¿Cómo habría sido la torre medieval de Meira?
El historiador Juan Miguel González recrea la vida en este fuerte defensivo
J. Miguel González Fernández
Estas torres, cumpliendo una función estratégica, siempre se encuentran situadas en un lugar alto (96 m.), con una visión privilegiada del entorno, y la de Meira abarca por el sur fértiles valles cercanos y un tramo de costa de la ría de Vigo. Se asientan sobre un montículo o ”mota”, donde se ubicaban los cimientos de la construcción, como así es.
Lo frecuente es que estén rodeados de una (o más) “cercas” o muralla redonda o cuadrada, bien en madera o bien de piedra (quizás lo primero). Esta, además de un valor defensivo reducido siempre, delimita los espacios entre lo militar (o de guerra) y el exterior, donde habitan y trabajan los vasallos. A veces allí se impartía justicia.
Entre la cerca y la torre se encontraba un espacio más o menos amplio y llano, donde se ubicaba el pozo, fundamental en caso de asedio, para alimentarse los animales y para las humildes viviendas de los soldados o “sayones”; es el llamado patio de armas.
Las prospecciones arqueológica (1976) y más recientes han puesto al descubierto una torre del homenaje de planta rectangular realizada con bloques de granito bien trabajados de 5,7 por 5,9 metros de longitud exterior y de 3,6 por 3,4 m de longitud interior.
En el exterior una escalera de madera, luego de piedra, daba acceso adentro. La torre en sí se dividiría en varios niveles. El número de estancias varía, según fuese o no residencia del señor, que no es el caso del arzobispo de Santiago. Estaban diferenciadas con sólidos suelos de madera. La más baja, con la puerta, serviría de puesto de entrada, para controlar el acceso. En el primer piso se encontraba un a modo de salón donde se situaba la chimenea o simple fuego para calentarse y cocinar. Era el lugar de reunión de los habitantes de la fortaleza (guerreros), alrededor del preboste. Una habitación estaba destinada al “merino” o “castellano” y quizás su familia, en la que no podían faltar cortinones, cama y arcón donde se guardaban los objetos de valor. La parte superior, no siempre, albergaba la capilla, por ser el lugar más alto y próximo al cielo, presidido por el Ser Supremo.
Aunque lo que hasta aquí expuesto, insistimos, no pasa de una mera hipótesis, no parece que estuviese muy alejado de la realidad según los modelos semejantes y la base arqueológica. En el estado “desmochado” que hoy se encuentra no es mucho más lo que cabe conjeturar.
(*) Doctor en Historia
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