“Muchos tripulantes lloramos al encontrar el cuerpo de Olivia”
Un vecino de O Morrazo, de la tripulación del “Ángeles Alvariño”, narra el duro día a día en la búsqueda de las niñas asesinadas en Canarias
“Cuando encontramos el cuerpo de Olivia solo vimos la bolsa y notamos el olor cuando llegaron los restos al barco, antes de que se los llevase la Guardia Civil, pero no paramos de darle a la cabeza y a muchos se nos cayeron las lágrimas.”
Quien así habla es un vecino de O Morrazo, integrante de la tripulación del buque oceanográfico Ángeles Alvariño que trabajó hasta ayer mismo en la búsqueda de los cuerpos de las niñas desaparecidas en Tenerife desde el mes de abril y del padre que presuntamente acabó con sus vidas: Tomás Gimeno y las pequeñas Anna y Olivia. Este morracense trabajó hasta la extenuación como sus compañeros. Formó parte de la tripulación de 14 personas que estaba presente cuando aparecieron los restos de Olivia, los únicos encontrados.
“Cuando llegamos allí la policía ya tenía delimitado el campo sobre el que había que buscar. Barrimos toda la zona tanto con una sonda como con una maquinaria de barrido lateral, que detectaba cualquier objeto que se identificaba en el fondo. Después el robot submarino bajaba a comprobar todo lo identificado”, recuerda.
Repasa mentalmente todo lo vivido esos días. “La operación se iba a acabar, inicialmente, el día 8 de junio, pero dos días antes de esa fecha encontramos la botella de oxígeno y el famoso edredón. Por eso decidió la juez prolongar la búsqueda”.
"No vimos nada porque el cuerpo estaba en una bolsa. Se encontró a las 11 de la mañana –lastrado con un ancla– y no se pudo reflotar hasta las cinco de la tarde"
Solo tuvieron que esperar dos días para conocer la trágica noticia. “Aparecieron entonces los restos de la niña, Olivia”. Reconoce el shock, pese a que tanto él como sus compañeros llegaron a la zona mentalizados de la tarea emocionalmente dura que tenían por delante.
“No vimos nada porque el cuerpo estaba en una bolsa. Se encontró a las 11 de la mañana –lastrado con un ancla– y no se pudo reflotar hasta las cinco de la tarde. No ves nada pero no paras de darle vueltas a la cabeza. Los tripulantes no comimos. No estamos acostumbrados a esas cosas porque el Ángeles Alvariño no se dedica a eso. Nos cuadró ir porque teníamos el robot en otras tareas”, señala.
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