Un Celta eficaz, batallador y vertical a la contra, conquistó Riazor en un intenso y apasionado duelo. El conjunto de Berizzo confirmó la supremacía celeste en el fútbol gallego con un triunfo inapelable, que desequilibra a su favor la balanza con el eterno rival en el número de victorias globales y le dispara hacia la permanencia. Una gran victoria, octava del Celta en Primera División en el estadio herculino, que refrenda el estado de gracia del equipo vigués, que ha sumado diez puntos de los últimos doce en juego y está ya a sólo nueve de los cuarenta que, sobre el papel, garantizan su continuidad en Primera División.

No le resultó, sin embargo, sencillo al Celta poner una pica en terreno hostil. El equipo entró demasiado nervioso en el partido, pero supo contener la salida del Deportivo, asentarse en el campo con el paso de los minutos y golpear al adversario en la línea de flotación con un gol de Charles al inicio de un segundo tiempo que el equipo vigués no tuvo del todo controlado hasta que Larrivey, en un alarde de astucia, liquidó el choque después de la expulsión de Lopo por doble tarjeta amarilla.

Rara vez se suele cambiar lo que funciona y Berizzo no hizo ayer una excepción. El preparador celeste repitió el esquema con el que el Celta había sumado siete puntos de nueve en los últimos tres partidos, aunque modificó ligeramente el once con el que doblegó el pasado domingo al campeón de Liga para dar la alternativa a Charles, que suplió a Larrivey como punta de lanza. El argentino pagaba de este modo la sequía goleadora que le acompañaba desde que puso patas arriba el Camp Nou el pasado 1 de noviembre. Y la apuesta cerca estuvo de proporcionar excelentes réditos al Celta, pues en el minuto 6 Lopo derribó al brasileño a 40 metros del área cuando se disponía a encarar a Fabricio. Pero el árbitro no consideró la acción ocasión manifiesta de gol y sólo sancionó al zaguero blanquiazul con tarjeta amarilla.

La acción de Charles fue, en todo caso, un espejismo en el inicio del partido, al que el Celta entró demasiado nervioso e impreciso, como si la pelota le quemase en los pies. El Deportivo afrontó el choque más tensionado y con más ambición que los célticos y ello le permitió llegar al área con cierto peligro en un par de ocasiones, casi siempre con llegadas por banda buscando la cabeza a Oriol Riera.

Lucas Pérez fue el primero en poner a prueba los reflejos de Sergio, pero le pegó mordido al balón y el Gato atrapó el balón con facilidad. Poco después fue Cavaleiro, a la salida de un córner, el que buscó con mucha intención el portal celeste, pero su disparo se perdió por la línea de fondo. La mejor ocasión de los blanquizaules en estos primeros compases del choque la protagonizó el excéltico Oriol Riera, con un derechazo raso desde la media luna que Sergio desvió con una mano salvadora.

Al Celta, cuyo único disparo en el arranque del partido fue un taconazo de Augusto desde fuera del área que a punto estuvo de sorprender a Fabricio, le costó bastantes minutos hacerse con el mando del choque. Pesaron los nervios, las imprecisiones y las dificultades que Álex Bergantiños y Borges, el doble pivote deportivista, plantearon a Radoja y Augusto en el medio del terreno. Gracias al enorme despligue físico de Krohn-Dehli, sin embargo, los celestes se fueron asentando sobre el campo, ocuparon mejor el espacio y poco a poco fueron imponiendo su fútbol. Las conducciones del dinámico centrocampista danés, que recogió el balón en cancha céltica y la guió hasta el área rival, dieron vuelo y amplitud al juego del Celta, que poco a poco fue encontrando el camino del portal blanquiazul.

Mediado el primer tiempo, Nolito filtró un gran pase al cogollo del área al que a punto estuvo de llegar Krohn-Dehli y pasada la media hora fue el danés el que proporcionó un perfecto servicio a Charles que el brasileño, en excelente situación, no alcanzó a controlar. La primera parte se cerró con un disparo cruzado de Orellana, más apagado ayer que de costumbre, que no encontró portería.

Las cosas no pudieron irle mejor al Celta tras el intervalo. Antes que se diese cuenta, los celestes golpearon al Deportivo en medio de la línea de flotación con una contra mortal de necesidad: Augusto robó la pelota en la mitad del terreno y la envió en largo hacia Nolito, que tiró una diagonal al pico del área. Orellana recogió el pase y bombeó al balón al segundo palo hacia Charles, que remachó de cabeza en boca de gol.

Un gol que enmudeció Riazor pero que espabiló al dormido equipo de Víctor Fernández, que presionó con una intensidad salvaje, empujó al Celta hacia su área y estuvo cerca de lograr el empate. Lo evitó Sergio. Como ocurrió en la primera vuelta, el félido de Catoira volvió a ser determinante en la victoria celeste. Después de sacarse de encima con algunos problemas un disparo de Juanfran con un extraño bote, El Gato impidió con dos paradas descomunales que el Deportivo igualase el partido. Rechazó primero un disparo emponzoñado de Lucas Pérez, desvió a continuación otro no menos complicado de Isaac Cuenca, con la suerte de que Oriol Riera, solo en boca de gol, estrelló el segundo rechace contra el travesaño.

Una jugada que podía haber metido de nuevo al Deportivo en el choque, pero que acabó convirtiéndose en su última oportunidad debido a la expulsión de Lopo, que vio poco después la segunda amarilla por otra dura entrada a Charles. Los celestes, con todo, no sacaron partido inmediato de semejante ventaja. Les faltó pausa para gobernar el partido a través de la pelota y pericia en la finalización para rematar las jugadas cuando tuvieron la ocasión de desplegar el contragolpe.

A remolque en el marcador, al Deportivo no le importó fajarse en un intercambio de golpes que los celestes no siempre controlaron con facilidad. Al menos hasta que Larrivey entró en el campo. El argentino, que ingresó en el terreno tras lesionarse Charles, puso fin a once jornadas consecutivas sin ver puerta con una acción de pillería que liquidó el partido. Larrivey tuvo la astucia de situarse a la espalda de Luisinho y aprovechar un desliz del lateral deportivista para robarle la cartera, regatear al atento Fabricio y anotar a puerta vacía. Un gol taimado e inesperado que firmó la sentencia de muerte del Deportivo porque desde ese momento el equipo coruñés lo intentó por inercia, sin atisbo de esperanza.