Al burlador de la Moncloa

Francisco Hernández Vallejo

Pues sí, señoría. Se ha superado a sí mismo en la burla institucional con la que ha despachado su reflexión, abrumado por una oposición y de unos jueces que no valoran en lo que vale ni sus desvelos amorosos ni la patente de corso que pretende para su esposa ni su peculiar concepto de la democracia.

El desarrollo de este sainete que no perseguía más que dar una vuelta de tuerca y apretar a la judicatura y la libertad de expresión, declarando fascista a la mitad de la población que no le vota, llamando a rebato a sus huestes a la movilización, nos remonta a tiempos pretéritos donde las dos Españas se acometieron con fiereza, llenando de sangre y odio la geografía española.

De golpe y porrazo, usted, con la ayuda inestimable del señor Zapatero, ha colocado una bomba lapa bajo los cimientos donde se fundamentan los elementos esenciales de la convivencia pacífica entre españoles. Usted, con un retiro irresponsable (que no ha sido más que “el Parto de los Montes”), ha puesto en grave peligro los logros de la Transición que alumbró una Constitución ejemplar donde su partido dio ejemplo de coherencia, al igual que los herederos racionales del franquismo, la derecha democrática y el Partido Comunista.

En algo tiene usted razón. Habrá un antes y un después.

Repase su trayectoria en las hemerotecas, sus intervenciones en mítines, debates e intervenciones parlamentarias. Usted es el causante principal del encanallamiento, con un estilo chulesco, con su falta de respeto a las intervenciones de la oposición, con sus risas despectivas mientras el adversario habla y con las campañas orquestadas contra las esposas de sus contrincantes como la de Feijóo, sobre la que su señoría se mantuvo callado, siendo falsa. Usted no es víctima de nada, salvo de su propio estilo político.

Su alegato sobre la “regeneración democrática” me suena. Me recuerda a Maduro, Ortega, Pinochet, Putin y autócratas disfrazados de demócratas. Aquí, en España, la democracia fue un logro mucho antes de que usted llegara, la Constitución también, el debate parlamentario lo mismo y la actuación judicial que ha sancionado escándalos, a diestro y siniestro (Gürtel y Eres), deja muy clara su imparcialidad. Deje usted a los jueces y a los medios de comunicación cumplir el papel que la democracia les otorga.

Su argumento “Princes” para justificar ese emotivo retiro ha sido el ataque a su mujer, que a falta de incoar o no causa penal contra ella (ya que ha sido llamada como testigo), ha sido de una imprudencia temeraria, actuando en intermediación y cartas de recomendación desde su empresa para que desde las arcas públicas salieran rescates y subvenciones. De esto, el presidente no ha dado ni una sola explicación, que sería obligada para cualquier funcionario o particular que contratara con el Estado. Mucho más para la esposa del presidente del Gobierno, que como la mujer del César, no solo debe ser honrada, sino parecerlo.

Con todo, lo más grave es el cisma entre españoles/as, que se ha propiciado en la comparecencia y en la calle Ferraz. Los gritos de “no pasarán”, las alusiones a la Guerra Civil y, el frentismo, recuerda a los prolegómenos de las contiendas civiles. Salir a la caza del fascista tras la extrapolación del adjetivo a la mitad de la población debiera hacer pensar que cualquier acción provoca una reacción.

No ha aprendido nada presidente. La solución a las dos Españas no es excavar las cunetas, es no alentar que esas cunetas se vuelvan a llenar.

Suscríbete para seguir leyendo