Territorio de artista | Tino Canicoba Escultor

“Pretendo causar una sensación en el público, sea buena o mala”

Nacido en Compostela, comenzó a exponer hace más de tres décadas. Sus esculturas de madera expresionistas han evolucionado al primitivismo

Troncos de árboles apilados que un día serán esculturas – “si no me muero antes”, apostilla– son la antesala del ‘Territorio de Artista’ de Tino Canicoba en Ponte de Ulla, en el municipio coruñés de Vedra, cerca de Santiago, donde nació el artista. Dentro del taller, su banco de trabajo, básicamente compuesto por motosierras, amoladoras y algún que otro útil, el último busto que trata de esculpir y la radio que le acompaña en su tardes de sufrimiento creativo pero solo acierta a escuchar cuando cesa el ruido de la máquina con la que trabaja la madera . Ya en la casa, en un salón, vemos piezas ya acabadas. Es obra reciente, de los últimos cinco años, figuras largas y delgadas, todas con narices prominentes: Penélope, una prostituta a la que el autor había bautizado “La puta vida” pero tuvo que renombrar por consejo de los galeristas, un hombre en calzoncillos sentado en un banco cerca de una pistola que protagoniza la obra "Un mal día”, otro con muletas seleccionado para un certamen, el hermano pobre de Superman o Rodrigo Díaz de Vivar recién levantado son algunas de las figuras que transmiten mensajes. Otras, sin nombre, son de corte más comercial: un peregrino, una mujer sujetando un gato y un hombre vendiendo pescado.

– ¿Cuál es la historia de su relación con este lugar?

– Esta es la casa familiar, de mis padres. Antes trabajaba en Vigo, en un taller que me dejaba un amigo en Subride, pero desde hace diez años decidí trasladarme aquí, voy a Vigo los jueves o viernes para desengrasarme y quedar con amigos durante el fin de semana; los domingos por las noches llego aquí y prácticamente no suelo salir de casa, el taller o la finca para alternar con nadie. Cuando era joven tenía aquí amigos, pero fui dejando de tener relación con ellos. Me organizo bien: por la mañana salgo a andar en bici o por el monte y por la tarde me dedico a trabajar.

El artista con una de sus piezas sobre los troncos apilados que convertirá en esculturas.

El artista con una de sus piezas sobre los troncos apilados que convertirá en esculturas. / Xoán Álvarez

– ¿Puede decirse que este lugar es su templo de inspiración?

– Lo definiría como un sitio de sufrimiento. Considero que el proceso creativo, si tratas de mandar mensajes, implica un grado de sufrimiento, yo no disfruto haciendo una obra, lo paso fatal. Tengo ese momento a las diez de la noche en que paro de trabajar, cansado, y miro la obra y me digo que soy un genio, pero a la mañana siguiente cuando vuelvo a verla me doy cuenta de que es una mierda. El proceso es pasarte las 24 horas del día pensando en lo que estás haciendo. Yo no boceto, normalmente, no hago dibujo, pienso una idea, se me ocurre algo y lo voy madurando en la cabeza para luego pasarlo al material ya definitivo; eso me da la ventaja de la espontaneidad y la desventaja de que a veces tienes que deshacer trozos y volver a empezar.

– ¿Cuando está fuera de aquí su mente sigue creando esculturas?

– Es matizable. Cuando voy en bicicleta no pienso más que en la bici, cuando voy al monte hago una cosa que hace mi amigo  Antón Sobral, que son baños de bosque, pero sigo dándole vueltas a la obsesión. El trabajo de los escultores, también el de los pintores en menor medida, es una mierda porque trabajas solo, así acabamos neuróticos y medio zumbados; yo envidio a los músicos que tocan en grupos y tienen el aplauso, nosotros tenemos el reconocimiento una o dos veces al año, si cuadra, porque te pueden decir que tu obra es una porquería.

– ¿Podría trabajar en otro sitio que no fuera éste?

– Sí podría, el sitio ayuda pero no es el ideal, a veces se convierte en un enemigo para mí, es agresivo, no me siento cómodo, tengo neuras de que me voy a morir. El entorno no es determinante en mi caso, de hecho antes de la pandemia hice una escultura en directo en el exterior y no me afectó tener público, aunque prefiero trabajar sin espectadores.

– ¿Por qué tiene tantos troncos apilados a la entrada del taller?

– Porque soy acaparador. Tengo un amigo escultor en Cataluña, Emili Armengol, que me decía que cuando ganara dinero comprara material. Yo tengo siempre, pero es porque tengo buenos amigos que me los regalan cuando cortan árboles y no les digo nunca que no.

