"Por el stand del Celta pasó ayer una ráfaga olímpica", escribió Manuel de Castro, Handicap para el siglo, el 10 de abril de 1924. El periodista, gran promotor un año antes de la fusión del Vigo Sporting y el Fortuna, se había quedado extasiado con la actuación de la selección uruguaya en el primer amistoso programado contra el equipo olívico. Aquella frase se le inscrutó en el corazón y la memoria a los charrúas. De esas líneas escritas en FARO quedó registro al otro lado del océano, conservadas entre legajos. Fue la premonición del éxito que vendría, la medalla de oro en los Juegos de París, repetida en los de Amsterdam. De Handicap fue el bautizo. En agradecimiento, el Club Deportivo Uruguay y otras asociaciones de compatriotas realizarán una ofrenda floral este domingo a los pies de su estatua. Han pasado 86 años y sus palabras, citadas con precisión o modificadas por el uso ("por los campos de Coia pasó una ráfaga olímpica", se le cita apócrifamente) aún resuenan.

No sabía nada del asunto el presidente del Club Deportivo Uruguay, Luis Eduardo Aulet, pese a que llevaba más de un lustro residiendo en Vigo. Se lo comentó hace un par de años Atilio Garrido, un periodista de su Montevideo natal con el que conservaba trato por correo electrónico. Garrido le habló de aquellos amistosos, de la crónica de Handicap, del tranvía maldito que le causó la muerte en agosto de 1948. La ciudad le dedicó la calle que hubiera deseado, la que desemboca en Balaídos, y plantó el busto que Rafael Álvarez Borrás le vació en bronce de cara a la riada de celtistas, a los que hoy sigue bendiciendo en silencio.

Pronto se convirtió el monumento en lugar de peregrinación, ocasional al menos, de los charrúas informados. El cónsul de Uruguay añadió una placa en 1953. Garrido posee una fotografía de otro periodista, Esteban Galiano, posando junto a la estatua en 1959. Aulet y Garrido pensaron en refrescar la tradición. "Nos pusimos manos a la obra", recuerda Aulet. Hablaron incluso de contar con la Confederación Sudamerica de Fútbol. La cosa se enfrío en ultramar. A este lado tampoco encontró Aulet mucho entusiasmo. La primera ofrenda floral se realizó el año pasado sin autoridades municipales ni célticas.

Pero el Club Deportivo Uruguay insiste. Este domingo acudirán con sus gaitas y tambores, a entonar los himnos de Galicia y la República Oriental. Asistirá el actual cónsul, Jorge Burgos, y los presidentes de la Asociación Amigos del Uruguay y de la Asociación Uruguayos por el Mundo, los otros colectivos que la emigración de ese país tiene en Vigo. Niños ataviados con trajes folclóricos depositarán las flores a los pies del rostro de Handicap que el tiempo ha vestido de cardenillo.

Se renovará así, a través de esa ceremonia, el vínculo que los aficionados uruguayos mantienen con las mayores gestas de su fútbol. La Banda Oriental, país diminuto, ha sido inmenso. Antes que sus "Ghiggias" y "Schiaffinos" hiciesen llorar a Brasil en el Maracanazo de 1950 ya había conquistado dos oros olímpicos (1924 y 928) y el Mundial de 1930. Esa fue la máquina que, en el umbral de su gloria, pasó por Vigo.

Manuel de Castro lo intuyó en su juego "agílisimo, rápido y pletórico de shot". Uruguay había recalado en Vigo camino de Colombes. Rápidamente se armaron dos amistosos con el jovencísimo Celta. Handicap, periodista durante cuarenta años de FARO, seleccionador nacional de fútbol, fundador del colegio de árbitros, presidente de la Gallega a lo largo de su vida, estaba entonces en su plenitud y ayudó a muñir los choques. Uruguay ganó el primero en el campo de Coia por 3-0. "Lo que pasó fue altamente sugestivo, maravilloso por la precisión de jugadas sudamericanas", relata Handicap con la prosa de la época, plagada de los "match", "field", "shot" y "association" recién trasplantados de Inglaterra. Era el fútbol todavía un deporte de caballeros jugado por caballeros. Y escrito por caballeros: "El referee del partido señor Mignoli arbitró el match con gran imparcialidad, por lo que ha sido vista con sumo agrado su actuación", juzga.

La derrota del Celta no le mereció ni un solo reproche. No se le recuerdan en sus innumerables crónicas. "De un hijo aunque se porte mal, hay que hablar bien", sostenía. Para Uruguay, todos los elogios por dejar "embobados a los espectadores". "Es un conjunto tan armónico que no cabe superarlo", quiso resumir. En los Juegos se comprobaría y Uruguay le agradecerá eternamente que él lo vislumbrase antes que nadie.