Delia Fiallo y la cultura de masas

En el centenario de la más popular guionista de telenovelas

La escritora y guionista Delia Fiallo.

La escritora y guionista Delia Fiallo. / FdV

Mario Vargas Llosa dijo en una ocasión que la escritora asturiana Corín Tellado fue probablemente el fenómeno sociocultural más notable que haya experimentado la lengua española desde el Siglo de Oro. No lo decía por la calidad literaria de sus novelas sino por su influencia en la manera de sentir, hablar, amar, odiar y entender la vida y las relaciones humanas. Corín Tellado escribió más de 4.500 novelas rosa y sólo unas pocas fueron adaptadas a la televisión. Muchas menos escribió la cubana Delia Fiallo que fue, sin embargo, la mujer más influyente en la sicología femenina gracias sobre todo a sus telenovelas.

Millones de personas, en su mayoría mujeres, deben a Delia Fiallo que alimentara sus ensueños durante años con las historias que inventaba para la televisión. Fue la escritora más prolífica de telenovelas, que se emitieron en todo el mundo y que engancharon a espectadores de todas las culturas, de Iberoamérica al extremo oriente asiático, incluyendo Europa y los países árabes. Se calcula que unos dos mil millones de personas las han visto. Delia Fiallo nació en La Habana el 4 de julio de 1924, y murió en Coral Gables, Miami, cinco días antes de cumplir 97 mientras escribía su autobiografía.

Hija única de una ama de casa y de un médico rural que cambiaban frecuentemente de residencia, después de doctorarse en Filosofía y Letras en La Habana en 1947 entró a trabajar en el departamento de Cultura del Ministerio de Educación, pero la burocracia no estaba en sus planes de futuro desde que la lectura de “Naná” de Émile Zola, cuando era una niña, despertara su vocación literaria. Su amor por los animales le tentaba a estudiar Veterinaria, una profesión a la que su madre se oponía porque pensaba para ella “una carrera de adorno”. Entonces ya escribía poesías y relatos, ganando incluso algún que otro concurso. Con 24 años se hizo con el Premio Internacional Hernández Catá con el cuento “El otro”, una historia de amor y violencia en la Cuba rural, que superó en votos al que había presentado Guillermo Cabrera Infante. Su primer trabajo en las ondas fue en Radio Progreso de La Habana, en “Destino de mujer”, un programa de variedades para las radioyentes cubanas. En la televisión entró a trabajar en 1957 en “Miércoles de amor Palmolive”, un espacio en la estela de las estrategias de las soap operas norteamericanas. Sus jefes la animaban a escribir novelas románticas, pero ella se negaba porque se consideraba una intelectual. De hecho, su primer trabajo para la televisión fue una adaptación de “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos. Al final probó suerte y alcanzó inesperadamente una gran notoriedad como escritora de novelas rosa. Este prestigio le permitió ser la primera mujer que escribió una telenovela para ser emitida en horario de prime time. Se titulaba “Hasta que la muerte nos separe” y con ella inició una carrera que prometía un enorme éxito en Cuba, sin descartar una proyección internacional, al menos en los países de habla hispana. Pero en 1959 Fidel Castro y su revolución vinieron a interrumpir aquella trayectoria. Llegó el Comandante y mandó parar.

La animaban a escribir novelas románticas, pero ella se consideraba una intelectual

De ideología liberal, algunas de las novelas de Delia Fiallo contenían elementos de crítica a dictaduras como la que gobernaba Cuba con Fulgencio Batista. Con la revolución continuó su línea crítica, entonces con el régimen comunista. Las autoridades la interrogaron sobre el mensaje implícito en su novela “México indómito”, que consideraban contrarrevolucionario. Desde entonces sus jefes sólo le encargaban adaptar cuentos infantiles. Salió de Cuba en diciembre de 1966 con su marido, el actor y director de radio Bernardo Pascual, y sus cinco hijos, para exiliarse en Miami.

Exilio

Los comienzos fuera de Cuba no fueron fáciles. Para mantener a su familia escribía hasta 35 páginas diarias en una máquina marca Adler que conservó hasta sus últimos días (nunca en un ordenador). Al día siguiente de terminar una novela ya comenzaba a escribir la siguiente. Fue la cadena venezolana Venevisión la que dio en adaptar una de aquellas novelas rosa, “Lucecita”, que Fiallo había publicado con el título de “El ángel perverso”, para un público mayoritario de amas de casa. El éxito fue tan fulminante y masivo que hizo que se exportara a todo el mundo y se doblara a muchos idiomas. Experimentó para la televisión el formato de continuidad, lo que en la literatura popular del siglo XIX había sido la novela por entregas. En la radio y la televisión a este género se le llamó culebrón por el interminable número de capítulos de que constaba. Siguió colaborando durante más de veinte años con varios canales de la televisión venezolana y también con Radio Caracas. Muchos años después, ya retirada de la escritura de telenovelas, decidió romper con la industria audiovisual de este país cuando Hugo Chávez llegó al Gobierno.

La última telenovela que escribió Delia Fiallo fue “Cristal”, emitida con éxito en todo el mundo en los años 80 del siglo pasado (en TVE tuvo picos de audiencia de más de 18 millones de espectadores). Otras fueron “Esmeralda”, “Topacio” o “La heredera”, que tuvieron un nivel de popularidad pocas veces alcanzado por un programa de televisión. El récord lo ostenta “Kasandra”, adaptación de uno de sus primeros libros publicado con el título de “La peregrina”, que se convirtió en la telenovela más vendida de toda la historia de la televisión, traducida a veinte idiomas y emitida en 159 países, incluidos China y Kazajistán. Durante la guerra de Yugoslavia un periódico serbio publicó un comentario en el que aseguraba que todos los días a las nueve de la noche había un momento de calma. Era la hora en que se emitía “Kasandra”.

Delia Fiallo decía que el secreto de su éxito estaba en centrar sus guiones en los sentimientos y no en la violencia, el morbo, el sexo o el narcotráfico: “Descubrí que la telenovela era una manera de transmitir emociones más potente que la alta literatura y que no puede haber arte más digno y más hermoso que el de conmover hasta las lágrimas”. Algo parecido a lo que Vargas Llosa había dicho de Corín Tellado.

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