Zambullidas que advierten de la fragilidad de la vida

Dos lesionados medulares llaman a no correr riesgos al acceder al agua

Caídas de mayores con artrosis son ahora la causa principal

Iván Pombo en Centro Puente.

Iván Pombo en Centro Puente. / Adrián Irago

Desde la Unidad de Lesionados Medulares de A Coruña, referencia para toda la comunidad en la rehabilitación en fase aguda, se ve la playa. Javier Yépez recuerda que cuando estuvo ingresado allí, hace casi 11 años, veía a la gente lanzarse al mar de la misma manera que días atrás había hecho él. Tenía 16 años cuando este chico precavido entraba al agua caminando por la orilla de un arenal de Portugal y se lanzaba de cabeza contra una ola. Lo que él no controlaba es que la arena dibujaba escalones bajo el mar. Notó el golpe, no el dolor. Recuerda estar con los ojos abiertos, boca abajo, pensando cómo girarse y siendo consciente de que no era capaz de moverse. Una vértebra se le había desplazado dañando su médula. “Tuve mala suerte”, resume y recuerda la rabia que le daba ver desde el hospital cómo otros hacían lo mismo y no les pasaba nada. Ya no. Ahora pide a la gente que sea más consciente de su fragilidad. “Con un golpe mal dado ya es suficiente”, advierte.

Las lesiones medulares por zambullida son cada vez más excepcionales. En Galicia se producen entre dos y tres al año, aunque en el último mes van dos posibles. Una de ellas es la que puede sufrir un vigués de 19 años tras saltar desde una roca en O Hío el pasado fin de semana. La doctora Manuela Barrio, jefa de sección de Rehabilitación en el Chuvi, no recuerda otra en el área desde la que sufrió un niño de 13 años en Baiona en 2020, que fallecería más tarde. Ese mismo año, un joven de 19 se lesionaba al saltar de una boya en la desembocadura del Lagares. La médica cree que están calando las campañas de sensibilización, pero opina que siguen siendo necesarios. Como la que la semana pasada lanzó la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física: “Con cabeza sí, de cabeza no”.. “Suelen ser lesiones completas, desde las cervicales [cuanto más abajo, más movilidad se conserva]”, que impactan normalmente en vidas muy jóvenes.

Javier Yépez, en su casa, desde donde trabaja para Gradiant. Junio 2024. Alba Villar

Javier Yépez, en su casa, desde donde trabaja para Gradiant. / Alba Villar

En la Unidad de Lesionados Medulares del Chuvi rehabilitan y pasan revisión períódica a estos pacientes superada la fase aguda. Siguen a entre 450 y 470 personas del área. Pero el perfil está cambiando. Les siguen llegando víctimas de accidentes de tráfico, pero lo más habitual son personas mayores con deterioros de la columna por artrosis que se caen en casa o en la finca. “Se llama síndrome centro medular y, normalmente, tienen un pronóstico mejor; logran caminar y la mayor afectación es en los miembros superiores”, cuenta. Aunque puntualiza que “no mover las manos condiciona las vidas de personas que antes eran independientes”.

La lesión de Javier es incompleta. Tiene sensibilidad, pero no movilidad de pecho para abajo. No controla el tronco y tiene muchas limitaciones en los brazos. Fue el primer tetrapléjico español en graduarse como ingeniero informático y ahora trabaja en Gradiant. Ha tenido que buscar otra manera de hacer las cosas y trabajar la paciencia. “A veces fallo al teclear porque no tengo buena precisión y voy muy lento. Antes me frustraba, pero me he ido acostumbrando”, cuenta. Asume que va a necesitar ayuda siempre.

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Manuela Barrio, rehabilitación del Chuvi

“La lesión por lanzarse al agua es excepcional ya, pero hay que seguir sensibilizando”

Iván Pombo solo tenía 19 años cuando en julio del año 2000 se lesionó la médula al lanzarse en el mismo sitio de la playa fluvial de A Freixa (Ponteareas) al que este albañil acudía cada viernes a bañarse tras la pachanga con los amigos. Cree que las lluvias habían desplazado un tronco que antes no estaba ahí. El daño le afecta a la movilidad de las cuatro extremidades. Puede sostener un bolígrafo, pero no escribir con él. Puede pinchar un trozo de carne, pero no cortarlo.

Los primeros años le costó adaptarse a la nueva realidad. Pensaba en qué estarían haciendo sus compañeros. Luego se resistía a hacer cosas y permanecía en un centro de día. Ahora lleva “una vida activa y sociable”. Le ayudan su pareja y su asistenta personal, Iria, una figura “importantísima” para él y sin la que no podría hacer todo lo que hace. Ha conseguido, por ejemplo, volver al deporte. El año pasado fue campeón de España de tenis de mesa adaptado y este año, subcampeón, con el club de Mos. Le gusta lo de competir con gente con la mismas limitaciones y relacionarse con ella. “Te motiva”, destaca. Ha dado charlas de sensibilización a jóvenes. “Somos unos inconscientes a esas edades, piensas que a ti no te va a pasar”, señala.

“Cuando veo gente que asume riesgos innecesarios, pienso: ‘Con lo fácil que es morir’”, coincide Javier. Y no se refiere solo al agua.

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