Auge y caída de la industria textil en A Estrada

Durante medio siglo el municipio conoció el pleno empleo gracias a la importancia de la mujer en un sector necesitado de costureras

Taller de costura de Sigma.  | // MARISÉ GARCÍA//R.T. COLECCIÓN

Taller de costura de Sigma. | // MARISÉ GARCÍA//R.T. COLECCIÓN / Ricardo Terceiro

Ricardo Terceiro

Desde los años 20, cuando abrió Confecciones Varela, en donde hoy está Óptica Fondevila, en la plaza de la Farola, hasta mediados de los 70, los fabricantes del textil de A Estrada, unidos al mueble y a la automoción –especialmente con la fábrica de Igrovi–, dieron vida y fueron fuente de sustento a una población que conoció el pleno empleo. Gracias a la industria textil y a la aportación laboral de la mujer, más de 300 familias estradenses recibían un complemento añadido a la economía familiar que, en muchos casos, significaba llegar a fin de mes con holgura y que ayudaban a incrementar la renta per cápita de A Estrada.

No creo que haya nadie de este pueblo que no haya tenido relación directa con alguien que haya trabajado en cualquiera de las fábricas de textil que desde los primeros años del siglo pasado subieron el nivel del prestigio de A Estrada en este sector. Los empresarios del textil estradense fueron nutriéndose de la cantera de las expertas costureras y de las jóvenes que habían aprendido de ellas el arte de la costura y de la confección. Eran una especie de antesala de aquel PPO (Promoción Profesional Obrera) que nacería en 1964 para formar a los trabajadores en su integración a industria. Algo parecido a la actual FP.

Patronistas, cortadoras, costureras, planchadoras, remalladoras... conformaban las plantillas de las industrias textiles de A Estrada, que avanzaron, desde la continuidad y con paso firme, hasta el reconocimiento nivel nacional de una confección estradense de calidad y una comercialización exitosa.

Sin embargo, la progresiva adaptación a las reformas sociales fue muy complicada para el sector textil y las fábricas no pudieron soportar los costes de producción y la expansión desde Madrid y Barcelona de las grandes áreas comerciales como Almacenes Arias y Galerías Preciados.

Bien es cierto que algunos se convirtieron en sus proveedores, pero los márgenes de negocio no alcanzaban para su sostenimiento. Se montaron cooperativas de mujeres en algunas parroquias y otras exempleadas se quedaron trabajando por su cuenta. Lo hicieron confeccionando prendas para proveedores que pagaban un bajo precio por cada pieza servida. Afortunadamente, algunas de ellas acabarían siendo prestigiosas modistas y diseñadoras.

Manufacturas TyP

Empleadas de Manufacturas TyP. | // M.GARCÍA/R.T. COLEC.

Empleadas de Manufacturas TyP. | // M.GARCÍA/R.T. COLEC. / Cedida

Popularmente conocida como “Los Catalanes” fue fundada en 1949 por Salvador Cusidó Franco La casa de los catalanes fue construida en 1927, propiedad de José María Pena, con una arquitectura de estilo colonial muy singular. Llamaba la atención y aún hoy se echa de menos. Delante de la casa tenía un estanque con carpas y en una nave contigua tenía la fábrica de confecciones que llegó a dar empleo a más de 100 personas, con gran mayoría de mujeres dirigidas por la esposa de “don Salvador”, doña María Rosa Molet. Algunas aprendieron allí y casi todas acabaron siendo grandes costureras y muy buenas maestras.

Confecciones Blanco

Francisco Blanco Vilas y Elena Gestoso fueron quienes montaron la fábrica de “Confecciones Blanco” en los primeros años del siglo XX en la Decoita, la que hoy es la Avenida de Vigo. Desde un principio se preocuparon por los acabados y por la calidad de las telas empleadas, que aportaron un gran empuje y muy buena repercusión en las ventas. Gabanes, gabardinas y pantalones eran las prendas estrella. En los años 60, ya con su hijo Juan Manuel al frente, era tal la demanda de estos productos que la fábrica necesitaba una mayor producción y una oferta que llegó a superar las 60 empleados, siendo mujeres la práctica totalidad de la plantilla.

“A dos Varela”

Personal de Manufacturas Varela

Personal de Manufacturas Varela / Marisé García // RT Colección

Primero fue “Sastrería y Camisería Varela”, allá por los años 20. Más tarde “Manufacturas Varela, S.L.”. Vendían gabardinas con la marca “Confecciones Mundial” a toda España. Pendiente de la demanda, el sucesor, Alfonso Varela, dio un giro a la fábrica y optó por más variedad en la confección de otro tipo de prendas de abrigo: parkas, trenkas, chaquetones o anoraks.

