Hace casi un siglo que el principal arenal nigranense perdió su identidad primitiva, el nombre que los vecinos daban a la vasta extensión dunar infértil que un proyecto precursor transformó a finales de los años 20 en aras del turismo. América era entonces Lourido, una denominación que hoy ya solo conserva el monte situado en la parte más oriental de la playa y que expertos en toponimia plantean recuperar.

Lo cierto, dicen, es que "América" era tan solo un nombre comercial, un reclamo publicitario empleado por el empresario y filántropo nigranense Manuel Lemos para "vender" su promoción urbanística en la zona, que concibió tras un viaje a la Costa Azul, en Francia. "Impresionado por Niza, quiso importar aquel modelo a Nigrán", asegura Carlos Méixome, historiador y presidente del Instituto de Estudos Miñoranos (IEM), que inicia así el relato de un hito que cambió para siempre la historia del municipio.

Emigrante hecho a sí mismo en Argentina, reinvirtió en la adquisición de los terrenos una parte de la fortuna acumulada con sus negocios vinícolas en ultramar. "No tenían ningún valor y eran la herencia de los malos hijos, los 'malas piezas' que pedían al padre una parte del capital para venderla y comprar así el billete de barco hacia América", explica Méixome.

Fue así como inició la urbanización de la zona y la construcción de los primeros chalés en primera línea de playa, que adoptaron sugerentes nombres como Nidito de Amor, Noche de Bodas o La Chocita, entre otros. Además, la nueva zona residencial "contaba con una zona de divertimento y espacio de relación social que tenía el nombre de Pabellón Bleu", al que acudían los propietarios de aquellas primeras viviendas vacacionales, que poco a poco fueron poblando el litoral nigranense.

Sin embargo, aunque el proyecto no fue un fracaso y la urbanización siguió creciendo en décadas posteriores, "el golpe militar y la Guerra Civil frenaron la construcción en la zona, que solo volvió a recuperarse durante la posguerra impulsada por aquellas familias que lograron conservar sus riquezas y las que aumentaron su poder adquisitivo al amparo del franquismo", apunta Carlos Méixome.

Fue así, como aquel primer bum turístico cambió la geografía del litoral nigranense y ligó definitivamente al municipio con el descanso vacacional, una contribución al progreso económico local que no se puede negar a Manuel Lemos, principal promotor también de las Escuelas Pro Valle Miñor, hoy Escolas Proval, que mejoraron la educación y formación de miles de vecinos.

Por ello será difícil que Playa América deje de serlo y recupere su nombre original de Lourido. La empresa, que defienden expertos en toponimia como Gonzalo Navaza, es compleja, pero al menos sirve a nigranenses y visitantes para recuperar parte fundamental de su historia.