El Celta bajo los palos: presente perfecto, futuro condicional

La portería es la demarcación céltica más asentada a corto plazo, pero con muchas incógnitas a medio

El club ficha para el Fortuna al cancervero procedente del Barça B, Marc Vidal que se incorpora a este escenario de interrogantes

Iván Villar, Vicente Guaita y César Fernández, en un entrenamiento en A Madroa.

Iván Villar, Vicente Guaita y César Fernández, en un entrenamiento en A Madroa. / Ricardo Grobas

Armando Álvarez

Armando Álvarez

El Celta ha iniciado la pretemporada trufado de inseguridades. Lo propio de estas fechas veraniegas. Muchos son aún los jugadores que deberían salir, aligerando la plantilla, y algunos los que deberían llegar, por necesidad y mejoría. La portería se erige como la única certeza, tanto en sus componentes como en su jerarquía, en el proyecto diseñado por el cuerpo técnico y la dirección deportiva. Una situación paradójica.

Ha sido una demarcación bajo sospecha o sujeta a convulsiones inmediatas durante muchas temporadas pese a que existió una hoja de ruta clara a largo plazo. Ahora la situación ha experimentado un vuelco; de presente estable, es en la proyección futura donde se ubican los interrogantes. Marc Vidal, fichado por el Fortuna, se incorpora a este escenario.

El anterior director general, Antonio Chaves, tanto con Miguel Torrecilla como con Felipe Miñambres, siempre apostó por la cantera bajo palos, con una secuencia bien definida. La cesión de Javi Vara en el regreso a Primera fue un refuerzo puntual por madurez. Tampoco la venta de Yoel Rodríguez al Valencia alteró esta visión. A Sergio Álvarez se le adjudicaba un papel transitorio a la espera de la eclosión de Rubén Blanco. El mosense e Iván Villar debían componer una pareja estable y longeva, al menos el tiempo que el cangués aguantase como secundario. Con tal deseo en la cabeza, Carlos Mouriño y Chaves denegaron sistemáticamente cualquier petición de fichar un arquero, como sucedió con Berizzo.

El fútbol rara vez respeta la integridad de los planes, ni siquiera los más racionalmente esbozados. Infortunios, presiones y lesiones impidieron que Rubén Blanco, aquel héroe adolescente en el milagro del 4%, cumpliese el relato providencial que se le había asignado. Siempre es difícil cumplir con semejantes expectativas. Blanco, tras muchas intermitencias, asumió que le convenía airearse y fue traspasado al Olympique de Marsella.

Su marcha puso fin al ideal canterano. Y tampoco se tradujo en la estabilidad con una fórmula mixta. No se renovó a Matías Dituro, pese a su titularidad, ni funcionó Marchesín, que además se lesionó de gravedad igual que Diego Alves. Y tampoco Iván Villar, aunque con buenos momentos, aprovechó el espacio para encastillarse en el puesto.

De hecho, esa provisionalidad siempre flotó sobre él la pasada temporada desde que se anunció el fichaje de Vicente Guaita, justo en la clausura del mercado. En un puesto tan especial, resulta difícil convivir con las suspicacias del entorno, que Rafa Benítez confirmó además. El entrenador madrileño le retiró su confianza tras la expulsión ante el Atlético. Guaita, de personalidad recia, sobrado de oficio y seguridad en sí mismo, no desaprovecharía la ocasión que había aguardado.

Nadie le discute al valenciano su condición de puntal. Cuentan tanto sus muchas paradas y escasas pifias como la sensación de control que transmite en general, tanto a sus compañeros como a los aficionados. También se le admira la postura crítica ante el conservadurismo de Benítez, que la leyenda engorda. Aunque el discurso público y obligado es que ambos parten de cero, se asume la continuidad en el reparto de funciones. El problema con Guaita se condensa en su DNI. En enero cumplió 37 años. Su contrato concluirá en junio. Independientemente de que su rendimiento pueda aconsejar renovarlo, en Príncipe deben ir preparando su sucesión.

Marc Vidal es una apuesta relativa, más enfocada a conservar el potencial del Celta Fortuna. El portero catalán, de 24 años, que ha pasado por las canteras de Villarreal, Betis y Barcelona, desempeñará en el filial el rol de Ruly. Su edad limitará su posible participación con el primer equipo a la Liga, a expensas de que puede finalmente desarrollar todo su potencial.

La mirada, si se quiere evitar la inversión en un fichaje, debe girarse nuevamente hacia la cantera. Existen promesas interesantes. César Fernández solo disputó seis partidos en la pasada Primera RFEF. A sus 20 años, necesita continuidad, que deberá discutirle a Vidal. Marcos González Maestu y Hugo Wauthier, como el propio César, han sido ya internacionales en las categorías inferiores. Sus historias están aún por escribir.

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