La población de merluza europea logró soportar en los últimos años la presión pesquera gracias al calentamiento de las aguas del océano Atlántico, según la tesis presentada por la investigadora del instituto vasco Azti-Tecnalia Nerea Goikoetxea. Esta bióloga estudió la dinámica poblacional de la merluza del norte y constató que, si bien la especie se pesca "sin parar" en aguas del océano Atlántico europeo, "resiste relativamente bien" la actividad, según explicó ayer la Universidad del País Vasco.

"El entorno ha jugado a favor de la especie desde la década de los 90 hasta ahora", asegura Goikoetxea, y aclara que el mar "se ha templado", con lo que las larvas han crecido "mejor y más rápido". Pese a que la biomasa se redujo por la actividad pesquera, la tasa de supervivencia de las larvas creció, al igual que las posibilidades de que "una generación abra paso a otra generación fructífera".

El estudio permite constatar que los factores relacionados con la densidad poblacional –la pesca y el impacto que tiene en el stock de merluzas en edad reproductora– son "importantes" para entender la evolución de la especie pero que la misma importancia que estos aspectos pueden tener también las condiciones ambientales en que se reproduzca y crezca la especie.

Goikoetxea comprobó que, especialmente entre 1985 y 1990, la población adulta de merluza se redujo "considerablemente" probablemente por una pesca "desmesurada". La tesis revela que, aunque teniendo en cuenta únicamente este factor se podría pensar que el relevo generacional de la merluza corrió peligro año tras año, esta situación no se produjo.

Pese a que la biomasa reproductora y el reclutamiento total —la cantidad de merluzas jóvenes que sobreviven hasta la edad en que son fecundas— se vieron reducidos, a partir de la década de los 90 este reclutamiento fue "más exitoso", de manera que, entre las huevas puestas por estas generaciones, "en proporción fueron más las que sobrevivieron hasta convertirse en merluzas adultas". La investigadora apunta a las condiciones ambientales "favorables" para explicar esta situación, al entender que el aumento de la temperatura del agua en el Atlántico tuvo "un impacto mayor" que las consecuencias negativas derivadas de la pesca.

Goikoetxea señala que hubo un cambio de régimen ecológico en la plataforma continental nordeste del océano Atlántico, lo que templó las aguas que acogen a la merluza europea. El calentamiento ocurrió entre finales de la década de los 80 y mediados de la de los 90.

La tesis destaca que toda la fase de calentamiento y la mejora del éxito de reclutamiento ocurrieron simultáneamente. Goikoetxea concluye que las temperaturas templadas pueden ser beneficiosas para la merluza, especialmente en las fases tempranas de su vida. "