Tom y Jerry, episodio electoral

El binomio gato-ratón es una metáfora para evocar la dinámica notificadores-notificados tan clásica de cada convocatoria electoral como los míticos personajes de dibujos animados

Un modelo de notificación para estas elecciones.   | // A.CELA

Un modelo de notificación para estas elecciones. | // A.CELA / Ana Cela

Ana Cela

Ana Cela

Tom y Jerry son, en versión dibujo animado, el prototipo de una relación gato-ratón. Cualquiera pensaría en ellos si evoca en imágenes la persecución natural entre estos dos animales. La relación entre los famosos personajes creados por William Hanna y Joseph Barbera puede concebirse como una metáfora para simbolizar la dinámica entre notificadores y notificados en cada convocatoria electoral, tan clásica y repleta de anécdotas cómicas en el plano municipal como las propias aventuras de estos clásicos de la animación.

Notificar a los ciudadanos que les ha tocado en el sorteo formar parte de una mesa electoral es una tarea que recae en trabajadores de la administración municipal. En el caso del Concello de A Estrada, por ejemplo, hay que constituir para los comicios locales un total de 41 mesas. Cada una de ella ha de tener tres miembros, un presidente y dos vocales. Por cada uno de estos puestos es preciso citar a un titular y dos suplentes. De este modo, para cada mesa es necesario entregar en mano una notificación a nueve estradenses. De ello se desprende que para este domingo solo en A Estrada estén convocados 369 ciudadanos para constituir, a las ocho de la mañana, las mesas electorales que corresponden a este municipio.

Fiesta sí, marrón, también

Hasta llegar a ese momento han hecho falta varias semanas para entregar las correspondientes notificaciones a personas que no reciben –precisamente– con gran alegría la visita. Y es que no hace falta decir que, aunque sea necesario para poder celebrar la llamada “fiesta de la democracia”, ser miembro de una mesa electoral es un auténtico marrón. Implica perder un domingo entero –algo muy a tener en cuenta cuando las jornadas libres con la familia escasean–, afrontar los momentos de tedio y ajetreo a partes iguales y dilatar la hora de acostarse el domingo para volver el lunes a iniciar una nueva semana de trabajo. Lo de tomarse unas horas libres en compensación termina dependiendo de la situación laboral de cada quien.

El caso es que la tarea del notificador también es de todo menos sencilla. Si ya de por sí tiene mérito entregar en mano las 369 citaciones, la cosa no se queda ahí. ¿Por qué? Pues, precisamente, por los intentos del notificado de excusarse para no acudir a la mesa. Nunca esta de más recordar que los cargos de las personas que integran las mesas electorales son obligatorios, y también lo son los cargos de suplentes. Las personas designadas disponen de siete días desde la notificación para alegar ante la Junta Electoral de Zona una causa justificada y documentada que les impida aceptar el cargo. Y ahí comienza de nuevo el baile o mejor dicho, la carrera del gato detrás del ratón, porque, en caso de ser aceptadas las excusas, es preciso volver a notificar.

La Junta Electoral de Zona resuelve las alegaciones en el plazo de 5 días y comunica, en su caso, la sustitución producida al primer suplente. La condición de persona que integra la Mesa electoral solo se pierde tras la aceptación por la Junta Electoral de Zona de la excusa alegada. Ninguna otra persona o institución podrá decidir el cambio de esta condición.

Y más notificaciones

Los intentos de renuncia –aunque las causas justificadas son muy concretas– no son pocos y con frecuencia se encadenan, disparando el número de notificaciones por mesa electoral. Quienes tienen más fácil librarse son los ciudadanos de entre 65 y 70 años, porque entran en el sorteo de las mesas con el derecho de acudir, pero no con la obligación de hacerlo. De este modo, presentando su carnet de identidad tienen solventada la justificación para ausentarse, si así lo desean.

La dificultad de notificar hace que esta tarea se extienda mucho más de lo que muchos ciudadanos piensan. Muchísimo más. La labor es más compleja en el casco urbano que en el rural, aunque para notificar en las parroquias haya que recorrer mucha más distancia y afanarse en dar con la vivienda en cuestión. Las anécdotas darían para escribir un libro –de los gordos– y con las excusas habría asegurada una segunda parte.

En la capital estradense los notificadores tienen difícil pillar a la gente en casa, aun cuando se entregan las citaciones en horario de mañana y tarde, en ambos casos en versión extendida. El ojo que se deja ver por al otro lado de la mirilla cuando se aprieta el timbre y el pretendido –que no conseguido– silencio del tenso compás de espera es todo un clásico. La puerta que no se abre al ver a alguien con un sobre, también. Si se timbró antes al videoportero, el “gato” ya excusa subir porque el “ratón” aguardará agazapado hasta que se marche para volver a conectar el televisor. Picaresca aparte, los horarios laborales dificultan mucho estas entregas.

Los perros en el rural, gran ayuda

Por el contrario, en el rural los perros siempre ayudan con sus ladridos a que el futuro notificado se deje ver antes de que suene el timbre. Siempre hay, además, quien colabore para localizar la casa buscada o sepa dónde puede encontrarse el vecino en cuestión, aun cuando este acabe de salir a pasear con su perro o se encuentre trabajando en una finca próxima a su domicilio. Real como la vida misma.

Entre las excusas siempre se encuentra de todo, en cada convocatoria. Las hay que no son legales, aunque sí razonables (los exámenes, por ejemplo) y también se dan casos que son, sencillamente, un disparate. Acudir a un concierto o tener una comida no son, evidentemente, eximentes válidos, por cara que haya sido la entrada. En la Ley Orgánica del Régimen Electoral General pueden encontrarse las excusas válidas para librarse de acudir a una mesa, todas ellas debidamente acreditadas y documentadas.

La recompensa por cumplir con este deber cívico son 70 euros, para cualquier miembro de la mesa. Si compensa depende de a quién se le pregunte. Es posible que los suplentes, pese al madrugón dominical, se sientan más agradecidos el domingo si ven que el titular está en su puesto.