Centenario del nacimiento de la autora de “Nada” y Vacaciones y trabajo en Rodeira

Aquellos veranos que Carmen Laforet escribió en Cangas

Carmen Laforet, en la contraportada de su novela "La Insolación", editada en 1963. |

Carmen Laforet, en la contraportada de su novela "La Insolación", editada en 1963. | / Cristina González

Ya habían pasado 17 años desde que Carmen Laforet había ganado el Premio Nadal con su novela “Nada”, que revolucionó el panorama literario de la posguerra española, cuando llegó a Cangas para veranear. Fue en1962 y 1963, en una época en la que su marido, Manuel Cerezales, era director de FARO DE VIGO (1961-1964). “No paraba de escribir a máquina y, a veces, tecleaba en el balcón con su amiga Rosa Cajal”, recuerda la hija del pintor Antonio Nores, en cuya casa se hospedó.

“Nos vamos hacia las playas de Galicia. Nos vamos. Un veraneo antiguo, con muchos baúles y muchas maletas y muchos niños. Un veraneo largo, digno de los tiempos tranquilos de nuestros abuelos. Los niños de casa tienen suerte, porque sus padres trabajan lo mismo junto a las playas que entre las paredes de la casa de la ciudad… Así se expresaba Carmen Laforet el 4 de julio de 1962, en FARO DE VIGO, que dirigió su marido, el periodista y editor Manuel Cerezales entre 1961 y 1964, en el artículo “Hacia el noroeste”. La autora de “Nada” –Premio Nadal en 1945 y de cuyo nacimiento se cumplen mañana cien años–, se encontraba con la cruda realidad de la diferencia de viajar en trenes refrigerados hacia el Mediterráneo y en los de duro banco hacia el norte.

Así, en ferrocarril desde Madrid llegó Laforet (Barcelona, 6 de septiembre-Madrid, 28 de febrero de 2004) a Cangas, donde pasó los veranos de 1962 y 1963 en casas alquiladas cerca de la playa de Rodeira, en una etapa que fue crucial en su vida, en el futuro de su matrimonio –se separó en 1970 con cinco hijos en común con su esposo– y en su creación literaria.1963 fue el año de su última novela publicada en vida, “La insolación” , que narra en la España de posguerra, la adolescencia de Martín Soto, a los 14, 15 y 16 años, “en una vida que salvo ese largo sueño de los veranos, es pacífica y vulgar”.

La playa de Rodeira en los sesenta. |   // CEDIDA POR XERARDO DASAIRAS

La playa de Rodeira en los sesenta. | // CEDIDA POR XERARDO DASAIRAS / Cristina González

Después de aquello y pese a que “La insolación” estaba anunciada como la primera de las novelas de una trilogía que se llamaba “Tres pasos fuera del tiempo”, con tres momentos diferentes en la vida del protagonista, entre los años 40 y 60, Carmen Laforet entró en un silencio voluntario hasta su muerte en 2004, a los 82 años, tras una larga enfermedad degenerativa, solo roto en algunas ocasiones con publicaciones cortas de relatos y artículos. En el año de su fallecimiento se publicó a título póstumo la segunda novela de la trilogía, “Al volver la esquina”, y quizás en aquellos viajes de tantos baúles hacia el noroeste, iban manuscritos de toda esta obra que Carmen Laforet no quiso completar y de la que falta el último de los títulos “Jaque mate”.

“La insolación” con Rodeira al fondo.

Portada de la novela “La insolación” con Rodeira al fondo. / Fdv

“...Es por el turismo, –me explica una de mis hijas– El Taf que va a el Mediterráneo está refrigerado en honor al turismo. El turismo es una fuente de ingresos de la nación y nada tengo que decir en contra. Pero la explicación no me satisface lo más mínimo. Si en honor al turismo que va a las playas cálidas nos tenemos que sacrificar los que vamos a las playas frescas ¿quiere esto decir que Galicia debe estar vedada al turismo?”, señalaba la autora, a la que se recuerda en Cangas como “muy agradable, siempre trabajando, con la máquina de escribir en el balcón”, y muy discreta.

Matilde Llano, viuda de Antonio Nores, ante la casa familiar de Aldea de Arriba, en la que Carmen Laforet pasó su verano de 1963 alquilada en la planta superior.

Matilde Llano, viuda de Antonio Nores, ante la casa familiar de Aldea de Arriba, en la que Carmen Laforet pasó su verano de 1963 alquilada en la planta superior. / Gonzalo Núñez

Esas mismas máquinas de escribir a las que se refiere Laforet en “Hacia el noroeste” son las que nunca dejaron de sonar en la casa de Aldea de Arriba, muy cerca de la playa de Rodeira, en donde la escritora y su marido alquilaron en 1963 el piso de la primera planta. Era la casa del pintor Antonio Nores, que sigue tal cual era entonces, con ese color verde que la identifica en Cangas y resistiendo al bum inmobiliario que transformó el paisaje de aquellos años 60, de casas bajas a edificios de pisos. Era una vivienda “entre la villa y el campo”, según contó la escritora en una carta al escritor Bernardo Arrizabalaga. Matilde Llano Fernández, viuda de Antonio Nores hijo, recuerda que eran tiempos en los que “todos nos conocíamos y bajábamos en bañador a la playa”, así como los comentarios de su suegro y de su marido –fallecido hace algo más de un año– sobre Carmen Laforet. Matilde, natural de Monforte y que lleva unos 40 años en Cangas, no llegó a conocer personalmente a la literata, pero asegura que le decían que siempre estaba escribiendo.