El artista trabajando en su taller

El artista trabajando en su taller / Xoán Álvarez

– ¿Emplea siempre el mismo tipo de madera?

–  Habitualmente uso carballo y y castaño porque son maderas del país y yo soy bastante rural; a veces utilizo otras maderas buenas, ahora tengo unos buenos troncos de buxo.

– ¿Por qué no otro material como bronce o piedra?

– Hubo una época en que hice bronce pero era muy caro de fundir y producir. La madera me da unas posibilidades estructurales que no me ofrece la piedra. Eso tiene su desventaja y es que no puedo hacer obra pública ni esculturas para el exterior.

– ¿En qué momento llegó a la conclusión de que su vida iba por el camino artístico?

– De pequeño parece ser que tenía una habilidad para el dibujo, mis padres siempre me fomentaron esa tendencia. De aquella iba a clases particulares en Santiago y siempre tenía un dibujo medio hecho o pensado que a la profesora de turno siempre le impresionaba. Yo me lo creí, así que en un principio empecé a pintar, hasta que una noche, ya viviendo en Vigo y con treinta y tantos años, volvía de una juerga un poco tocado y me puse en la ventana a meditar... Y llegué a la conclusión de que era un pintor mediocre pero un buen escultor. La primera escultura en serio la hice para impresionar a una novia que tenía, que ahora es mi mujer: era un desnudo en barro muy realista, porque todos empezamos haciendo realismo y luego vamos evolucionando. Ahora hay gente que me dice “¿por qué no haces una mano con venas, como dios, manda?”, y les digo “no, eso ya lo hice antes durante mucho tiempo”.

El artista en su taller Xoán Álvarez

El artista en su taller Xoán Álvarez / Xoán Álvarez

Nacido en Santiago de Compostela, Tino Canicoba vivió desde los 12 a los 22 años en Aragón, ya que a su madre, maestra, la destinaron al pueblo oscense de Torre la Ribera, en el Alto Pirineo. Antes de estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas de Zaragoza, se licenció en la Escuela de Publicidad de esa misma ciudad. Llegó a trabajar de publicista en una agencia de Vigo pero se dio cuenta de que no era lo suyo y acabó sus estudios artísticos en A Coruña. En el año 1989 realiza su primera exposición y continúa hasta 2002, retomando su actividad artística en 2013.

– ¿Cuál fue su camino hasta encontrar su propia identidad como escultor?

– Es un poco el camino que todos transitamos, vas desarrollando tu trabajo y vas viendo las tendencias que vas cogiendo, a veces te equivocas. Pasan muchos años hasta que desarrollas tu identidad, no viene un ángel a decirte qué camino tomar.

– ¿Se siente identificado con las etiquetas que se les ponen a los artistas encuadrándolos dentro de movimientos como expresionismo, conceptualismo , surrealismo,... ?

– Tengo algún crítico que dice que soy primitivista, y sí es cierto. Es obvio que estoy influenciado por el expresionismo alemán, pero mi arte es bastante primitivo, y al primitivismo llegue evolucionando, es decir, dejado de hacer manos con venas, por ejemplo, para hacerlas como las hago ahora. Y no salgo de la figuración, no soy capaz de hacer una abstracción, no me sale.

Varias piezas terminadas de Canicoba en un salón de su casa de Ponte de Ulla, en Vedra

Varias piezas terminadas de Canicoba en un salón de su casa de Ponte de Ulla, en Vedra / Xoán Álvarez

– ¿Por qué esas narices tan grandes en sus piezas?

– Dicen que se parecen a la mía. Me sirven como expresión, trato de que cada vez que hago una cara tengan menos rasgos, ahora no tienen casi ojos, ya no tienen boca, solo tienen nariz. Estoy muy contento porque con tan pocos elementos consigo una expresión. Y la motosierra me ayuda mucho en eso porque te da unos acabados que no te da una gubia.

– ¿Qué mensajes pretende transmitir con su arte?

– Pretendo causar una sensación en la persona que lo ve, me da igual que sea buena o mala. Tengo esculturas muy desagradables y otras muy amenas, generalmente me salen mejor las desagradable. Uso mucho gente vieja porque sus caras y expresiones me dicen mucho, hay una vida detrás que la gente joven aún no la tiene. Generalmente no me preocupa como a algunos artistas que mis obras se basen en el momento o la situación política o social, sino que mando mensajes de gente que está pasándolo o lo pasó mal, o bien, pero generalmente mis personajes lo suelen pasar mal. 

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  • 2024

    Espacio Beny en Vigo, Pazo Sabadelle en Chantada (hasta el, 30 de septiembre)

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