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El mensaje de Fátima que llegó a Galicia

Lúcia residió, durante dos décadas, en los conventos de las Doroteas de Pontevedra y Tui, donde manifestó haber tenido apariciones

Calle del convento de las Doroteas de Pontevedra (hoy rúa de Sor Lucía) / Rafa Vázquez

"Yo tengo la convicción personal de que Nuestra Señora se apareció en Galicia a Sor Lúcia porque quiso estar cerca del Apóstol Santiago", comenta Emilio Rodríguez Sánchez, delegado del Apostolado Mundial de Fátima en esta comunidad autónoma, una asociación pública internacional de fieles de la Iglesia Católica, entre cuyos objetivos figura la santificación personal de los miembros a través del fiel cumplimiento y la difusión del mensaje de Nuestra Señora de Fátima. En este Apostolado se sigue muy estrechamente el proceso de beatificación de Sor Lúcia, la tercera pastorcilla portuguesa que, de adulta, residió como monja en conventos de Pontevedra y Tui donde, según manifestó, volvió a tener apariciones. "La verdad es que nosotros no sabemos mucho sobre el proceso, porque esta es la clase de asuntos sobre los que en El Vaticano se guarda un secreto absoluto. Hasta donde conocemos, la primera parte del proceso ya ha sido cumplida y, según se rumorea, ya se ha descubierto algún milagro de Sor Lúcia. A mí me parece que la declaración de beatificación no esta muy lejana, pero, ya digo, hay que ser prudente".

El actual santuario de Fátima tiene su origen en los testimonios de tres pastores, llamados Lúcia dos Santos y Jacinta y Francisco Marto, quienes afirmaron haber presenciado varias apariciones en la Cova da Iria, Fátima, en Portugal, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. A partir de entonces, esta advocación mariana extendió su fama más allá de sus límites locales llegando a todo el mundo. Se atribuyeron a los mensajes de la aparición componentes proféticos y escatológicos, en particular con respecto a una posible nueva guerra mundial -sus seguidores han interpretado que el inicio de la Segunda Guerra Mundial fue su confirmación-, a la conversión de la Rusia soviética, y al intento de asesinato de Juan Pablo II. De los tres pastorcillos, dos, Jacinta y Francisco Marto, fallecieron aún de niños: Francisco en 1919 (a los 11 años de edad) y Jacinta en 1920 (a los diez años).

El 13 de mayo de 2000, Juan Pablo II, en su tercera visita a Fátima y ante una multitud de peregrinos, beatificó a Francisco y Jacinta y reveló la tercera parte del secreto de Fátima. Diecisiete años después, los días 12 y 13 de mayo de 2017, el papa Francisco visitó Fátima para celebrar el centenario de las apariciones. En esa visita fueron canonizados dos de los pastorcillos videntes, Francisco y Jacinta Marto.

Sólo llegó, así pues, a edad adulta, y por cierto que longeva, Lúcia de Jesús Rosa dos Santos, quien, durante 21 años, se refugió en Galicia bajo un nombre falso y lejos del revuelo causado por las apariciones de 1917. "Quiso hacerse monja, pero en esa época Portugal estaba en guerra y había una persecución religiosa muy grande", explica Emilio Rodríguez. "Buscaba el anonimato y fue por eso que cuando tenía 18 años la enviaron a Galicia - relata Rodríguez- ingresando en el noviciado de las Hermanas Doroteas de Pontevedra, donde se la conocía como Sor Dolores. Muy pocos sabían, por aquel entonces, de que se trataba de la Lúcia de Fátima".

Durante las más de dos décadas que vivió en Galicia "Sor Dolores" residió, además de en Pontevedra, en Tui, pero también visitó Rianxo y Santiago (lógicamente, la catedral). Su refugio gallego era también un secreto en Portugal. Solo los familiares y algunos amigos de antes de 1917 sabían de su paradero y podían visitarla. Los demás interesados tenían que pedir una autorización al Vaticano.

No se conoce en qué momento preciso, pero el caso es es que, alcanzada ya cierta edad, Lúcia (así es su nombre auténtico, pues es femenino de san Lucio) manifestó haber presenciado varias apariciones de la Virgen y el Niño en el convento pontevedrés de las Hermanas Doroteas. Según la monja, la primera ocurrió el 10 de diciembre de 1925 en su habitación y, relata Emilio Rodríguez, en ella la Virgen María le pidió que "extendiera la devoción de los cinco primeros sábados de mes". Esta devoción consiste en que, el primer sábado de cada mes durante cinco meses, la persona se confiese, reciba la comunión, rece el rosario y dedique 15 minutos a la oración para desagraviar el Corazón Inmaculado de María.

