El Museo de Arte Contemporánea de Vigo, MARCO, acogerá desde el próximo 9 de febrero "Presencia activa. Acción, objeto y público", en la que participan diez artistas que trabajan la performance e instalación. "La performance y la instalación, como disciplinas artísticas, son espejo una de la otra. De hecho, ambas están basadas en el mismo principio de presencia activa: la primera del artista y la segunda del espectador", explica su comisario, Sergio Edelsztein.

–La exposición tiene un programa inaugural de tres días: jueves, viernes y sábado...

–Va ser un festival de performance. Está estructurado de forma que el público pueda venir en distintos momentos y tenga algo que ver. Habrá acciones en continuidad, las de Mads Lynnerup, Alastair MacLennan, Sergio Prego y Carlos Rodríguez-Méndez, y más puntuales: Thom Kubli, Maja Bajevic, Gary Hill, John Bock, SUE-C+AGF y La Ribot. También habrá una obra, la de Rodríguez-Méndez, que parte de ella se activará fuera del museo. En una cafetería, alguien se acercará a un cliente y le dirá que la exposición le invita al desayuno. La obra de Rodríguez-Méndez son tres acciones aparentemente no articuladas, pero que tienen que ver con la introducción y excreción de sustancias, como el alimento.

–Necesitan un hombre de 1,90 cm.-2 metros y decenas de guitarristas para batir el récord de Thom Kubli. Esto no deja de ser arriesgado...

–Montar una exposición así es complicado tal y como están las cosas, y más en España. Va a pasar mucho tiempo hasta que vuelva a verse una exposición así, que requiere diez días de trabajo técnico, mover material, con acciones únicas, como la de Gary Hill. Un museo no es solo poner unos clavos y colgar los cuadros. Su misión es producir este tipo de obras, que de otra forma no existirían porque el mercado, aunque sigue estando ahí, es difícil que pueda soportarlas.

–¿La situación está mejor en otras partes?

–Está mal, pero creo que ustedes están peor.

–Se dice que las crisis son buenas para la creatividad...

–La crisis de los ochenta fue buena para la creatividad, pero la de ahora no se da en todos los niveles. Quienes podían comprar obra cara siguen pudiendo y el mercado sigue subiendo. Con esta crisis, la única inversión buena y segura es el arte, pero el de cierto nivel. Y las inversiones seguras son caras. En los años ochenta, todo el mundo vendía caro. Lo que me preocupa es que se recorte en universidades y escuelas de arte porque son la manera de que el artista pueda vivir y seguir haciendo proyectos. De lo contrario, no tienen condiciones para seguir trabajando. El mercado es lo que tira abajo la calidad.

–¿Por qué?

–Porque marca modas. Y por eso, cuando no hay un mercado, el artista puede experimentar sin tener en cuenta qué dicta el mercado. pero cuando una crisis echa por tierra, no el mercado, sino otros aspectos de la vida del artista, ya me parece peligrosa.

–Y cuando no hay presupuesto, se recorta en cultura...

–Porque a la mayoría de la gente no le importa la cultura, aunque en España, por ejemplo, sea el sector que más se haya desarrollado en los últimos veinte años.

–Hay quienes dicen que aquí se levantaron estructuras, pero sin contenido...

–Eso lo dirá el tiempo. La cultura tiene que ser algo arraigado en el lugar, no puede ser una moda, y necesita una política cultural a medio y largo plazo, que tiene que mantenerse. Creo que va a ser una transición difícil, de dos o tres años, durante la que se cerrarán instituciones, pero que el resto encontrará la manera de trabajar.

–Muchos responsables de museos abogan por una ley de mecenazgo...

–Es que si un gobierno no quiere o no puede hacerse cargo, lo normal es que deje que se hagan cargo otros. No tiene por qué ser una ley de mecenazgo del cien por cien, como en Estados Unidos, puede ser del 70, del 50%... Pero para eso hay que levantar el teléfono y llamar a los diputados, a los políticos locales... No siempre se trata de una movilización popular, sino de presiones entre jerarcas.

–¿Y mientras tanto?

–Los museos van a tener que aprender a trabajar con menos dinero. Y se puede optar por la financiación mixta. El centro que dirijo en Tel Aviv se financia con fondos del ministerio de Cultura y la municipalidad, pero también con aportaciones de particulares e instituciones. Pero en Europa los centros son completamente públicos y también van a tener que cambiar.

–¿La sociedad en general entiende el arte contemporáneo?

–El arte contemporáneo sigue siendo raro para la gente. Lo contemporáneo de los sesenta es hoy un clásico. Lo de ahora tiene que ser difícil. Si no es difícil de entender no es bueno. El museo es el mediador de una obra que no es fácil para el público. A mí me interesa más mediar con los niños que con los adultos, entre otras cosas porque es más sencillo porque trabajas con grupos.