El día que el otro caudillo desembarcó en Vigo

La presencia del dictador dominicano Leónidas Trujillo tuvo un impacto mediático enorme

Vigo le brindó una recepción extraordinaria: cientos de barcos y una multitud en la calleal declararse el día medio festivo

Llegada del buque “Antille” al puerto de Vigo

Llegada del buque “Antille” al puerto de Vigo

Acaban de cumplirse 70 años de la llegada a Vigo del expresidente y generalísimo del ejército de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo Molina, que en la mañana del 2 de junio de 1954 pisaba el muelle de la estación marítima viguesa tras desembarcar del flamante trasatlántico francés Antilles, que arribaba procedente de la isla caribeña de Guadalupe empavesado con las banderas del código internacional de señales en honor a su ilustre huésped.

La visita del dictador dominicano fue seguida por los medios con enorme interés, no en vano venía a España para entrevistarse con otro dictador: Franco. Ese día los escolares no tuvieron clase y los trabajadores fueron liberados de asistir a sus puestos media jornada para facilitar que la población se echara a la calle a vitorear al otro generalísimo.

Leónidas Trujillo pasa revista a soldados de la Escuela de Transmisiones.

Leónidas Trujillo pasa revista a soldados de la Escuela de Transmisiones. / RTVE

Trujillo llegaba a Vigo como uno de los tiranos más sanguinarios de América Latina bajo cuyo mandato directo, o bien moviendo los hilos a la sombra de presidentes títeres, asesinó a decenas de miles de personas por motivos ideológicos, racistas o simplemente para que no le hicieran sombra en el mundo de la política.

Tras una turbulenta juventud en la que llegó a estar encarcelado por robo, Trujillo llegó a ser oficial de policía entrenado por los marines estadounidenses, llegando al poder en agosto de 1930 al ganar por mayoría unas elecciones fraudulentas en las que hizo desaparecer a sus rivales políticos con el apoyo del general norteamericano Richard M. Cutts, a cuyo mando tenía su temido cuerpo especial de hampones.

Soldados de la Escuela de Transmisiones

Soldados de la Escuela de Transmisiones / RTVE

“El benefactor de la patria”, como se autoproclamó el nuevo presidente, resultó ser “El dueño de la patria”, ya que desde un principio el plan trujillista se caracterizaba por el uso del aparato estatal para la acumulación de riquezas para él y su clan familiar, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos del mundo. Cuando fue asesinado por la CIA en mayo de 1961, Trujillo era dueño de más de la mitad de la industria azucarera del país y controlaba 111 empresas.

Otra de las obsesiones del dominicano era el culto a la personalidad, la moral y las costumbres católicas, pero sobre todo su odio al comunismo. En su delirio, nombró coronel a su hijo Ramfis, de cuatro años de edad, ascendiéndolo a general cinco años más tarde. Apodado popularmente el chapitas por su apego a las medallas, también lo fue el chivo, en este caso por Vargas Llosa en referencia a su voraz apetito sexual tal como describe en su libro La fiesta del chivo.

Parte del público femenino acudió ataviado con vestidos gallegos

Parte del público femenino acudió ataviado con vestidos gallegos / RTVE

Trujillo demostró su pasión por las mujeres desde temprana edad. Estuvo casado dos veces, pero se le atribuyen diez hijos reconocidos de sus dos esposas y de otras cuatro mujeres, así como de un número indeterminado de amantes ocasionales.

Trujillo desembarcó en Vigo acompañado de su mujer María de los Ángeles Martínez en el momento que España iba dejando atrás las miserias de la posguerra y empezaba a restablecer relaciones diplomáticas con numerosos países, entre ellos democracias de occidente. Por si fuera poco, en diciembre de 1950 el Gobierno de Franco recibía el espaldarazo de los propios EE.UU. con el restablecimiento de relaciones diplomáticas. En 1953 el dictador español firma acuerdos de defensa mutua y de ayuda económica con los americanos en virtud de los cuales estos incrementaban su presencia en Europa ante su cada vez mayor distanciamiento con la URSS, asegurándose la apertura de bases militares. Pocos meses más tarde, España era admitida en la UNESCO y en 1955, en la OTAN.

Tres días después de la llegada de Trujillo a Vigo, arribaba al puerto vigués el yate presidencial Presidente Trujillo, como sería bautizado por el propio mandatario en un alarde de vanidad. El yate, una antigua fragata canadiense de 1944, sería adquirida por la armada dominicana tan solo dos años más tarde para reconvertirla en yate presidencial. Tras el asesinato de Trujillo sería recuperada por la armada siendo rebautizada Mella.

En busca de mano de obra

El yate había llegado a Vigo procedente de Guadalupe a donde había trasladado al dictador desde la República Dominicana para que él y sus acompañantes hicieran la travesía del Atlántico en el Antilles. Tal eran las dimensiones del yate (92 metros de eslora), que a bordo viajaba una dotación de 11 oficiales y 88 marineros. Según cuentan las crónicas, el motivo de esta escala en Vigo era para repostar combustible.

Trujillo acompañado por su mujer María de los Ángeles Martínez saluda a las tropas.

