Postrada en una silla de ruedas, extremadamente débil apenas tiene fuerzas para hablar y necesita de una mascarilla para respirar. Pero aún así está enfrentando una dura batalla, no contra la enfermedad, sino para evitar ser desahuciada. "Llevo toda la noche sin dormir y estoy muy fatigada", explica María Goretti Guisande, nacida en Redondela hace 38 años, y aquejada de una enfermedad crónica que paraliza su cuerpo. Esta gallega lucha por no quedarse en la calle desamparada. Los Mossos d'Esquadra se presentaron ayer en su piso de Barcelona para echarla por no pagar el alquiler. Vecinos y activistas de plataformas anti-desahucios lograron frenar el desalojo pero sin recursos ni posibilidades de pagar lo que debe, es solo cuestión de tiempo que el juez vuelva a ordenar su expulsión.

María sufre desde hace diez años una rara enfermedad, el síndrome de sensibilidad química múltiple. Este trastorno surge como una especie de intolerancia a niveles ambientales de químicos tóxicos encontrados en el aire, agua y alimentos. En el caso de esta gallega, residente en Barcelona, cualquier estímulo sonoro, olfativo o de tacto le provoca crisis que derivan en un fuerte dolor interno y que acaban por paralizar su cuerpo. Un simple perfume puede convertirse en una tortura y ni siquiera puede mantener una conversación por teléfono porque las ondas electromagnéticas del aparato terminan por alterarla. "No puedo hablar mucho por el móvil porque me duele la cabeza, me molesta mucho", explica. "Imagínate que llevo más de un año encerrada en casa totalmente aislada sin teléfono ni internet", aclara.

Se marchó de Redondela hace 20 años. "Siempre fuy muy independiente", reconoce. Trabajaba como modelo y artista hasta que su enfermedad pudo con ella. Desde 2009 no trabaja. Se quedó sin ingresos y desde octubre de 2013 ya no pudo pagar el alquiler de su piso en el barrio barcelonés de Guinardó.

María ya tuvo que afrontar cuatro órdenes de desalojo. Hasta ahora todas las instancias fueron aplazadas por su historial médico y el apoyo de vecinos y activistas antidesahucios.

Su situación es crítica puesto que no dispone de ningún ingreso ni podría regresar al mercado laboral. Pese a estar enferma no recibe ninguna pensión por su invalidez. Hasta septiembre del pasado año el Gobierno español ni siquiera reconocía como enfermedad el síndrome de sensibilidad química múltiple. "Hay cierta estigmatización con esta dolencia porque tiene una raíz neurológica y psicosomática que no se evalúa en los exámenes médicos", explica Toni Tallada, activista de la Asociación 500x20 que está ayudando a María.

De hecho, el tribunal médico de la Seguridad Social determinó en las últimas pruebas realizadas a esta joven la pasada primavera que era "apta para trabajar". Su abogada ha recurrido a la justicia para reclamar a la Seguridad Social y al Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas que reconozcan la invalidez de María Goretti y que pueda cobrar así una paga.

El drama es mayor si se tiene en cuenta que está lejos de su familia y no puede contar con su apoyo. Cuando se encontraba bien de salud viajaba a Redondela cada mes de agosto y por Navidades. Allí todavía vive su madre y dos de sus tres hermanos. Sin embargo, la enfermedad no solo la apartó del trabajo sino que la aisló socialmente hasta el punto de que perdió contacto con amigos y familiares.

"Hace tres años que no voy por casa. De hecho, mi familia no sabe siquiera en qué situación me encuentro", asegura con pena. Este alejamiento forzado por la enfermedad la martiriza aún más. "El año pasado murió mi abuela y ni siquiera pude ir a su funeral", lamenta.

María es consciente que su familia poco la puede ayudar. "Mi madre está perdiendo vista, tiene artrosis y cáncer de piel y además están pasando por dificultades económicas", explica. "Cuando lo pienso me pongo mala. Me sabe mal no poder ayudarla", se queja.

La única solución ahora para esta redondelana es conseguir un piso de protección oficial, pero enfrentar la burocracia se ha convertido en otra odisea para María. "Los servicios sociales del Ayuntamiento dicen que le faltan papeles", explica Toni Tallado que se queja de la mala gestión del Consistorio en este caso. "Tiene privatizados los servicios sociales y cada semana envían a una trabajadora social distinta que no se entera de lo que hizo la anterior y algunas por encima hasta vienen perfumadas ignorando el problema de Goretti", denuncia este activista.

Y de todos modos el traslado sería problemático, porque su actual piso está adaptado para que pueda vivir en sus condiciones: las paredes están pintadas con pintura ecológica y la electricidad es de bajo consumo. Para María un traslado es perder el hábitat libre de contaminantes químicos en el que ha ido transformando su casa, pero además moverse a un nuevo hogar conlleva nuevos estímulos y, por lo tanto, más dolor.