Sor Lúcía contó la aparición a su superiora, su nuevo confesor y también a su antiguo confesor en Portugal. Todos le aconsejaron prudencia y esperar a ver si las apariciones se repetían. La vida de novicia de la vidente de Fátima siguió con normalidad. Pero, el 15 de febrero de 1926 volvió a toparse con un niño al que ya conocía de anteriores encuentros y le preguntó si había rezado lo que ella le había enseñado, a lo que el niño le contestó: "¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?". En ese instante, la monja dedujo que quien le hablaba era el Niño Jesús.

Desde el momento en que se hicieron públicas estas apariciones, y ya con las de Fátima aceptadas por El Vaticano, el convento de las Doroteas empezó a recibir visitas de devotos de todo el mundo convirtiéndose, tras Lourdes y la propia Fátima, en el tercer santuario mariano de Europa: 12 millones de visitantes en los últimos 40 años así lo avalan. Como lo avala que cuatro papas, Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I no sólo hayan mostrado su devoción por Fátima, sino que incluso, desde la cúpula eclesial, se estudia muy seriamente la consideración de las apariciones de Pontevedra como complementarias a las del santuario portugués. Ésta es una de las cuestiones que, paralelamente, se investigan junto al proceso de beatificación de Lúcia, fallecida en 2005. Cuatro años después, en 2009, autorizada por el papa Benedicto XVI, se constituyó la Comisión Histórica encargada de buscar y reunir toda la documentación sobre la vida y obra de la vidente de Fátima. El postulador de la causa fue un español: el padre Ildefonso Mariones. Esta anticipación de la causa supuso la tercera excepción en el derecho canónico de la historia de la Iglesia católica, después de los casos excepcionales de la madre Teresa de Calcuta y del propio Juan Pablo II. Todo parecía indicar que se estaba ante un proceso rápido, pero no fue así. De hecho, hasta hubo decepciones cuando en su visita de 2017, Francisco canonizó a los dos pastorcillos pero no culminó la beatificación de Lúcia. ¿Por qué? "Los procesos no fueron paralelos -responde Rodríguez Sánchez- Jacinta y Francisco Martos ya eran beatos, así que lo que hizo el Papa fue canonizarlos, hacerlos santos. Con Lúcia, al vivir mas tiempo, todavía se está en fase de beatificación. Es cierto que Benedicto XVI aprobó la anticipación de su causa pero, ya se sabe, las cosas de palacio van despacio, aunque yo confío en que la beatificación se confirme muy pronto".

Claro que hay (o puede haber) otro tipo de razones, como son las que esgrime Christopher A. Ferrara, abogado católico romano, activista pro-vida, periodista y fundador y actual presidente de la American Catholic Lawyers Association, según el cual "la impresión que da es la de retraso en el reconocimiento de la innegable santidad y virtudes heroicas de la vidente de Fátima, a quien el Cielo asignó la misión de hacer conocer el Mensaje de Fátima y preservar su contenido para la posteridad. Tal vez este estado de cosas tiene algo que ver con que la hermana Lúcia sea portadora de malas noticias para un aparato del Vaticano que ha presidido el colapso de la fe y la disciplina de la que la Iglesia ha sufrido desde el Vaticano II. Es la misma crisis que se predijo en esa parte del Tercer Secreto que el Vaticano ha considerado inadmisible porque constituye una acusación de gran parte del actual liderazgo de la Iglesia, desde arriba hacia abajo". En la opinión de este periodista, Jacinta y Francisco Martos pudieron ser canonizados sin referencia al "contenido explosivo" del Mensaje que la Hermana Lucía grabó fielmente, y defendió sin descanso contra un revisionismo de Fátima que reduciría todo el evento a una receta para la oración personal y la penitencia, excluyendo del Mensaje sus inconvenientes profecías admonitorias, incluyendo la relativa a una jerarquía en deserción. "Para mí -deduce- la conclusión parece obvia: Lúcia es una mensajera no deseada cuyo mensaje desagradable sería certificado de producirse su canonización".

Y, sin embargo, Lúcia es, para Ferrara, la "testigo fundamental" de las apariciones de Fátima: "Fue Lúcia quien, habiendo llegado a ser monja de clausura en España, fue informada por Nuestra Señora en 1929, en Tui, que "ha llegado el momento" para la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María; fue Lúcia quien, en su Cuarta Memoria, registró las líneas iniciales del Tercer Secreto apuntando a una profecía mariana de una gran crisis de fe y disciplina en la Iglesia, y fue Lucia quien, ya a finales de los noventa, advirtió al cardenal Caffarra de, precisamente, la debacle que estamos presenciando después de la farsa del "Sínodo sobre la Familia" y la publicación del desastroso Amoris Laetitia: La batalla final entre El Señor y el reino de Satanás será sobre el Matrimonio y la Familia.

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