Tiempo habrá, si suficientes testimonios se reunieren, de confeccionar algún día un digno perfil biográfico de aquel Gonzalo Torrente Ballester y Piñón, oficial de la Armada, al que en 1931 destinaron a Bueu para hacerse cargo de la Ayudantía. Alguna pista nos ofrece su nieto, Gonzalo, en su libro Torrente Ballester, mi padre("Abuelo Gonzalo tenía un trastero lleno de alambiques y bombonas y sifones cubiertos por telas metálicas, todo roto y medio oxidado"), pero más simpático se nos antoja el disque-disque popular que le atribuye una semeja que muy merecida fama de galán y zalamero con las mujeres al extremo de la osadía. Cuentan que, cada vez que iba al cine, el padre de don Gonzalo solía elegir sentarse en una butaca en la que, a la derecha o a la izquierda, se hubiese ubicado antes una joven de buen ver; en este ámbito, consta de testimonio oral escuchado por quien suscribe que, incierta tarde, en la silenciosa oscuridad únicamente iluminada por la pantalla, los espectadores oyeron el estruendoso sonido de una bofetada que no provenía de la película proyectada y que, según se interpretó después entre la audiencia, era la respuesta de una moza a "un pellizco" proveniente de su compañero de fila, a la sazón el señor Ayudante: todo un carácter, sí, sobre todo teniendo en cuenta que iba acompañado de su esposa Ángela.

Nadie a día de hoy podría confirmar cómo, cuándo, en qué circunstancias... comenzaron a entablar lances de íntima proximidad "Chalo" (así se le llamaba en la familia y entre sus más cercanas amistades) y Josefina, pero no resulta decabellado intuir que la mayor parte de los ritos de cortejo se desarrollasen en el "baile del Pirigallo", esa "sala de fiestas" que también se menciona en Los gozos y las sombras. De Torrente Malvido tomamos estas líneas en referencia a su madre: "Era de Bueu, y acababa de terminar, al llegar allí Gonzalo, la carrera de Magisterio en la normal (sic) de Pontevedra. Hija de campesina acomodada y padre emigrado en América, era por educación y consideración una señorita de pueblo".

Veintiún años de edad contaba el novio, y veinte la novia, el día de la boda. Todo parecece indicar que la escuela de Magisterio de Pontevedra probablemente fue el punto de encuentro en el conocimiento personal de su existencia mutua, aunque conociendo a don Gonzalo, al margen de la formación cultural de la moza, lo primero que debió llamarle la atención debió ser su belleza: "Guapa y seria -escribe su hijo- en una fotografía suya que tengo aquí en mi mesa fechada en el veintisiete, o sea, con quince años, donde aparece escotada, de encaje oscuro con perlas al cuello y en la orejas y una hondura como agitanada en el ambiente. Otras fotos la muestran más airosa y marinera, al viento, en un muelle..."

No eran precisamente aquellos tiempos propicios para el enlace de familias de desigual nivel económico y/o social, a pesar de que en el articulado de la Constitución republicana se daban inequívocas muestras de avance jurídico a este respecto; mas una cosa son las leyes y otra la realidad. En las alturas de 1932 un hijo de todo un oficial de la Armada no podía casarse con cualquiera, so pena de verse maldecido y desheredado por la la familia. Por si fuera poco, en aquella tesitura también empezaban a contar, y mucho, las desavenencias políticas. Sin embargo, en ninguno de estos dos sentidos Josefina representaba un "peligro" para la estabilidad y las buenas relaciones entre Gonzalo y su temperamental padre. De hecho, las "debilidades" galleguistas de Torrente desaparecieron de súbito cuando, de orden del patriarca comandante ingresó en Falange para salvar el pellejo y evitar que le ocurriese lo mismo que a su gran amigo Johán Carballeira, alcalde de Bueu en julio de 1936, cuya firma figura como testigo del contrato nupcial entre Gonzalo y Josefina, y que, tras permanecer preso en San Simón, el 17 de abril de 1937 era fusilado al más puro estilo falangista. Pero no, Josefina no era roja, tampoco azul. Hemos dicho antes que cuando se casó ya poseía el título de Magisterio: item mas, y recurrimos a Torrente Malvido, "En aquel Bueu, Josefina representaba sobre todo una cómoda neutralidad social, al margen, por el estatus socioeconómico de su familia, de las tensiones de todo tipo que agitaban al pueblo: ni pobre ni rica, ni campesina, ni burguesa ni hidalga: era la novia idónea".

P.D. Josefina falleció en enero de 1958 en Madrid, donde reposan sus restos mortales.