A los pies de los caballos

Un día más de verano

Un día más de verano.

Un día más de verano. / Quique Curbelo (Efe)

Rafa López

Rafa López

Un día menos para el verano. Esta es la frase que cuelga todos los días en sus redes sociales, con puntualidad británica, cierto querido compañero. Seis palabras, siempre las mismas, acompañadas de la fotografía, siempre una mujer. Él es hombre y heterosexual, qué le va a hacer, y escoge siempre una imagen de la anatomía femenina, con la escasez de ropa que caracteriza a la estación más calurosa del año. Así hasta el inicio del verano, cuando hace lo mismo pero con otra frase: un día más de verano.

Toda esta sensualidad desatada –cosificación, dirán otros–, digna de un anuncio de Martini, crea en quien la admira unas expectativas desaforadas sobre el verano, casi nunca cumplidas. Porque, admitámoslo ya, la estival es la estación más esperada y, por eso mismo, la que más nos decepciona. Sobre todo, cuando ya le hemos dado la vuelta al jamón y empezamos a asumir con nostalgia que “el verano de nuestra vida” quedó ya muy atrás, en algún momento de nuestra ya lejana juventud.

Nadie espera con ansiedad la llegada del invierno, salvo los fanáticos del esquí. Tampoco el otoño, con la excepción de algún buscador de setas (o Rolex). Con la primavera llega el buen tiempo, sí, pero de ella abominan los alérgicos, que son multitud, y a muchos nos produce astenia. Nos queda el verano. La verdadera patria del hombre es la infancia, como decía Rilke, y esa patria es, probablemente, un pueblo o una playa alumbradas por un sol espléndido. Tres largos meses de ocio, diversión y algún amor banal y estacional, como la gripe. Desde Nerja hasta Viveiro, todos tenemos algún “verano azul”, con bicis o sin ellas.

Los anuncios de las agencias de viajes nos seducen con playas paradisíacas desiertas, miradores espectaculares y deslumbrantes cócteles servidos al borde de una de esas “piscinas infinitas”, en las que la superficie del agua se confunde con el horizonte. Sabemos que todo esto, como el descanso estival del autónomo, solo está en nuestra imaginación. Ya no tenemos tres meses de ocio. Como mucho, los más afortunados disponen de 30 días de vacaciones para cumplir todo lo que han soñado en los restantes 335. Sabemos que es imposible, pero lo intentamos. Además, este periodo de asueto, tan ansiado por el trabajador es, a menudo, el más temido por su cónyuge: nada hay más parecido a un tigre enjaulado que el currante encerrado en casa en sus vacaciones de verano.

Hoy es, no lo olviden, un día más de verano. Y también uno menos. Que los disfruten todos.

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