Opinión | Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La gran redada

Cumple, tras felicitar a la Guardia Civil, a la Fiscalía antidroga y todas las demás fuerzas de seguridad que tomaron parte en la operación, insistir en la absoluta necesidad de que se refuercen los recursos materiales y personales de que disponen los cuerpos en Galicia y en España para combatir una lacra como el narcotráfico. No se discute la urgencia ni se critican los posibles fallos que haya podido haber hasta el momento, solo se recuerda que esta es una tarea, además de internacional, “de país”, de Estado, y que por consiguiente requiere la plena colaboración de todos, incluyendo la sociedad. Lo demuestra la gran redada que esta semana se ha llevado a cabo para desarticular una muy potente banda de delincuentes que, a veces, se hacen pasar por gentes dignas.

Hace unos años, la actividad de contrabando era considerada en determinadas zonas casi una costumbre. Eso se acabó cuando en vez de tabaco se introducían drogas, cada vez mas potentes y peligrosas, y además una fuente en apariencia interminable de fondos para esos bandidos que dirigían y distribuían la basura que importaban. Ahora está claro que la enorme dificultad de acabar con organizaciones cuyos presupuestos para delinquir superan incluso los de Estados de medianos tamaños, urge recursos y coordinación internacionales. Será una misión, como queda dicho, a primera vista casi imposible, pero también lo fueron la piratería y la trata de esclavos en su momento y se erradicaron cuando diferentes países trabajaron juntos para ello: no se trata de comparar lo incomparable sino de recordar lo hecho

Galicia, por desgracia, no ha podido todavía ser objetivo para los narcotraficantes, que la ven como una fácil puerta a mercados nacionales e internacionales. No es Sicilia, por más que algunos se empeñen, pero su papel en la trama ha de tenerse en cuenta a la hora de los medios para atajar con éxito esa peste. Y es lo cierto que los éxitos de las últimas operaciones revelan que aún queda mucho por desarticular en las redes mafiosas propias y ajenas. Es verdad que la actuación policial, brillante, necesita tiempo y sigilo, y que a veces su preparación parece excesiva, pero aun así extraña que los “narcos” se muevan y actúen con un margen demasiado grande. Puede ser apariencia, y por ello controlable, pero no siempre esa apariencia se entiende por la ciudadanía

(No se pretende exagerar. Hay casos recientes, en los que se ha sorprendido incluso a algunos responsables del orden público. Quizá el mas llamativo fuese el de Cerdedo-Cotobade, donde funcionaba nada menos que una “fábrica” de drogas en la que trabajaban en condición de semiesclavitud personas procedentes de la emigración ilegal. Tampoco es de desdeñar lo ocurrido con la utilización de un sumergible para introducir contrabando en Galicia, material que después se repartía por el continente europeo. Este asunto esta todavía sin aclarar, aunque en el continúan investigando quienes deben hacerlo y hay que esperar que los resultados finales resulten esclarecedores. Es una labor que exige paciencia, dedicación y recursos: Las dos primeras existen, los terceros se necesitan en mayor dotación).

En definitiva, la sociedad gallega y el Estado español responden, pero a la vista de los acontecimientos, se necesita más colaboración internacional –más todavía de la que se obtiene– y también más control sobre los canales financieros en los que operan estos criminales. No es casualidad, no puede serlo, que siempre que se descubre un nido de narcos, los capos y sus servidores dispongan de la opulencia, los recursos, y cuanto necesiten para burlar, a veces con éxito, a las fuerzas que los combaten. Esa es una línea, la económica, quizá mas difícil de controlar que otras, pero clave para desarticular por fin el enjambre repugnante que supone la actividad de estos canallas. Procede no olvidarlo.