Claudina Nores y Carmen Graña recuerdan de niñas a la escritora. |

Matilde Llano en su despacho, en la planta alta de la vivienda de Aldea de Arriba, con dos de los libros de Carmen Laforet.. | / Gonzalo Núñez

"Yo era una niña de 9 o 10 años y siempre la veía trabajar con la máquina de escribir, en aquel verano con su amiga Rosa Cajal"

Claudina Nores

— Hija del pintor Antonio Nores

Su cuñada e hija del pintor Antonio Nores, Claudina Nores, sí tiene en la mente el recuerdo de Laforet. Ella era una niña de unos 9 o 10 años, y con su amiga Carmen Graña, veían cómo trabajaba siempre con una máquina de escribir en el balcón de la fachada de la casa. A veces estaba con ella una amiga Rosa Cajal “y las oías teclear”. Rosa María Cajal, de Zaragoza, también era escritora y frecuentaba aquellos ambientes literarios madrileños de los años 40-50 en el Café Gijón, donde entabló amistad con Laforet.

La resistencia de la familia Nores a aquel bum inmobiliario de hace más de una década permite subir todavía por las mismas escaleras exteriores que Carmen Laforet, para ir a la vivienda que alquiló en 1963, y que ahora ya está unida a la planta baja por un ascensor con toques Art Decó.

Claudina Nores (dcha.) con su amiga desde la infancia Carmen Graña.

Claudina Nores (dcha.) con su amiga desde la infancia Carmen Graña. / Fdv

La casa sigue manteniendo ese recuerdo de un hogar en el que siempre se vivió la cultura, no solo por las pinturas de Antonio Nores que llenan las paredes, sino por el marido de Matilde Llano, activista en favor del patrimonio histórico y de la memoria histórica, que también fue autor de varias esculturas, como también por ella, profesora de gallego jubilada en el IES As Barxas de Moaña. En la misma planta alta en la que vivió Carmen Laforet, la viuda de Antonio Nores tiene su despacho y biblioteca. Busca, y en solo cuestión de minutos encuentra dos volúmenes antiguos de sendas obras de Laforet, una de ellas “La mujer nueva”, publicada en 1955, que la escritora regaló a su suegro. La otra es una edición de 1963, de la editorial Planeta, de “La insolación” que la editorial presenta en la lengüeta de la sobrecubierta como la primera publicación de la trilogía y anuncia la segunda “A la vuelta de la esquina”. El lector de “La insolación” reconocerá –detalla la editorial– “como antiguos amigos algunos personajes de este primer libro que vuelven a aparecer en “Al volver la esquina”, novela de juventud, lograda y rebelde en el Madrid de los años 50. Pero habría que esperar casi medio siglo para poder verla publicada.

Claudina Nores recuerda que Laforet se llevaba muy bien con su padre y le regaló un libro que él no le dejaba leer. Eran tiempos de dormir la siesta y confiesa que la curiosidad le pudo más y aquel libro cayó en sus manos, sin escandalizarla.

Vivienda "Riamar" en donde Carmen Laforet pasó su primer verano en Cangas, en 1962

Vivienda "Riamar" en donde Carmen Laforet pasó su primer verano en Cangas, en 1962 / Fdv

Cerca de la vivienda de los Nores, en la calle Concepción Arenal, sigue también en pie, envuelta entre edificios, la casa donde también Laforet pasó el primero de sus veranos cangueses, en 1962. Se llama “Riamar” y está en el número 51 de la calle Concepción Arenal, junto a las llamadas “casas baratas”, frente a las dunas de Rodeira. En ella le hizo una entrevista, al poco de llegar en julio de 1962, el entonces joven periodista Lorenzo Contreras para El Pueblo Gallego, que la describe como un chalet. Es la única entrevista que se le realizó en la villa morracense durante sus dos veraneos.

Homenaje de la Asociación Nacional de Escritores a Carmen Laforet en la casa "Riamar" en julio de 1962 en Cangas.

Homenaje de la Asociación Nacional de Escritores a Carmen Laforet en la casa "Riamar" en julio de 1962 en Cangas.

La casa “Riamar” fue comprada al año siguiente de haber veraneado Laforet, por una familia asturiana que llegó a Cangas por el negocio de la pesca. Era noviembre de 1962. La casa sigue en manos de la segunda generación de esta saga familiar que vuelve todos los veranos a Rodeira y en donde sí conviven los recuerdos de aquellas pandillas de adolescentes de las que formaban parte las hijas de Carmen Laforet.

Tiempos del veraneo adolescente de Julio Iglesias

Eran tiempos también del veraneo adolescente de Julio Iglesias, cuando todavía no era cantante, sino el hijo del doctor Iglesias. Como recuerda el artista cangués Camilo Camaño, la localidad iba siendo un lugar atractivo, “asiduos visitantes acudían á terraza do Pote a degustar das prezadas viandas e mariscos, tamén os peixiños do día do Macillos e comezaba a soar Simón. Acaso esta sona do bo xantar, xunguido á benigna climatoloxía, fermosa xeografía e acolledora xente, fixesen que ademais dos habituais veraneantes, acudisen personalidades de varios ámbitos: intelectuais como Laforet, Cunqueiro, Celso Emilio, xa adoitaban ambientar a nosa vila e, con certo hábito na compaña de Castroviejo”.

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