"Un día, mi padre me visitó y me dijo: ´Quiero que vengas a casa´. Le pregunté si mamá estaba enferma y me insistió: ´Ven a casa´. Allí, recibí el telegrama del Ministerio de Defensa", recordaba ayer Phyllis Clemens, en el Club Náutico de A Guía, en Vigo.

Aquel papel le comunicaba el fallecimiento de su marido, ingeniero a bordo del buque de guerra Egret, en una misión de la Real Armada inglesa durante la II Guerra Mundial, bombardeada por un escuadrón nazi. Era el año 1943. Solo faltaban dos para acabar la contienda, pero entonces nadie lo preveía. Ayer, justo, se cumplían 69 años de aquel ataque, que tuvo lugar a 30 millas náuticas de Vigo. Ayer, justo, la familia de Phyllis Clemens €de 96 años de edad y una sonrisa y movilidad sanamente envidiables€ visitaba por primera vez el lugar del bombardeo para ajustar cuentas con el pasado y el dolor.

"Hasta hoy no había tumba. Todo el mundo a quien le muere un familiar necesita una tumba. La única que teníamos de mi padre era el agua. Por eso, desde hacía mucho tiempo queríamos hacer esto", explicaba ayer Raymond Smith, hijo de Phyllis, quien añadió: "He traído a esta ceremonia a mi hijo y mi hija porque no llegaron a conocer a su abuelo. Creo que esto es importante dentro de la historia familiar".

En su cabeza, desde hace años €quedó huérfano cuando contaba con dos€, rondaba realizar una ceremonia de adiós a su progenitor. Entonces, no imaginaba lo insigne que llegaría a ser el acto, que ayer contó con una presencia-delegada de la Real Armada y Gobierno británicos mediante la participación de una militar inglesa en la embajada de Madrid, de nombre Linda.

Esta mujer fue una de las que formó la comitiva de adiós €organizada por la empresa gallega Galicia Holiday€ en la que participaron Phyllis y Raymond; así como los nietos de la anciana, Damien y Naomi Smith, que no se despegaban de su abuela. "Cuando nos casamos €recordaba Phyllis€ teníamos 27 años de edad. Pasamos cinco años juntos antes de que él muriera. Desde ese día, nunca imaginé que acabaría viniendo aquí y teniendo un día tan maravilloso como el que he tenido. Ha sido toda una aventura. No me he puesto triste, no. Simplemente, le he dicho adiós y me siento libre. En estos casi 70 años, nunca me he sentido tan libre porque no había tenido la oportunidad de despedirme. Él ahora es feliz y yo también".

Ni siquiera las olas de dos metros y la marejada que los acompañó desde que bordearon Baiona a la mañana de ayer hasta su regreso a Vigo pasadas las ocho y media de la tarde le empañaron el día. "Me encantaron las olas porque esto es lo que él hacía. Había una guerra. Él era ingeniero y estaba en la parte inferior del barco. Por eso, he querido estar en la parte más baja, donde él estaba. Quería estar sola... Ahora, quiero darle gracias a mi hijo por haber tenido esta idea", señaló.

Como adiós, Phyllis dejó caer en el lugar del bombardeo un ramo de flores de crisantemos y rosas prácticamente igual al que portó el día de su boda con el que fue su primer esposo con una única diferencia: ninguna flor roja, ya que este color lo asocia a la muerte. Tras esta emotiva ceremonia, la familia visitará la Costa da Morte y Portugal antes de regresar a la comarca de Oxford de donde procede para relatar un periplo que también contará la prensa británica.

El diario inglés "Daily Telegraph" se hace eco del homenaje

Hace unos años, el diario británico Daily Telegraph recordaba el bombardeo del Egret. En días, la fotógrafa Jane Mingay-Lewis y el periodista Adrian Bridge darán a conocer la ceremonia de ayer. "Ha sido un honor y un placer", se despedía Bridge en Vigo.

Junto a él, dos marineros gallgos recogían el material. "Nunca tuvimos un viaje con una ceremonia como esta. En el homenaje, nos cayó la lágrima como a todos. Fue muy emotivo; ver a una señora de casi cien años, a 25 millas de Cíes, echándole flores a su marido conmueve", explicaba ayer al regreso de la expedición Nacho Bolívar que, junto a Roberto Fernández, comandó el catamarán. "Aguantaron como leones. Hizo mucho mar y disfrutaron el día sin comer hasta las seis de la tarde. Lo importante, lo cumplimos, que era ir hasta donde está el pecio, en las coordenadas justas", 42º 10´ norte y 9º 22´ oeste.

Tanto Bolívar como Fernández calculan que los restos del Egret se encuentran a una profundidad entre 100 y 200 metros, en el borde justo de la plataforma atlántica, en un lecho que desde el 27 de agosto del año 1943 sirve de cementerio a 194 marines ingleses que perecieron bajo fuego alemán y se hundieron en menos de un minuto.