El ciclismo como arma política

El profesor de Ciencias Sociales Ramón Usall recorre la historia de este deporte y de sus relaciones con los acontecimientos que en algunos momentos condicionaron el desarrollo de las pruebas

El heroico ciclista italiano Gino Barteli. |   // FDV

El heroico ciclista italiano Gino Barteli. | // FDV

A pocas fechas del comienzo de una nueva edición del Tour de Francia es interesante analizar algunos acontecimientos históricos de esta prueba ciclista y de otras como el Giro o la Vuelta a España. Un libro del profesor de Ciencias Sociales Ramón Usall, “Un siglo cuesta arriba” (Altamarea), recorre la historia del ciclismo y de sus relaciones con los acontecimientos sociales y políticos que en algunos momentos condicionaron el desarrollo de las pruebas y en otros influyeron en su futuro.

Una de las circunstancias que hoy sorprende de todas las grandes pruebas es la de su nacimiento bajo el patrocinio de algún periódico. El Tour inició su andadura en 1903 bajo el impulso del diario “L’Auto”, el Giro nació en Milán gracias a la “Gazetta dello Sport”, y el diario “Informaciones” organizó desde su nacimiento en 1935 las primeras ediciones de la Vuelta a España (después de la Segunda Guerra Mundial el diario “Ya” sustituyó a “Informaciones” y más tarde se hizo cargo “El Diario Español-El Pueblo Vasco”). En Bélgica fue el periódico flamenco “Sport Wereld” el que financió La Ronde. Hoy es impensable que un periódico pueda aventurarse en organizar una prueba deportiva de esta envergadura.

El Tour político

La bicicleta, un invento de Karl F. von Drais, se vio por primera vez en las calles de Francia en 1818 y muy pronto se convirtió en el vehículo más utilizado por las clases populares para el transporte y el ocio. El deporte aún tardaría algunos años en convertir el artilugio en un elemento de competición y las primeras carreras no se celebraron hasta 1868.

El origen de Tour está relacionado con el caso Dreyfus, que dividió a la sociedad francesa en partidarios y detractores de este oficial de origen judío condenado injustamente por traición. El posicionamiento del diario “Le Vélo” a favor de Dreyfus provocó la retirada de sus páginas de anunciantes conservadores y antisemitas y el ascenso de “L’Auto”, el periódico de la competencia nacido de una escisión del primero. Para superar las ventas de su competidor, “L’Auto” impulsó la creación de una carrera de bicicletas que daría la vuelta a Francia. El 1 de julio de 1903, 59 ciclistas tomaron la salida en Villeneuve-Saint-Georges para recorrer en seis etapas los 2428 kilómetros que separaban esta localidad de París. Llegaron 21 corredores y el primer ganador fue Maurice Garin.

La politización de la prueba siguió manifestándose en sucesivas ediciones. Así, en 1906 los organizadores decidieron que la caravana recorriese los territorios de Alsacia y Lorena, entonces bajo soberanía alemana, como una reivindicación de su retorno a Francia. Al paso de los ciclistas, muchos asistentes del público entonaban La Marsellesa, por lo que en 1911 Alemania prohibió expresamente el recorrido, que no volvió a formar parte del itinerario hasta que después de la Primera Guerra Mundial volvieron a ser territorios franceses.

En 1936, gracias a la medida de 15 días de vacaciones pagadas aprobada por el Gobierno del Frente Popular, el Tour aumentó la asistencia del público en todo el recorrido. Entonces los equipos representaban a selecciones nacionales y no se permitió la participación de Italia a causa de la invasión de Etiopía por el régimen de Mussolini. En esa misma edición los ciclistas españoles que participaban en el Tour fueron sorprendidos por el comienzo de la guerra civil. Julián Berrendero, premio de la montaña, fue detenido a su regreso de Francia.

Dada la repercusión internacional que ya alcanzaba el Tour, en 1938 Mussolini quiso explotar la victoria del italiano Bartali, que ganó la prueba y el premio de la montaña. Pero Bartali era un convencido antifascista y no se dejó manipular por el Duce. Durante la Segunda Guerra Mundial el ciclista salvaría la vida de muchos judíos. Volvió a ganar el Tour en 1948, el año en que el atentado contra el líder comunista Togliatti sumió a Italia en un panorama caótico de manifestaciones, huelgas y disturbios. Una madrugada, el presidente del gobierno Alcide de Gasperi llamó por teléfono a Bartali para pedirle una gesta que subiese los ánimos de la sociedad italiana. El líder Bobet le sacaba entonces veinte minutos en la general, pero Bartali remontó esta diferencia y en dos etapas se enfundó el maillot amarillo y ganó el Tour. Efectivamente, la victoria de Bartali tuvo un efecto balsámico y los elogios al corredor sustituyeron a los actos revolucionarios.

Escaparate del nacionalismo

Los enfrentamientos entre las comunidades flamenca y valona fueron constantes en las primeras ediciones de La Ronde belga hasta el punto de que el nacionalismo flamenco creó en 1913 el Tour de Flandes como alternativa a La Ronde para reivindicarse como territorio independiente.

En Irlanda, el héroe del independentismo Michael Collins hizo de la bicicleta un símbolo de la lucha por la independencia al recorrer el país montado en una popular High Nelly para llevar su mensaje a todo el territorio. Irlanda fue uno de los primeros países en tener un club ciclista, el Irish Champion Bicycle, en 1870. El terrorismo utilizó por primera vez una bicicleta-bomba en 1939 y el IRA repitió el procedimiento en 1976 y 1994.

En España, la creación de La Vuelta fue idea del exciclista Clemente López Dóriga, entonces periodista de “Informaciones”, un diario que estaba financiado en parte por el Tercer Reich de Adolf Hitler. En la primera convocatoria, que ganó el belga Gustaaf Debor, se corrieron 14 etapas con salida y llegada en Madrid.

España fue también testigo de la utilización de la Vuelta como escaparate de las reivindicaciones independentistas del País Vasco. Ya en 1924, en plena Dictadura de Primo de Rivera, una facción del PNV creó la Vuelta al País Vasco para delimitar las fronteras de Euzkadi, incluyendo una etapa en Bayona, en territorio vascofrancés. La intención de los nacionalistas de que el País Vasco no formase parte de la Vuelta a España se manifestó desde los primeros años y se fue agravando con el tiempo. En 1968 se sembraron de chinchetas algunos recorridos y se vertió aceite en curvas peligrosas que provocaron caídas de ciclistas. Ese año una bomba interrumpió la caravana a su paso por Navarra y otra en el recorrido Vitoria-Pamplona. Los incidentes, que se repitieron en 1977 y 1978 (la Vuelta más accidentada de la historia), hicieron que “El Correo Español-El Pueblo Vasco” abandonase la organización de la prueba. Unipublic, que sustituyó al periódico, decidió eliminar el itinerario de la Vuelta en Euzkadi. Tuvieron que pasar 33 años para que regresara.