Trujillo acompañado por su mujer María de los Ángeles Martínez saluda a las tropas. / RTVE

Trujillo no venía a España de vacaciones, aunque aprovechó el viaje para realizar visitas turísticas con Franco como anfitrión. El hermetismo no dejaba resquicio posible a la filtración de los verdaderos motivos de su visita, aunque más tarde se sabría que le propuso a Franco impulsar la emigración española hacia su país como mano de obra agrícola y pecuaria básicamente, y de paso blanquear la zona fronteriza con Haití, cuya raza era mayoritariamente negra.

La limpieza étnica realizada por Trujillo en 1937, asesinando en masa a miles de haitianos, tuvo como consecuencia directa la escasez de jornaleros en la región, por lo que se hacía imperioso reforzarla con trabajadores con la promulgación de nuevas leyes en los años cincuenta, ya que la anterior ley de inmigración de 1939 había resultado un fracaso.

Además de las altas condecoraciones otorgadas por Franco, al dominicano y a su séquito se les brindó el honor de inaugurar el recién construido Palacio de la Moncloa, destinado a ser residencia de jefes de estado y de altas personalidades en visita a España y donde se alojó con su familia durante su estancia en Madrid. En 1977 se cambió su uso pasando a ser la residencia del presidente del Gobierno.

Tras viajar a Aranjuez, Toledo y Ávila, Trujillo se desplazó a Barcelona desde donde embarcó con destino a Italia. En el Vaticano fue recibido por el papa Pío XI y desde aquí continuó a Cádiz en el buque de guerra español Miguel de Cervantes. Años después Trujillo se enfrentó a los propios EE UU. haciendo caso omiso a las presiones de éstos para que abandonara el poder ante los desmanes del dictador, que incluso causaban malestar a los propios norteamericanos.

Pero para evitar que prendiera entre los dominicanos la llama de la revolución como acababa de suceder en Cuba, EE UU dejaría de presionarlo a la espera de que el dictador pagara con su vida sus propios excesos. Fue en la noche del 30 de mayo de 1961 cuando sería víctima de una emboscada tendida por once hombres armados con material facilitado por la CIA, mientras se dirigía en automóvil a visitar a una de sus amantes.

Con el gobierno descabezado, meses más tarde la fuerza aérea se reveló contra el propio gobierno presidido por el trujillista Joaquín Balaguer, bombardeando varios cuarteles, lo que provocó la rendición del ejército. La familia de Trujillo, con Ramfis al frente, huyó en el yate Angelita (la mayor embarcación de recreo privada del mundo en ese momento), llevándose con ellos el cadáver del dictador y 90 millones de dólares en cheques y lingotes de oro. Su destino era la vecina isla de Guadalupe desde donde pusieron rumbo a Cannes, aunque fuerzas de seguridad de la armada portuguesa abortaron la huida cuando el Angelita estaba en aguas de las Azores.

El féretro en el que descansaba Trujillo fue enviado a París en avión para ser enterrado en el cementerio de Pere Chaise. En 1970 la familia Trujillo decidió trasladar sus restos al mausoleo que poseían en el cementerio madrileño de Mingorrubio, donde ya descansaba su hijo Ramfis, exiliado en España y fallecido en diciembre de 1969 diez días después de haberse estrellado con su Ferrari 330 GT. El mismo cementerio a donde en 2019 serían trasladados los restos de Franco. Ironías del destino, ese día los dos dictadores volvían a encontrarse.

Mención aparte merece el yate Angelita. Este yate todavía navega hoy como embarcación de cruceros de ultra lujo con el nombre de Sea Cloud y en cuya hoja de servicios figura un fondeo en las islas Cíes el 10 de junio de 2011 con 49 cruceristas estadounidenses. La majestuosa fragata de cuatro palos y 110 metros de eslora había sido construida en 1931 como Hussar para un afamado hombre de negocios estadounidense que deseaba regalárselo a su esposa, después de que ésta le hubiera confesado que deseaba ser la poseedora del velero más lujoso jamás construido.

Para ello no se escatimaron medios y el barco fue equipado con baños de mármol de Carrara, griferías de oro, maderas nobles, valiosos tapices orientales y un largo inventario de detalles al máximo nivel. En 1955, al año siguiente de la visita de Trujillo a España, el yate fue comprado por éste rebautizándolo con el nombre de su hija menor. Pero el gran beneficiario de la singular embarcación fue su hijo Ramfis, convertido en un play boy imprudente y caprichoso que despertaba admiración más por su riqueza que por sus dotes de seducción.

A bordo del Angelita Ramfis organizaba fiestas y cruceros privados entre cuyos invitados no era raro ver a estrellas de Hollywood, como Joan Collins, Zsa Zsa Gabor o Kim Novak. La muerte de Trujillo marcaría un antes y un después para el Angelita, que vivió sus años más convulsos en los que cambió varias veces de dueño y nombre, siendo incluso inmovilizado durante ocho años por sentencias judiciales por tráfico de drogas y actos de piratería. Finalmente, el airoso velero fue recuperado por Sea Cloud Cruises en 1978, para devolverle el esplendor de sus días más gloriosos, con los que todavía navega orgulloso después de haber nacido hace casi un siglo para hacer realidad el sueño de una pareja millonaria.