“El político corrupto es una ‘rara avis’; se desconfía de él porque se ignora su actividad"

El exfiscal jefe de Pontevedra participó ayer en un coloquio con empresarios en el Círculo

Juan Carlos Aladro, a su llegada al Círculo de Empresarios

Juan Carlos Aladro, a su llegada al Círculo de Empresarios / A. Irago

Hace aproximadamente un año que Juan Carlos Aladro dejó su despacho en la Fiscalía para asumir las riendas del Consello de Contas, órgano fiscalizador de las cuentas y de la gestión económico-financiera del sector público de Galicia y entre sus cometidos también tiene la lucha contra la corrupción. Ayer participó de un desayuno-coloquio con una veintena de empresarios en el Círculo, donde abordó la responsabilidad social corporativa y el compliance. Al término departió con FARO DE VIGO de este primer año como fiscalizador del sector público autonómico.

–Sigue vinculado a la labor fiscal pero en el ámbito político; ¿qué balance hace de este primer año?

–No está tan centrado en el ámbito político, el Consello de Contas es un celoso guardador de las cuentas públicas en términos de eficacia, eficiencia y control. Y de alguna manera el trabajo de fiscalización consiste en eso, en analizar el gasto, la inversión, la relación de ambos y fundamentalmente verlo si se hace de acorde con estas normas, y también la transparencia. Y también tenemos una función de prevención de la corrupción, y ahí pues la implantación de un sistema de carácter público.

Juan Carlos Aladro, en el Círculo de Empresarios

Juan Carlos Aladro, en el Círculo de Empresarios / Irago

–Antes lo hacía desde el estrado y ahora desde el Consello.

–Sí pero antes no tenía la función preventiva que tengo ahora. Antes era una labor más represiva, la corrupción ahí se miraba desde un punto de vista represivo, era absolutamente distinto. En este momento es preventiva y afecta fundamentalmente a la función pública y se extiende a la función privada en cuanto esta se relaciona con la pública.

–¿En dónde ve más justicia?

–La labor del Consello de Contas es sobre todo una labor de control, funcionamos como controladores de la función pública, controlamos los presupuestos, somos asesores del Parlamento… No ejercito una función de administración de Justicia como equilibrio, no tiene nada que ver. En mi función en la Justicia, mientras la ejercité, evidentemente me dedicaba a aplicar las normas jurídicas; la igualdad que genera la norma es lo que genera la Justicia. Mientras me dediqué a la persecución en materia de violencia de género, drogas, prostitución… hablamos de vulneraciones del mínimo ético que regula el Código Penal y ahora estamos fiscalizando otras cosas; auditamos la relación que existe entre las formas de entrada del bien y su salida; y si estos se aplican utilizando los principios de legalidad, transparencia y también de eficiencia y eficacia. Y ver dónde están cada uno de ellos.

–Hablaba de verificar la contabilidad, y funcionamiento, del sector público. ¿Se ha encontrado con alguna sorpresa a su llegada?

–El Consello, una de las cosas que hace, son las recomendaciones a la Administración. Muchas estaban en la línea correcta sin perjuicio de que, sin que sean sorpresas, hay ocasiones en las que el Consello interviene para aconsejar una mejor forma de emplear el bien, pero nada más. No hemos encontrado hasta ahora en la administración pública el corrupto de marras, de ninguna manera.

–¿Se está ganando la batalla contra la desconfianza de los ciudadanos ante la clase política precisamente por temas de corrupción?

–La desconfianza en el político se basa fundamentalmente en la ignorancia de cuál es su actividad. De todo aquello que ignoras sueles criticar su actuación, pero el político corrupto es una rara avis, no es la norma. La sociedad se mueve por daguerrotipos, por fórmulas de estilo, por creencias; da lo mismo lo que hagas. Puedes ser absolutamente fiel a los principios de justicia y que nunca se te pegue nada, da igual; si el relato social es que el político es corrupto pues el político es corrupto. Pero no es habitual y menos en los dirigentes. Hay ocasiones en las que existen irregularidades por hacer mal las cosas, eso sí, pero no tiene que ver con la corrupción porque el dinero está ahí, no está en su piso o chalet. Luego aparece gente que sí lo es, pero no es lo normal.

–Para vencer esta desconfianza se apostó por la transparencia, pero a veces por ejemplo en cuestión de sueldos o propiedades, genera el efecto contrario.

–La transparencia nunca es suficiente. Me parece estupendo, que seamos transparentes no, translucidos y que lo seamos todos. Me hace mucha gracia cuando un periodista de un nivel tremendo le dice a un presidente de comunidad autónoma usted gana tanto, pero vamos a ver, si él gana nada en comparación al periodista. Yo, presidente del Consello de Contas, con un nivel de responsabilidad espantoso como en su día de fiscal Jefe no gano lo que grandes periodistas o jefes de medios de comunicación o ni siquiera el presidente del Gobierno; gana nada en comparación con cualquier directivo de segunda categoría de Zara, por ejemplo. Aún así, en la función pública la transparencia nunca está de más.

–No llegó a estrenar la Ciudad de la Justicia, ya que su plaza de fiscal está en Vigo, ¿qué opinión le merece la nueva sede?

–Me parece un elemento indispensable para una ciudad del nivel de Vigo, la presión judicial que tiene, la cantidad de medios… Espero que no se quede corta en poco tiempo. A mí me parece que es extraordinaria, y como fiscal, en la Fiscalía hay una situación extraordinaria. La comunidad hizo una inversión brutal y si no se quiere ver, pues no se ve, pero objetivamente se ha mejorado muchísimo. Y más que mejorará porque habrá más medios, más servicios…

–Porque hacen falta; igual hay una excesiva judicialización de las relaciones sociales.

–Sí, hay una excesiva judicialización en general. Para mí hay una huida hacia la justicia, como si fuera el único recurso.

–No sé si mejorando servicios como la mediación se podría reducir esta litigiosidad.

–Sin duda alguna; reforzando servicios como la medición, que son servicios esenciales, y que sin embargo no funcionan. Y no es una idea brillante, sino esencial.

–¿Por qué?

–Nos daría para cuatro horas este debate; yo potencié muchísimo la mediación pero no advertí éxito. Nadie se cuestiona el porqué no funciona… No es una cuestión sencilla, porque para desjudicializar hay que promover un cambio de actitud en parte de la sociedad.

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