Si la fe mueve montañas, una pequeña porción de la Bretaña francesa se desplazó ayer a la catedral de Tui. Nada menos que 1.200 jóvenes llegados del país galo con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y acogidos por familias de toda la Diócesis se despidieron ayer de Galicia con la "Misa del envío", que ofició el obispo, Luis Quinteiro, en la capital tudense. La siguiente parada: Madrid y la visita del papa. No eran la única nacionalidad –también asistieron a la homilía centroafricanos y haitianos, ya que los australianos ya habían salido hacia Madrid– pero los francesese sí representaban la mayoritaria.

"A los jóvenes de nuestra Diócesis que vais a Madrid os digo: ¡no tengáis miedo! Os aseguro que la experiencia vale la pena", aseguraba el obispo en la misa en relación al viaje a Madrid. "Allí veréis la grandeza de la fe que mueve a miles de personas desde muy lejos. Compartiréis experiencias enriquecedoras para vosotros y vuestra vida cristiana. Allí entablaréis verdadera amistad con jóvenes de otros lugares del mundo que creen y viven lo mismo que vosotros".

La catedral casi se queda pequeña para acoger a las decenas de grupos que llegaron con estética y caminar de peregrino, a paso ligero por la avenida de Portugal bajo el sol de las cinco de la tarde. Hoy partirán rumbo a Madrid, "sin nervios"; con lo sojos felices y la vista puesta en el esperado papa.

Muchos voluntarios locales y familias de acogida de Vigo y concellos limítrofes se sumaron a la celebración. A ellos dirigió también un agradecimiento el obispo durante la homilía: "Os agradezco, queridas familias de acogida, vuestro esfuerzo [...]queridos jóvenes franceses, os quiero decir que estos días previos en la Diócesis han sido un verdadero reto a nuestro sentido de la hospitalidad y de acogida. Sea en casas, sea en colegios u otros locales en los que los hemos recibido a peregrinos, ha quedado patente que la fe no conoce distancias ni barreras o idiomas", aseguró.

Un mural floral realizado por vecinos de Bembrive decoraba la entrada, que esperaba el acceso al templo ante las escalinatas. Por allí subió la Cruz de la Juventud, una réplica de la de la JMJ y que portaron un grupo de jóvenes. Una decena de sacerdotes acompañaron en su entrada al tempo al obispo, que presidió la misa con una mitra dorada.

El acto se celebró en francés y español (incluso las lecturas). Y el obispo hizo gala de políglota. Los fieles siguieron los cánticos guiados por el ritmo del órgano y atentos a sus guías de solfeo. Muchos de los jóvenes bretones –"ni españoles, ni franceses", se autodenominaban- vinieron provistos de instrumentos de viento.

Los voluntarios galos dividena sus grupos –hay un monitor por cada diez o doce– por edades. De entre 16 y 18 años integran unas seiscientas personas, tantas como las del otro grupo de mayores de edad. La mayoría acudía por primera vez a una visita del papa. Lugo, Ourense, Mondoñedo y Tui acogieron ayer sus "misas de envío" presididas por los obispos. –salvo en Ourense, por el vicario pastoral–.