Así que, por si hubiere todavía alguna duda acerca de que el Gobierno central mide con varas diferentes algunos asuntos generales, seguramente quedarán disipadas tras la visita que a Moncloa acaba de hacer el presidente de la Generalitat. Que reclamó –y obtuvo– un mayor margen financiero a la hora de establecer el límite de la deuda pública catalana para resolver así el embrollo que le dejó su antecesor socialista.

El distinto rasero no es, por supuesto, un invento de los críticos ni una consigna conservadora, sino una evidencia clamorosa que sólo niegan los ausentes o los sectarios. Por lo que respecta a Galicia –sin ir más lejos en el tiempo– había quedado ya demostrada en cuestión de traspaso de competencias con las de Tráfico –que fue intolerable–, pero en estos días se repite con lo del catálogo sanitario gallego, que recurre el Gobierno porque "recorta derechos" a unos, a la vez que ofrece a otros, la Hacienda catalana, una ampliación de su margen autonómico. Cáspita.

En este punto, y ahora que el PSOE y sus apéndices inventan la reedición de los pactos de la Moncloa, quizá convenga recordar que, cuando en la política gallega aún había vergüenza frente a los agravios, se acuñó aquí aquello del aldraxe. Se trataba de hacer frente común al intento de discriminar a Galicia con respecto a Euskadi y Cataluña, y funcionó, a pesar de que ya de aquélla se hablaba de los pesos electorales diferentes. Claro que existían aquí entonces quienes pensaban en el país antes que en el partido y allí un gobierno con sentido real de la justicia.

La cuestión es cómo se arregla lo de ahora, con los grandes partidos convertidos en recaderos y una parte de los demás empeñados en la miopía. No hay, por ello, un modo fácil, si es que hay alguno: quizá el único exija un espíritu como el del aldraxe y un gran acuerdo en el que se fijen los asuntos –obligadamente pocos– a los que no se puede renunciar y que sólo se lograrían a través de ese acuerdo. Hay mucha gente que considera eso como una mera utopía, pero dado que la necesidad hace virtud, no queda otra.

(Puestos a manejar utopías, y frente a quienes –con mucha razón– sitúan la influencia de Cataluña en su peso electoral, alguien podría imaginar cuánto ganaría Galicia si alguna vez sus representantes votasen juntos –en las Cortes Generales, porque en el Parlamento autonómico ya se hizo y fue como si nada– cuando algún asunto de los realmente "de país" estuviese en juego y hubiese acuerdo para sacarlo adelante.

¿Eh...?