Suprema Española

Pepe de Ismael

Pepe de Ismael / Marisé García // RT Colección

En “La Fábrica de Camisas” trabajaban 17 mujeres con Edelmira de encargada, y yo como única representación masculina y responsable del último paso del proceso de la fabricación, empaquetar la camisa. José Fernández – Novoa (“Pepe de Ismael”) era el único propietario desde que unos años antes se había disuelto la sociedad con Manolo Paseiro. Ofelia, la cortadora, extendía la tela sobre la mesa de unos 12 metros de largo, desenrollaba un papel por encima, encajaba de tal manera los patrones para que hubiese el menor desperdicio de tela posible y con un lápiz marcaba el patrón sobre el papel y grapaba todas las telas para que no se movieran al pasar la cortadora por encima de las marcas.

Lo cierto es que la calidad y el acabado de las camisas no tenían nada que envidiar a las mejores. Había clientes fijos en Asturias, Cataluña, Castilla, la Guardia Civil de Valencia. Los precios rondaban las 400 pesetas y algún producto los 600, pero había que ponerlas un 25% más baratas que otras fábricas que tenían más prestigio y solera: Regojo (hoy Amura) de Redondela, con sus camisas “Dalí” anunciadas en televisión y de Geyfe (Gelabert y Ferrer) de Santiago con 160 empleados, buenos comerciales y fabricando marca blanca para todas las tiendas de El Corte Inglés.

Pepe de Ismael se mantuvo unos años más con otra alternativa, la confección de prendas de invierno, con parte del personal de Suprema Española, trabajando en sus propios domicilios a precio cerrado por cada prenda.

De academias y salitas

Tanto era el tirón del sector, que se extendió el interés por aprender el arte de la costura y confección y así nacieron escuelas “oficiales” y no oficiales en muchos puntos de nuestro municipio. Las marcas quisieron incentivar las ventas de sus máquinas de coser con cursos de costura en los años 50 y 60. Todos recordamos con especial nostalgia “la Sigma”, “la Alfa” y “la Singer”, que estaban en apenas 50 metros en Calvo Sotelo y en la mercería de Fondevila en donde Marisa Villaseca enseñó la técnica del bordado a máquina durante 18 años. Pero otras muchas de las muy buenas y experimentadas modistas, bordadoras y costureras no tenían inconveniente en desvelar sus técnicas en su “mesa camilla”, desde como zurcir unos calcetines con aguja y bombilla o coser el dobladillo de los pantalones de Tergal, hasta hacer un traje de novia como los que hacía Sofía Bermúdez con una calidad exquisita en sus trabajos y que también tenía actividad docente, con taller en Fernando Conde y luego en la Rúa Ulla.

Vestidos convencionales, para banquetes, bodas y demás eventos los hacía Inés Gestoso (“Inés de Tino” para nosotros), que tenía su taller en Leicures, en donde también enseñaba confección. Argimira Andión en Fernando Conde, Carmen Calvelo y Raquel Vilas en A Porta do Sol, las “Sanmartinas” debajo de la clínica del Dr. Campos, la de Fondevila, en Justo Martínez, al lado de Calzados A Esquina, etc.

María Paz, moda internacional

Primero Fina y luego Hortensia, ambas de Pardemarín, iniciaron en las “primeras puntadas” a su vecina, María Paz, que en el 66, con 25 años, llenó su maleta y emigró para Francia. Sus comienzos no fueron fáciles, alternando la limpieza de oficinas con las labores de un taller de costura a domicilio trabajando para madame Bouailie. Aprendió francés con las historias de Napoleón y a lo largo de 30 años pasaría por los talleres de los más ilustres diseñadores de moda franceses, incluso la japonesa Hanae Mori y pasando por Christian Dior, Courage, y sus últimos 18 años de vida laboral trabajando para Ives Saint Laurent.

Carmiña de Braulio, moda local

Un taller de confección de géneros de punto por el que también pasaron muchas mujeres, como clientas o bien para aprender. Una pesada tricotosa de hierro con un juego de agujas que engarzaban el hilo al hipnotizante paso del carro a un lado y otro de la máquina. Más tarde llegaría una segunda tricotosa de marca Passap “con los últimos avances”. Un taller con Julia de San Xiao, con Mari Carmen o con “las dos Pacitas” escuchando de fondo la radionovela “Ama Rosa” en la Marconi de onda media que animaba las jornadas entre dedales, tijeras, bobinas de hilo, aceite parafinado, planchas y la Singer y la Refrey a pedal.

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