Gallegas a la vanguardia

“Si apostamos por volver, Galicia debería hacerlo por nosotros”

La estradense Paula Rodríguez Villamayor estudia los mecanismos neuronales y genómicos del pez betta con una beca Fulbright en el Instituto Zuckerman de Columbia

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Sus vivos colores y sus elegantes y largas aletas los convierten en una de las especies más comunes en acuarios, pero el diminuto cerebro del pez luchador siamés –Betta splenders– podría ayudar a resolver algunas incógnitas sobre las enfermedades neurológicas. Gracias a una prestigiosa beca Fulbright y de la Xunta, Paula Rodríguez Villamayor (A Estrada, 1994) forma parte de uno de los pocos grupos en todo el mundo que lo utilizan como modelo. Su trabajo en el Instituto Zuckerman de la Universidad de Columbia busca arrojar luz sobre los mecanismos neuronales y genómicos de las conductas sociosexuales de esta curiosa especie.

“En los siglos XVIII y XIX, los tailandeses se entretenían haciéndolos luchar hasta la muerte y, fruto de esta domesticación y de su evolución, han acabado teniendo unos patrones de agresividad muy robustos que son muy interesantes para estudiar la conducta. El pez betta es un modelo emergente, con un gran potencial, y es una apuesta fuerte de mi jefe, Andrés Bendesky. La primera semana que llegué a su laboratorio la revista Science estaba haciendo un reportaje a una de las investigadoras y a los acuarios y ahora acaban de publicar un artículo en Nature. Estar aquí es una enorme oportunidad y un sueño. Es uno de los mejores lugares del mundo en neurociencia”, celebra.

Además, uno de los responsables del Instituto Zuckerman es Richard Axel, premio Nobel por sus estudios sobre el sistema olfativo, el campo en el que Paula inició su carrera investigadora en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago.

Allí realizó una tesis sobre el comportamiento sociosexual mediado por feromonas en conejos que también incluyó varias estancias en las reputadas universidades de Bristol, Edimburgo, King’s College y el Instituto Francis Crick. Su investigación le valió varias distinciones como el Premio Talento Mozo de la Xunta y otras relacionadas con el emprendimiento por su aplicación a la mejora de la producción y el bienestar animal. Y además supuso el inicio de una nueva y prometedora línea de estudio en la USC, así como la consecución de un proyecto nacional.

En el puente de Brooklyn

Paula Rodríguez, en el puente de Brooklyn. / Cedida

“Me quedé fascinada por cómo el cerebro percibe y modula las señales sensoriales y las transforma en respuestas. Siempre tuve la inquietud de explorar la ciencia en EE UU y tenía que intentarlo. El otro día escuchaba un podcast en el que un investigador explicaba que era neurocientífico porque el cerebro es lo más salvaje y bello que te puedes encontrar. Ha habido muchos descubrimientos en los últimos años, pero todavía queda muchísimo. Y cada avance es fascinante. Estudiarlo es un reto, pero a mí me gustan los retos”, asegura.

Su llegada a Nueva York a principios de este año supuso cambiar de especie modelo y centrarse en el sistema visual, aunque quiere añadir el componente olfativo a sus próximos experimentos para tener un enfoque multisensorial y determinar cómo se complementan ambos sentidos en el desencadenamiento de la agresividad del pez betta.

La agresividad es una manifestación de muchas enfermedades neurológicas como la esquizofrenia y conocer las bases fisiológicas, moleculares y genéticas del funcionamiento del cerebro de estos peces nos puede dar pistas para adentrarnos en esos trastornos y ayudar a tratar mejor a los humanos del futuro”, destaca.

El laboratorio de Bendesky ha puesto a punto un método propio para hacer asombrosas cirugías, siempre bajo lupa, claro: “Hacemos cosas que parecen de ciencia ficción. Ahora mismo, trabajamos con unas inyecciones de trazadores neuronales para encontrar conexiones en el cerebro mientras el pez está vivo”.

Además de estudiar los patrones de agresividad, Paula busca diferencias entre machos y hembras. “Tradicionalmente, la mayor parte de los estudios se han centrado en hombres y, a veces, a las mujeres se aplican los tratamientos del mismo modo aunque sus cerebros difieren en muchas cosas biológicamente. Por eso cada vez se apoya más la investigación en ambos sexos. La incidencia de trastornos como la esquizofrenia o el autismo tiende a ser mayor en hombres y, por tanto, también la agresividad“, subraya.

De hecho, las hembras de pez betta no presentan esta conducta y los machos dejan de tenerla en su presencia: “En los animales, la agresión y la reproducción están muy ligadas porque ellos tienen que luchar con otros para llegar a la hembra. Hay subpoblaciones de neuronas en las mismas regiones del cerebro que son responsables de ambas y que actúan como interruptores que se encienden y se apagan. Y a mí me interesa esta relación, el comportamiento que incluye la agresividad y la lucha y esa transición hacia la reproducción”.

Durante sus estudios, ha descubierto la “fascinante” conducta de esta especie: “Los machos cuidan a las crías. Antes de aparearse forman un nido de burbujas y luego introducen cada huevo dentro de una de ellas. Y si perciben una amenaza se los comen. También me sorprendió cómo las hembras cambian su patrón de coloración, adquiriendo unas rayas verticales blandas, a los pocos segundos de pasarlas al tanque del macho”.

Un ejemplar macho de pez Betta, haciendo el nido de burbujas donde custodiará sus crías

Un ejemplar macho de pez Betta, haciendo el nido de burbujas donde custodiará sus crías. / Cedida

Paula sigue vinculada al grupo de Genética de la USC, además de pertenecer al comité de jóvenes investigadores de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC). A ella le encantaría iniciar en Galicia los estudios con el pez betta, pero, como otros investigadores postdoctorales en su misma situación, están en conversaciones con la Xunta para que les garantice una vía clara de estabilización.

“Sabemos que es muy importante salir y trabajar en un ambiente internacional. Pero el esfuerzo es tan grande que te planteas si merece la pena volver para que dentro de unos años tengas que marcharte de nuevo. Sobre todo, cuando fuera sí te ofrecen oportunidades de crecer y llegar a establecer tu grupo a medio plazo. Si apostamos por volver, Galicia también debería hacerlo por nosotros. La Xunta y las universidades tienen que valorar esto porque así ganaríamos todos”, defiende convencida.

Con la esperanza de que las demandas del talento gallego investigador en la diáspora sean por fin escuchadas, la neurocientífica estradense es consciente de estar viviendo en lo profesional y lo personal “una experiencia para recordar toda la vida”. “Conoces otros modelos de trabajo y otras culturas. Vivir en Nueva York es como hacerlo en una película, es una pasada. Es la ciudad de las oportunidades y es verdad que nunca duerme. Sales a la calle y siempre hay actividad. Además también es una oportunidad para viajar por el continente, que a mí me encanta, y hace unas semanas estuve en Puerto Rico con otra investigadora gallega de Cornell”, comenta.

Desde que vive en Manhattan, Paula ha retomado con más ganas su afición por el deporte. Corre por Central Park y se ha propuesto hacer la Media Maratón: “Mientras escribía la tesis, que es una etapa muy dura, me ayudaba a evadirme y me ha dado una disciplina muy útil para lo profesional y lo personal. Comparo el deporte con la ciencia. No es solo para las mentes brillantes. Tiene que haber un mínimo de talento, pero lo importante es la constancia, la dedicación y el esfuerzo. Y eso vale para todo”.

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