Alfonso Posada, fiel a sus tres amores

Vigo y el atletismo gallego lloran el fallecimiento de Alfonso Posada - Presidente del Celta, juez, entrenador, estadístico y cronista de FARO se mantuvo activo hasta el último día

Alfonso Posada.

Alfonso Posada. / MARTA G. BREA

Armando Álvarez

Armando Álvarez

“Yo tengo tres amores: mi madre, mi mujer y el atletismo”, solía recitar Alfonso Posada. A su mujer, Mary, le dio el lunes su beso de buenas noches, como cada día durante 74 años. Su madre, Rosa, lo recibe de vuelta en el regazo. El atletismo gallego lo llora como progenitor. Cronista en FARO desde 1948, el pasado domingo envió su último correo electrónico, anunciando la segunda jornada del Campeonato de España de Clubes. Tres amores ha tenido Posada y a los tres se ha mantenido fiel hasta el final.

La aventura de Posada ha concluido. Su biografía contiene el siglo. Su madre, el primer amor, mandó al pequeño Alfonso, de apenas cinco años, a vivir con sus abuelos. Quería protegerlo del dolor. Su padre había aparecido muerto en Cabral, el 25 de julio de 1936: ejecutado por golpistas.

“Crecer huérfano fue una dificultad”, reconocía. Estudió con provecho e incluso premios en las Escuelas de San Ignacio. El segundo amor irrumpió en su temprana adolescencia. Unos profesores le descubrieron el atletismo. “Y me chalé”, confesaba. Lo apadrino Luis Miró, un republicano catalán, exiliado interior, de historia igualmente asombrosa. Miró se adaptó. Lo nombraron delegado de deportes del Frente de Juventudes. Como profesor de gimnasia, educaría a decenas de generaciones viguesas. Introdujo en Galicia el balonmano, el voleibol, el bádminton y el fútbol americano.

Miró lo entrenó como atleta y como pupilo. Posada despuntaba en 400 vallas. Una lesión inguinal, bajándose de un tranvía, cercenó su carrera a los 14 años. No se empantanó en la autocompasión. Ya había destacado en labores organizativas. El exfutbolista Venancio, entonces directivo del Celta, le encargó reflotar la sección de atletismo en 1950. La comandaría en sus diferentes formatos institucionales, como delegado de departamento y como presidente de club independiente, durante 63 años.

En los cuarenta empezó a trabajar como secretario de Javier Sensat en Casa Mar y también a ejercer como cronista de atletismo en FARO. Renunció a firmar como A. Posada por discreción laboral. De su admirado Gaston Reiff, el fondista belga que había batido a Zatopek en los 5.000 de Londres, tomó el G. Reyes que tantas crónicas y noticias ha encabezado.

En 1950 se casó Posada con su tercer amor, Mary González. Sin incompatibilidad en la pasión. Ella se convirtió en la primera juez en la historia del atletismo gallego. Juntos compartieron pruebas y aventuras. Criaron a numeros atletas además de a cuatro hijos. Cuenta Javier Álvarez Salgado que a él y a Carlos Pérez los llevaba Mary en coche a entrenar a Cuntis, los dejaba a 25 kilómetros del balneario y allí los recogía. “Alfonso y ella eran uña y carne. Hemos vivido muchas cosas juntos. Hicimos un gran viaje por todo el norte de Europa viendo los grandes mítines europeos con su mujer y con la mía. Inolvidable”.

Junto a Carlos Pérez y Álvarez Salgado, en Balaídos.

Junto a Carlos Pérez y Álvarez Salgado, en Balaídos. / ALBA VILLAR

Álvarez Salgado es una mención esencial en la trayectoria de Posada igual que Rogelio Rivas y Carlos Pérez; todos ellos, olímpicos. A Rivas y Pérez aún los entrenó. A Salgado lo descubrió ganando una carrera en Castrelos sin técnica alguna, por puro talento. Le echó una bronca por estar fumando y lo reclutó para el Celta. Lo dejó en manos de Alfonso Ortega, en quien detectó a un forjador de campeones. “Ahí empezó una gran amistad”, concreta Salgado. “Posada era una gran persona, irrepetible. Dedicó toda su vida al atletismo, premiado internacionalmente como estadístico. Para mí y mi familia ha sido como un padre. A Loly, cuando yo me iba a los campeonatos, la cobijaba en su casa hasta que yo regresaba. Ayudaba a la gente”.

En Posada, aunque implacable en la defensa del Celta y austero en su emotividad, abundaban los gestos generosos. Como secretario de Casa Mar facilitó a muchos atletas sus primeros trabajos. Lo menciona José Angel Serantes, que lo sucedería como presidente del club –ya escindido de la entidad futbolística y también dividido entre masculino y femenino–. “Llegué al Celta en 1974, cuando vine a estudiar a Vigo, pero a Posada ya lo conocía de antes. Era todo en el mundo del atletismo, con una dedicación total y absoluta”. Serantes destaca su curiosidad inagotable. Estaba suscrito a L’Equipe y Track&Field News para mantenerse al tanto de las novedades internacionales. “Era una enciclopedia. Fuimos juntos a la jornada de la Liga en Pontevedra, hace quince días. Se seguía acordando de todo”. Lo llamó este domingo, sin que supiesen que era su última conversación.

–¿Sabes los equipos que entran en la fase?

–Sí, Alfonso.

–Vale. Porque si no, te los daba.

Junto a Javier Rodríguez, Guillermo Touza, Paco Araújo y Pablo Beiro.

Junto a Javier Rodríguez, Guillermo Touza, Paco Araújo y Pablo Beiro. / JOSE LORES

A Serantes lo preparó como heredero desde 1992. “La sucesión fue natural, sin traumas”, detalla. Posada se convirtió en presidente de honor en 2013. Dejó a Guillermo Touza como decano de los mandatarios olívicos. Touza, medio siglo recién cumplido como presidente del Club Voleibol Vigo, relata: “Lo conocí cuando todos luchábamos para que el deporte puesto al servicio de los chicos y chicas vigueses, contribuyera a su formación. Creó escuela desde su atalaya en el mundo del atletismo. Destaco, sobre todo, la entrega y el entusiasmo con el que trabajaba. Se va un hombre bueno y entregado”.

Posada, a quien se le dedica un mitin veraniego en Balaídos, jamás dejó de visitar las pistas. Siguió escribiendo y recomendando. “Es un filántropo que representa la historia y esencia del atletismo gallego. Consagró su vida a este deporte milenario desde muy niño, manteniéndose activo hasta sus últimos días”, insiste el presidente de la Federación Gallega, Isidoro Hornillos. “Sus profundos conocimientos, pasión, disponibilidad y compromiso han sido determinantes para aportar grandes servicios al atletismo gallego. Un lujo para todas las personas que tuvimos ocasión de conocerlo”.

El concejal de Deportes, Manel Fernández, exalta su “reconocida valía a nivel de asesoramiento y consejo, siempre con un tono amable y conciliador, aportado soluciones. El nudo en la garganta y un halo de tristeza resultan inevitables”. El secretario xeral para o Deporte, Lete Lasa, lamenta la “perdida irremediable” de “un hombre que ha sido todo lo que se puede ser en el deporte”.

Suscríbete para seguir leyendo