Galicia contará en breve con una capilla pintada por un artista contemporáneo. El autor seleccionado para llevar a cabo este encargo, el primero de sus características en la Comunidad, es el profesor de la Facultad de Bellas Artes Manuel Dimas. Tras presentar decenas de exposiciones de pintura y grabado en distintos países, el artista encara ya la recta final de la decoración del templo, situado en la provincia de A Coruña y que ya antes de su inauguración ha sido visitado por numerosos representantes de la cultura gallega. “Ahora les choca mucho”, explica el autor, “pero dentro de un tiempo todos estarán acostumbrados y pensarán que las capillas se tienen que pintar así”.

—¿Cómo surgió el proyecto de pintar un templo y en qué se inspiró para la obra?

—El templo es la capilla de Foloña, en Nebra, una parroquia entre Porto do Son y Portosín. Es una capilla privada que pertenece al hotel rural Val de Nebra y el encargo partió del dueño del hotel, Javier Expósito, que es también dueño del Museo del Grabado de Ribeira y un gran coleccionista y amante del arte. Empecé a pensar qué hacer allí y me fui a los nombres de la zona y concretamente Foloña viene de folón que es batán y hay una tradición secular de la Virgen con el cordero, el Buen Pastor y pensé que debía hacer un homenaje a los batanes, que son los sitios donde se lava la lana de los corderos. Y a partir de esa idea empecé, pero luego está que el sitio es muy bucólico y me llevaba a temas pastorales, es como si todo confluyese en música y en el tema campestre, de modo que también empezaron a aparecer ángeles con instrumentos musicales, mucho Vivaldi (risas) y la capilla está pintada con una visión contemporánea, claro.

—¿Es un reto para un artista contemporáneo un encargo de este tipo?

—Mucho, pintar una capilla es todo un reto para un artista contemporáneo. En principio Javier Expósito lo que quería es que yo hiciese sólo la bóveda, pero una vez allí me di cuenta de que lo realmente interesante era hacerlo entera y lo cierto es que si que me metí en un reto bastante complicado, porque al final son muchísimos metros y todo tiene que tener una composición. Sigo trabajando en ello todavía, porque ya ha habido bastantes variaciones, han aparecido ángeles, han desaparecido otras figuras, han aparecido y desaparecido barcos etc, la capilla digamos que va teniendo vida propia, que es lo que yo quiero que finalmente pase: que cuando alguien entre allí exista como un ambiente en el que todo se mueva por supuesto con un gran respeto, pero algo en movimiento, no sólo estático o decorativo sino una obra de arte, con todos los condicionantes y ventajas de una obra de arte de este tipo.

—¿Y fue también un reto desde la óptica de la espiritualidad para alguien no tan cercano a esas creencias o no hubo tal desafío?

—No, no lo hubo, porque pienso que al final el arte es algo muy espiritual, el concepto de Dios seas católico, musulmán, judío etc al final es siempre lo mismo. Y después está el hecho de que en el fondo la iconografía cristiana para todos los que vivimos en el arco del Mediterráneo es algo cotidiano y con la que convivimos constantemente, de modo que si sabes utilizar esos símbolos no resulta extraño, lo que hay que conjugar es tu concepto de espiritualidad con el hecho de que se trata de una iglesia, pero es perfectamente compatible, nosotros llevamos siglos conviviendo con el cristianismo y el judaísmo y esa simbología no nos resulta extraña, es fácil llevarla a tu terreno y a tu obra.

—No muchos artistas podrán decir que han levantado un templo ¿es su obra más difícil?

—No es la más difícil pero sí es efectivamente un reto y un reto que es muy importante porque en Galicia creo que no existe ninguna capilla pintada por un artista contemporáneo. En toda España hay muy poquitas, pueden contarse con los dedos de una mano, pero en concreto en Galicia creo que ninguna, cosa que me honra doblemente poder ser el primero y lo cierto es que me hacía mucha ilusión. Por esa parte sí es un reto, espero estar abriendo una puerta que después sigan muchos artistas porque se lo encargan coleccionistas o la Iglesia, incluso a mi me gustaría pintar alguno más.

—La Iglesia, históricamente la mecenas por excelencia, realiza ahora muy pocos encargos a artistas ¿echa de menos ese patrocinio?

—Mucho, la Iglesia creo que ahí está perdiendo el ritmo que ha tenido siempre, la tradición de encargar a artistas la decoración de las iglesias debería de mantenerse, debería de hacerse más porque al final, y me refiero ahora al caso concreto de la capilla, aún está en fase de trabajo pero ya está pasando muchísima gente para ver el proceso, van desde arquitectos a escritores o filósofos pero también gente anónima o vecinos de la aldea que sólo quieren ver lo que está pasando. Al principio hay como una especie de latigazo, de sorpresa, porque todos esperan el típico santo, pero una vez que han recibido el primer impacto visual se encariñan con el templo y le empiezan a ver cosas diferentes, les empieza a gustar. Y es lo que ha pasado siempre, cosas que ahora nos parecen absolutamente clásicas en su momento fueron revolucionarias, la Capilla Sixtina le dio muchos problemas a Miguel Ángel y con esto pasará lo mismo: de ser algo que ahora choca mucho pasará a ser algo clásico, todos estarán acostumbrados y pensarán que las capillas se tienen que pintar así (risas).

—En Francia hay una gran tradición de capillas pintadas por artistas contemporáneos ¿sigue España el ejemplo?

—No puedo olvidarme al hablar de Francia de un artista que se llama Foogita y que en Reims ha pintado una capilla, él es un postimpresionista, quizás un poco más tarde que Gaugin o Van Gogh, y pintó un templo precioso. Por su parte Jean Cocteau pintó Nuestra Señora de Jerusalem y hay alguna más, por ejemplo en el Golfo de Vizcaya, pero la más importante es la de Matisse, que además tuvo muchos problemas al principio, las monjas casi no querían que siguiese (risas) a pesar de que es una capilla absolutamente minimalista. Y lo que sucede con estas capillas, y el caso de Matisse es el paradigma, es que va muchísima gente a ver la capilla pintada. Y luego en España que yo conozca hay dos capillas muy importantes, una es la pintura mural de Alarcón de Jesús Mateo, una capilla preciosa y un proyecto muy ambicioso con financiación del Estado y la Iglesia y que en un pueblecito como Alarcón recibe 200 o 300 personas diarias. Y luego está la de Cristóbal Gabarrón, la capilla del milenio en Medina del Campo, y poco más, son casi anecdóticas.