Sálvese quien pueda

¡Cielos, se acerca San Valentín y yo con estos pelos!

Globo en forma de corazón para San Valentín.

Globo en forma de corazón para San Valentín. / FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

Cielos, se acerca otro San Valentín! Pongo el retrovisor e intento contar cuántos días de los enamorados han pasado por mi vida y cuántos he estado realmente enamorado en ellos. Tal ambición cuantitativa no la alcanza mi memoria, pero imagino que será una media satisfactoria porque esfuerzos no me han faltado para ello supongo con la ayuda de Dios, que existe aunque muchos malvados lo nieguen. ¿Cómo sino hemos podido sobrevivir a los estragos del amor los que en su lotería tanto hemos jugado si no es con alguna ayuda extraterrestre? Bueno es decir que cada cual entiende el enamoramiento o el amor, que son conceptos diferentes, a su modo y manera, y no yerran porque existen muchos niveles y destinos en esa autopista que va desde el amor a sí mismo, al otro y a los demás. 

No hay palabra que haya sido más tratada, investigada, explotada, sobrealimentada o desnaturalizada que el amor, desde Platón a Agata Christie, por decir los primeros que me vienen a la mente. No hace mucho me atreví a leer una conferencia que dio en 1919 a sus camaradas bolcheviques Lenin que lo vinculaba a los intereses de las clases explotadoras y hasta lo clasificaba en esclavista, feudal, capitalista... Según la etapa histórica de sometimiento del pueblo, García Márquez creía que era una enfermedad del hígado tan contagiosa como el suicidio y Bukovsky que servía de prisma para observar el mundo en toda su belleza y crueldad, a pesar de que mucho antes Platón lo anunciara como una mezcla de la belleza, la verdad y el bien, un ansia de perfección, de alcanzar lo absoluto y la inmortalidad. Pero a estos Platón les importaba un huevo. Yo casi me quedo con la idea de nuestro Xoan_Carlos Caneiro, que, en vez de intentar describirlo, se planta en la idea de que hay aromas y sensaciones que no caben en las palabras, que el lenguaje no puede expresar todo lo que la realidad esconde, ni la belleza sublime, ni una caricia siquiera, ni tampoco sus contrarios.

Una cosa es el amor y otra el enamoramiento, que es un estado de exaltación hacia el otro velado por una especie de niebla mental. Hay facilones que han descompuesto la palabra en sus partes, en-amor-miento, como buscando su etiología. Algo de mentira tiene en realidad ese transitorio estado que a veces deriva en un amor con poso, estable, tranquilo y profundo, y otras en un rotundo desamor. La verdad es que yo he pensado y teorizado poco sobre el amor porque, mal que bien, me pasé la vida practicándolo y no hay nada peor para escribir y pontificar sobre el amor que haberlo vivido mucho. La experiencia te permite bracear con éxito aun en aguas embravecidas en la práctica cotidiana, pero a la hora de teorizar con la palabra te lleva a la confusión, a la duda, a la relatividad, al silencio. Menos mal que tenemos la mente clara de quienes han visto la corrida desde el burladero, desde la mesa camilla confortable con su brasero y nos iluminan con su saber sobre tal materia.

Una cosa es el amor y otra el sexo. Hay quienes son de un amor para toda la vida, quienes no tienen más remedio que serlo porque las circunstancias no le han facilitado otra cosa y quienes se pasan toda la vida amando aquí o allá como saltimbanquis e incluso haciendo el amor sin ton ni son hasta que la naturaleza se pone en contra de sus deseos. El caso es que llega San Valentín otro año, yo ya he tenido un sinfín de sanvalentines diferentes y algo habrá que hacer para celebrarlo con el amado oficial o la amada, aunque Lenin nos señale con el dedo desde su tumba diciéndonos: ¿Ves cómo habéis caído en la explotación del amor por los poderosos, llenando como gilipollas las cajas de los restaurantes con cenas de enamorados y, lo peor, con vuestros maridos pensando quizá en amantes? 

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