes dentro de lo razonable, podemos pagar el precio de colapsar el sistema. Creo que no estamos haciendo el mejor uso del invento de Röentgen. Él nos lo legó con toda su generosidad y nosotros no siempre lo estamos utilizando con el grado de responsabilidad al que estamos obligados por nuestro compromiso ético.

*Jefe del Servicio de Radiología del hospital Ribera Povisa

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