Una entrevista del Rey con Jesús Hermida estaba cargada de sentido hace treinta años, pero TVE siempre programó con cierto retraso. El propio ente reconoció en la presentación que había perseguido la conversación "durante más de una década". Tal vez durante una década de más. A cambio, el trance fue breve porque el protagonista -el Rey o Hermida, tanto monta- no daba juego.

Sin salirse nunca de la reverencia, Hermida abrió boca remedando el habla del Monarca y su vocabulario, "permita que le felicite ahora". Parecía Carlos Latre imitando a Hermida imitando al Rey. El periodista se dirigió a su interlocutor con la vocalización que se reserva para hablarle a un anciano de 120 años, comprometiendo así las prestaciones de un jefe de Estado que introduce el "consenso" en su primera respuesta.

Se temía que las preguntas cuadruplicaran en duración a las respuestas, y sólo las triplicaron. Hermida aguardó a su segundo turno antes de hablar en primera persona -"creo yo"- y de igualarse con el Rey. El debut dialéctico de Juan Carlos de Borbón, "no es fácil lo que preguntas a bote pronto", sintetiza la inutilidad del absurdo experimento.

El ciudadano medio desea la opinión del jefe de Estado sobre el estado de Urdangarín, el estado de Botsuana, el estado de Cataluña y su estado de salud. Ni el periodista más servil hubiera obviado esta agenda. Hermida se prestó a hacerlo, hasta el punto de que el Rey tuvo que insertar de refilón los capones de ordenanza a Artur Mas, un "rupturista" reo de "intransigencia" y "maximalismo".

Es ridículo preguntarle al Rey qué piensa de su hijo, sin plantearle en qué momento piensa cederle el poder. El Monarca responde con un despectivo "tenemos ahí a alguien preparado", porque sería muy preocupante que, a los 45 años de no hacer otra cosa, el Heredero no estuviera adiestrado para la labor a la que le bloquean el acceso por su boda.

Los periodistas cortesanos celebran en el Rey latiguillos impropios de un estadista -"como si dijéramos"- o la carestía léxica, "lo he repetido antes y lo vuelvo a repetir". El Monarca no está en condiciones de ser interrogado "a bote pronto". Una entrevista a destiempo equivale a someter al Rey a una sesión de tortura, que no beneficia a la Zarzuela y ahonda el desprestigio de la vigente TVE. Salvo que la culpa sea de Hermida, lo cual resultaría impensable para el líder de la generación del Rey.