Piragüismo

Paladas que dejan huella

Matías Otero, miembro del Kayak Tudense y residente en Tui, se ha convertido en el tercer palista uruguayo que se clasifica para unos Juegos y el primero que lo consigue por clasificación directa

Matías Otero.

Matías Otero.

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Pasa la piragüa, arando las aguas, y ningún rastro deja que en apariencia perdure. Pronto esos surcos se diluirán en la corriente como si jamás hubiesen existido. Hay estelas, sin embargo, que permanecen indelebles. Se consignan en los libros y se archivan en la memoria para su uso. Así mencionarán por siempre a Matías Otero en Tui y Uruguay. El 7 de agosto, en el Estadio Náutico de Vaires-sur-Marne, prolongará la estirpe olímpica del Kayak Tudense, a la que pertenecen Enrique Míguez (Los Ángeles 1984, Seúl 1988 y Barcelona 1992), Jovino González (Atlanta 2000) y Óscar Carrera (Río 2016). Será también el tercer palista uruguayo que alcanza tal dignidad; por sobre todo, el único que ha conquistado la plaza mediante clasificación directa. “Ahora que lo conseguí, me deja muy contento que la gente que viene detrás diga: ‘Se puede llegar’”, explica Otero. “No irán a ciegas”.

Así, internándose en territorio inexplorado, sin más cartografía que su entusiasmo, debió sentirse aquel niño montevideano. Al concluir un curso de natación, a Otero le atrajo una oferta de becas para probar el canotaje, como lo denominan con mayor frecuencia en Sudamérica. “¿Tradición? Lejos de eso, resulta muy extraño que gente de la capital practique el piragüismo. Mi familia tampoco tenía relación con el deporte”, relata.

Diez iniciaron aquellas clases veraniegas que impartía Danilo Fusco en el Acal Náutico Club de Malvín, a orillas del Río de la Plata. Al mes ya solo resistía él. “Fue como que caí ahí y me encantó. Iba todos los días. Me extendieron la beca por más tiempo. Y sigo hoy”, resume, comprimiendo etapas.

Tras los pasos de Fernando Delgado

Porque al principio solo contaba la diversión que el paleo le proporcionaba. El incentivo de la competición se fue apoderando de él de manera paulatina. Llegaron los éxitos iniciales, las convocatorias internacionales, la incipiente intuición de un porvenir... Y al fin la encrucijada que ha definido su carrera. Otro uruguayo, Fernando Delgado, había trabado relación con Roi Rodríguez, el tomiñés que en 2015 se había proclamado campeón mundial sub 23 en K-1 1.000 y K-4 1.000 en Montemor. Aprovechando ese contacto, Delgado fichó por el Kayak Tudense en 2016. “Con el tiempo supimos que acá se podía venir”, explica Otero, que con apenas 20 años quiso seguir los pasos de su compatriota. “Galicia es uno de los lugares con mayor nivel de España”, confirma en la enumeración de Cal, Portela, Perucho, Arévalo, Germade... “Son referentes a tener en cuenta y también por eso la decisión”.

Fueron al comienzo estancias de meses, completando los ciclos de preparación de los grandes eventos. “Matías poseía mucho talento, pero el invierno gallego lo mataba”, recuerda el director deportivo del Tudense, Esteban Alonso, su inmediato mentor. “Poco a poco comenzó a entrenar duro. Ya con 21 años consiguió ser sexto en el Mundial Sub 23 y finalista en K-1 500 en una Copa del Mundo de categoría absoluta; resultados que nunca se habían conseguido para Uruguay”.

Cuando se fueron apagando los peores rescoldos de la pandemia, ya en 2021, Otero entendió que debía mudarse definitivamente. No existían obstáculos burocráticos. Posee la nacionalidad española gracias a un bisabuelo navarro por parte de su madre, Ana Ezcurra. Se trataba de atreverse. “Te da miedo decidir si quedarte o no”, admite. “Haber hecho cosas buenas o tener algo de calidad no te garantiza que puedas llegar a algo. Siempre tenía la incertidumbre de si valdría la pena o no quedarme. Decidí apostar al sí. Poco a poco, con mucho trabajo, se han ido dando los objetivos”.

Matías Otero ha superado aquella fase más áspera de aclimatación. Se describe perfectamente integrado ahora. “Siempre se tiene ese sentimiento de extrañar el hogar, pero el club es como mi casa acá en España. Estoy más que adaptado, no sólo trabajando, sino con un grupo mayor que cuando llegué. Empecé a hacer amigos y eso te da otra tranquilidad para vivir en el día a día. Me siento como uno más”. En el Tudense, además de esculpir su propia progresión, tutela a los pequeños de la entidad. Esteban Alonso asegura: “El trabajo le va como anillo al dedo. Tiene unas habilidades especiales para entrenar a los más chicos, que lo adoran”.

Cartas cubiertas

Su plan deportivo incluía, naturalmente, pelear por la clasificación para los Juegos de París. En el piragüismo, el pasaporte olímpico supone el acceso a otra dimensión. Matías Otero había asumido la dificultad del reto. Solo otros dos uruguayos lo habían conseguido: Enrique Leite en K-1 1.000 y 500 en Barcelona 1992 y Darwin Correa en C-1 1.000 y 500 en Atenas 2004. En ambos casos, además, habían participado gracias a sendas invitaciones de la International Canoe Federation. Otero pretendía lograrlo por derecho propio.

El billete parisino de K-1 1.000 se iba a dirimir en el Preolímpico de finales de abril en Sarasota, en Florida. Otero labró su destino con épica en el canal estadounidense. Accedió a la final como segundo de su serie y el quinto mejor tiempo, superado por el canadiense Ian Gaudet, el local Jonas Ecker, el brasileño Vagner Souta y el chileno Sebastián Alveal. La final solo repartía dos plazas olímpicas. En el instante decisivo, el uruguayo descubrió que se había dosificado perfectamente, encubriendo sus cartas. Ganó con un tiempo de 3:31.203, dieciocho segundos mejor que en la ronda previa y con dos segundos de ventaja sobre Ecker. Solo el asalto fallido en K-2 formando pareja con Julián Cabrera empañó un júbilo pronto replicado al otro lado del Atlántico. “Nuestro Negro, Matías Otero, se acaba de clasificar para sus primeros Juegos Olímpicos. Nos vamos a París. Estamos muy orgullosos de poderte acompañar en esta aventura”, escribieron en la cuenta de Facebook del Kayak Tudense, con una mención especial a Esteban Alonso, “la persona que da tranquilidad y seguridad en cada una de tus paladas”. Su madre respondió: “Agradezco a Dios por la preciosa gente que lo rodea”.

“En el club están más que felices”, refrenda Otero, que destaca: “Ser el primero que consigue ir a unos Juegos por los estatutos es historia para Uruguay. Siento muchísimo orgullo”. Cumplidos los 26 años en el pasado mes de febrero, considera que llegará a Vaires-sur-Marne en plena madurez personal y deportiva. Debutará en las eliminatorias el 7 de agosto. Las semifinales están calendadas el 10. No limita sus ambiciones a esa estancia. “Yo aspiro a conseguir un diploma olímpico o hacer final B. Calculo que mi nivel andará por ahí. Esas son las metas. Después hay que correr para ver dónde está uno realmente”. Sabe que, suceda lo que suceda, sus paladas ya han dejado huella.